The Last of Us: Part 2 arrasó en los Game Awards 2020, pero más allá de los premios fue un juego que dividió las aguas y expuso lo retrogrado de un sector de la comunidad.
Gran parte de los pronósticos indicaban que The Last of Us: Part II iba a tener una gran noche en The Game Awards 2020 y fue ganador en 7 ternas diferentes, incluida la categoría a Mejor Juego del Año.
Podría escribir varios párrafos para justificar porqué considero que la obra de Naughty Dog es merecedora de este título y a fin de cuentas solo sería un debate más de los tantos que han surgido durante los últimos meses, en un año en el que, pandemia de por medio, tuvimos la posibilidad de disfrutar de excelentes títulos.
Pero The Last of Us: Part II, más allá de su potencia audiovisual y su visceral jugabilidad, apostó por una narrativa y un relato completamente impactantes desde los primeros compases, tomando por sorpresa a la mayoría de los jugadores.
Los días previos al lanzamiento del juego la desarrolladora padeció importantes leaks con varias filtraciones, tanto verdaderas como falsas. Esto fue el inicio de una bola que comenzó en foros y redes sociales, presentando una suerte de indignación por parte de un sector de la comunidad que sin haber jugado TLOU 2 ya estaba indignado por lo que sucedía, incluso alimentándose a base de rumores e informaciones completamente falsas.
Con la mecha encendida, una vez que comenzaron a liberarse los embargos de las primeras reviews, con fuertes embargos pero con elevados puntajes en su mayoría, esa bola de odio e intolerancia no detuvo su curso, que terminaron de explotar una vez que el juego salió al mercado el 19 de junio y comenzó a desmecharse los puntos más relevantes de la trama.
Los indignados en la materia no solo quedaron disconformes con lo que sucedió con los protagonistas, sino que tampoco aceptaron a Abby como una pieza fundamental de la historia y que termina de encajar en un engranaje que comenzó a rodar en el primer The Last of Us. Más allá de gustos y subjetividades sobre la calidad del juego, esta secuela sacó a la luz esa hediondez que pulula en gran parte del sector gamer, intolerante cuando no recibe lo que pide y sobre todo misógina, queriendo resaltar una cultura machista cada vez más rancia.
Un nivel de ranciedad al punto tal que Laura Bailey, la actriz que da vida al personaje de Abby, recibió amenazas de muerte porque según los agresores había arruinado el juego. Un nivel de locura que no tiene punto de justificación alguna, solo por el hecho que la historia de TLOU 2 no fue por un camino seguro, una narrativa fácil de digerir para los fanáticos.
Este toxicidad gamer existe desde hace años, y es cuestión nomás de leer o escuchar los diferentes testimonios de jugadoras o creadoras de contenido para ver como esa discriminación está latente en cada juego, cada aventura. Pero es probable que la magnitud de The Last of Us: Part II, uno de los títulos más esperados de los últimos años, sacó a relucir exponencialmente este comportamiento, que necesita una fecha de vencimiento urgente.
Porque la toxicidad del fanatismo en la cultura gamer maneja esas 2 vías paralelas. Por un lado, la queja constante de no tener lo que uno quiere, lo que se supone “que es lo correcto”. Son adversos a las nuevas experiencias, al cambio rutilante de expectativas, al factor sorpresa de una buena narrativa. Y en segunda instancia, esa lucha constante contra el machismo, que quiere a toda costa evitar la paridad de género e inunda los chats y foros en mensajes agresivos y discriminadores.
The Last of Us: Part II es una enorme aventura, que en gran parte redefinió la forma de concebir los títulos AAA, pero también tiene que ser una llamada de advertencia para frenar de raíz esta actitud de hostigamiento y brutalidad al no aceptar que las cosas pueden ser de otra manera y no como un sector de la comunidad lo demanda como correcto.