Mechas y aliens se cruzan a piñas y explosiones en Blackwind, un hack n’ slash con toques de plataformas y rpg que llega de la mano de Drakkar Dev y Blowfish Studios.
Es curioso cómo los hack n’ slash son un género que se puede combinar a la perfección con diferentes tipos de experiencias. Desde aventuras más terrenales, pasando por plataformeros e incluso action rpg más puros. Las mecánicas que vienen en su adn son maleables a casi cualquier circunstancia y esto lo transforma en un elemento enriquecedor que potencia una propuesta.
Blackwind es el nuevo título de la desarrolladora Drakkar Dev y Blowfish Studios, publisher australiano responsable de títulos de porte más pequeño, como Infliction o el brillante Nine Witches, juego con sello argentino. Se trata de una aventura de ciencia ficción en la que el protagonista es ni más ni menos que un adolescente “atrapado” en un mecha, un robot bípedo cargado de armas a distancia y dos potentes espadas para sacar a relucir todo su poderío en un juego que mezcla la exploración lineal, plataformas y una capa de hack n’ slash que atraviesa el combate de punta a punta.
Blackwind busca marcar sus diferencias dentro de su historia y al mismo tiempo ofrecer una jugabilidad que no choque con sus limitaciones técnicas, ¿lo consigue?
Explorando Medusa-42
Para entender un poco más sobre las virtudes y desarrollo de Blackwind, es imperativo darle un contexto narrativo. En un futuro no muy lejano, los humanos comenzaron una búsqueda espacial con la misión de encontrar no solo planetas habitables, sino también cuerpos azules con recursos.
Nosotros encarnamos a James Hawkins, el hijo de un importante científico que, junto a su padre, se dirigían hacia Medusa-42, un planeta semi colonizado por humanos, para acompañar el desarrollo de la región. Antes de llegar a destino, la nave en la que viajaban es atacada y, para sobrevivir, el padre de James le pide que se meta adentro del Blackwind, un imponente mecha de batalla con inteligencia artificial avanzada.
Después de una triste despedida, el joven termina en una zona remota de Medusa-42 con un claro objetivo: encontrar de vuelta a su padre. Claro está, que en el camino James tiene que aprender a usar su Blackwind rápido, porque la amenaza alienigena del planeta no tarda en aparecer.
Con este punto de partida, el juego nos invita a explorar diferentes locaciones del planeta que van desde entornos abiertos a bases militares y también lúgubres cuevas. Sin entrar en spoilers, después de este prólogo Blackwind nos propone descubrir cuál es la situación real del planeta, los peligros de esta raza de criaturas y, principalmente, ¿por qué atacaron la nave de nuestro padre?
Toda esta “seriedad” que busca imponer el título desde su historia pierde un poco de solvencia por el propio hecho de que el protagonista es un joven completamente inexperto. El pibe, que más de una vez se verá salvando soldados de los enemigos, toma por completo el control de las situaciones, incluso pasando por encima de la autoridad militar, no por una cuestión de desacato, sino porque sencillamente dice algo y todos asienten. Algo que no termina de darle una coherencia suficiente a todo el sustento narrativo, que busca construirse al mismo tiempo con la relación que tiene James Hawkins con la IA que controla el mecha.
Desde su estructura jugable, Blackwind es una aventura con cámara que varía entre lo isométrico y un plano semi en 2d, segmentado en dos estilos de exploración. Los entornos abiertos tienen un perfil más plataformero, con escenarios verticales y algunos puzzles para sortear en el camino; pero la parte jugosa de su jugabilidad aparece cuando llegamos a las instalaciones cerradas: Largos pasillos y habitaciones que tendremos que ir habilitando consiguiendo llaves y activando puertas para avanzar.
Como en todo buen hack n’ slash, casi todos los objetos del entorno son destruibles para obtener recursos de upgrade, vida y energía para las habilidades especiales. La cuota de los puzzles – que en su mayoría se reflejan en abrir zonas denegadas o momentos plataformeros puros – se ve complementada con la utilización de un dron con el que cuenta el mecha, al cual podemos controlar para acceder a ductos de ventilación o zonas inaccesibles para el Blackwind.
La exploración por Medusa-42 tiene un común denominador: hordas de enemigos que se cruzarán por nuestro camino, con una variedad bastante interesante de especies y tamaños: desde esbirros y criaturas gigantescas hasta otros mechas y defensas militares corrompidas.
Y dentro de este denominador común el armamento del Blackwind es la estrella, ya que nos ofrece un mix de estilos de combate. Podemos disparar a distancia y esquivar evitando el conflicto directo o arremeter con nuestras espadas, realizando combos y ejecuciones impecables. Nuestro mecha también irá aprendiendo sobre la marcha habilidades especiales, como lanzamientos de cohetes, onda expansivas o la posibilidad de potenciarnos por tiempo limitado gracias a tecnología oriunda del planeta.
Esta variedad de estilos le da un atractivo mayor a la propuesta, ya que en el combate reside gran parte del potencial de la aventura y por suerte no es una arista que decaiga sino que, todo lo contrario, va in crescendo. Donde se queda corto es en la parte de los bosses, que no solo hay muy pocos sino que tampoco representan un desafío enorme.
Obviamente, como en la mayoría de los juegos actuales de este estilo tenemos a disposición varios árboles de habilidades para ir mejorando las habilidades activas y pasivas, con una libertad considerable para potenciar lo que más favorece a nuestra estrategia.
A continuación les comparto un breve gameplay para que puedan apreciar con mayor detalle la versatilidad del combate y cómo funciona la exploración en entornos abiertos y cerrados.
Blackwind cuenta además con un modo co-op, que si bien no nos permite controlar un segundo mecha – algo que no cuadra en la historia – sí deja que el segundo jugador utilice el dron para explorar y combatir enemigos con la única arma que cuenta.
El apartado audiovisual mantiene la modestia y el porte con el que viene trabajando tanto Drakkar Dev como Blowfish. El mecha tiene un lindo diseño y un atractivo nivel de detalles – incluso podemos cambiar los colores con varios motivos – pero las zonas para explorar, tanto abiertas como cerradas, tiene un deje de repetición bastante notorio desde las primeras zonas del juego. Todas las bases para explorar son casi idénticas salvo contados detalles y opaca un poco tanto al Blackwind como a los enemigos que enfrentamos.
Donde sí tuve problemas fue con el rendimiento del juego – con una versión analizada en PlayStation -. Los bajones de fps fueron constantes y hasta incluso molestos. Cuando la pantalla se abruma de enemigos, explosiones y disparos, se volvía bastante tedioso tener que lidiar con tanta fricción y fluidez, entorperciendo una experiencia que no está para nada mal.

Conclusión
Blackwind no viene a romper el molde, pero tampoco la vas a pasar en las aproximadamente 8 horas que dura su aventura en dificultad normal. Un título que tiene varios guiños a la cultura sci-fi en su contexto y un atractivo sistema de combate, que tiene que aguantar sobre sus hombros el peso de una estructura repetitiva y un rendimiento bastante irregular.
Si te copa el sci-fi y reventar aliens y algunas máquinas, Blackwind te garantiza todo eso, pero no le pidamos más.