City of Brass a priori se presenta como una aventura sencilla, pero a los pocos minutos descubriremos lo equivocado que estábamos. Lee nuestro análisis sobre este vertiginoso rogue-like.
¿Qué se suele pedir a un juego en mayor o menor medida? Más allá de los gustos subjetivos de cada uno, el común denominador en el que todos podemos coincidir es que los videojuegos tienen que entretener. Después se puede desglosar cada experiencia y los distintos formatos de contenidos, pero si un juego logra este cometido tiene el 50% de su ecuación resuelta.
City of Brass es una aventura rogue-like con todos los elementos característicos del género. Si bien algunas cuestiones técnicas y de contenidos quedan un tanto cortas, el juego, que detallaré en los párrafos siguientes, cumple con entretener y atraparnos con su propuesta, que nos frustrará en más de una ocasión por no prestar atención y terminar muriendo por un descuido.
Uppercut Games es la desarrolladora responsable de este juego, que cuenta entre sus filas a los creadores de la memorable saga BioShock. Es un título que apunta directo al hueso, sin muchas vueltas, pero que desde el vamos nos deja en claro que no es para nada fácil; con una ambientación arábiga con mezcla de Aladdin, Prince of Persia y Demon Knight, película de Los Cuentos de la Cripta.
Profanando una ciudad maldita
Todo el concepto narrativo y relacionado a la historia, City of Brass lo conglomera por completo en el tutorial del juego. Es decir, una vez que arranquemos la aventura no tendremos más información sobre el argumento ni tampoco será algo que nos llame la atención; solo da un por qué y un contexto al periplo, en el que cruzaremos esqueletos, magos, demonios y diversas criaturas.
El protagonista del juego es un ladrón que se adentra, por decisión propia a la ciudad de Brass, una urbe sumida en una terrible maldición, producto de la codicia y avaricia de sus habitantes, que desafiaron la buena voluntad de los dioses (en este caso genios dentro de una lampara) y terminaron entre extinguidos y condenados.
En los primeros 15 minutos recibiremos toda la información pertinente sobre el juego y listo, no intentes descubrir una mínima motivación de los habitantes o algún antagonista de peso. Si bien como propuesta, City of Brass no apunta a profundizar esta arista, podría haber sumado un poco más de narrativa entre nivel y nivel.
Acostumbrándose a perder
City of Brass está compuesto por 12 niveles más uno que representa el enfrentamiento con el Boss final. Como suele caracterizar a los rogue-like más puros, las estructuras de cada misión no se repiten y van mutando su forma si morimos, y créanme que morir va a ser algo bastante común durante las primeras horas.
Para atravesar los niveles hay que tener en cuenta 3 factores: Los enemigos, las trampas y el tiempo; y para superar los dos primeros necesitaremos de cierta estrategia, por lo que las intentos iniciales funcionan de manera ideal para palpar como nos recibe City of Brass.
El armamento principal del juego está compuesto por un latigo y una espada, equipados en simultáneo, uno en cada mano respectivamente. Mientras que el arma de filo es el componente ofensivo de la ecuación, la estrategia pasa por cómo utilizamos el látigo. Con el mismo podemos aturdir al enemigo, alejarlo o atraerlo. Estás dos últimas funciones van de maravilla si queremos que los rivales terminen cayendo en las diversas trampas que están colocadas minuciosamente en cada nivel. Las trampas iniciales son apenas unos simples pinches que salen de la tierra o un piso trampa que nos empala en una fosa, pero la cuestión comienza a ponerse compleja a medida que nos adentramos en los interiores de la ciudad, y un paso en falso puede ser literalmente el último.
Todo los coleccionables que forman parte del juego se traducen en monedas, que funcionan para poder comprar distintos potenciadores que se encuentran dentro de cada nivel, a través de distintos genios que ofrecen determinados objetos. Algunos nos dan vitalidad, otros modificadores del látigo y nuevas armas, otros te desactivan las trampas, etc. Hay muchos upgrades que dan una mayor ventaja para que el viaje sea menos dificultoso cuanto menos.
Además de estas mejoras, cada vez que comenzamos la partida contamos con 3 deseos que pueden utilizarse de distintas maneras. Uno nos sirve para saltearnos algunos niveles si es que conseguimos derrotar a los sub bosses que se encuentran en los niveles multiplos de 3. Otra de las opciones para gastar los deseos se encuentran entre los genios mercaderes, que ofrecen super upgrades que cuestan su buena cantidad de moneda; y la tercera se trata de una asistencia en determinados momentos de las mazmorras, transformando a los genios que nos atacan en aliados.
La duración del juego es un tanto ambigua. Si bien los niveles no duran más que 6 o 7 minutos, el tiempo que tardemos en llegar a la fase final dependerá de la habilidad que tengamos en llegar a completarlo sin morir, cuestión que no sucederá hasta que no estemos familiarizados con todas las trampas y enemigos que nos acecharán.
Como complemento, antes de comenzar podemos colocar unos modificadores que hacen la partida más fácil o difícil, depende del gusto del consumidor. Algunos modificadores duplican la cantidad y hasta el daño de los enemigos, mientras que otros reducen la cantidad de trampas. Cabe aclarar que si colocamos modificadores positivos, no tendremos recompensas ni subiremos de calificación después de terminar la misma.
Si bien todo en el título todo está armado para resulte lo más simple posible, esto le pasa una mala pasada al combate. Los movimientos un poco toscos del personaje sumado a que no hay una precisión fina al utilizar el látigo, pueden ser contraproducentes cuando se en un mismo espacio nos atacan entre 4 o 5 enemigos.
La profundidad del contenido queda también en el debe, pero como mencioné anteriormente, City of Brass entretiene tanto que terminás pasando por alto las cuestiones más mesticulosas que, salvo que te frustres por haber llegado lejos y morir por un error de calculo,
La ciudad de las cenizas y los detalles
Del aspecto gráfico poco podemos reprocharle porque va de la mano con la misma sencillez que predomina en todo City of Brass. Los niveles están bien logrados y el detalle de los enemigos, aunque un tanto repetitivos, es bastante alto. Las estructuras que acompañan los caminos también caen en un deje repetitivo, pero su factor lumínico contrapone un poco para intentar omitir ese loop en los azarosos escenarios.
Si bien el soundtrack es prácticamente inexistente, el sonido ambiente corre un factor clave, porque nos facilita conocer la ubicación cercana de los enemigos y el ruido de los tesoros cercanos.
Conclusión
City of Brass es adictivo y entretiene, pero también hay que tener en cuenta que los poco fanáticos de este tipo de juegos no le sacarán el suficiente provecho. No se trata de un juego de nicho, pero morir y empezar de 0 constantemente a veces es algo que exime a ciertos paladares gamers.
Probablemente la falta de niveles más variados y una diversidad más prolifera de enemigos y armas le hubiesen dado otra impronta al juego.