Square Enix trae a las consolas de actual generación Final Fantasy VIII Remastered, un rpg imprescindible pero que viene con una remasterización desprolija.
Durante muchos años el fandom gamer venía pidiendo un regreso, ya sea con una remasterización o remake, de Final Fantasy VIII, una de las grandes joyas de la primera generación de PlayStation y que fue amado y odiado por partes iguales, ya que Square Enix (ex Squaresoft) cambió muchos esquemas en cuanto a las mecánicas jugables que eran propias de la franquicia. Por solo mencionar un ejemplo, el hecho significativo que las magias se podían enlazar a las estadísticas de los personajes y se tenían que extraer de los enemigos fue objeto de un significativo número de críticas.
Sin embargo, Final Fantasy VIII es un rpg indispensable para todos aquellos seguidores de la saga y, por sobre todas las cosas, amantes de un sólido RPG, con una historia que comienza con un levantamiento en armas, una trifulca política, pero que en el fondo se ve envuelto fuerzas mucho más poderosas y en las que el joven Squall junto a Rinoa, Zell, Irvine, Selphie y Quistis se ven involucrados, tomando partido e involucrándose de una manera que cambiará sus vidas para siempre.
Tras su anuncio ¿inesperado? en la E3 2019, pudimos probar a fondo Final Fantasy VIII Remastered, un trabajo que está volcado tanto para los que ya jugaron de memoria esta aventura y quieren volver a tener partidas de Triple Triad, o conseguir todos los G.F., pero también para aquellos que en su momento no tuvieron la chance de disfrutar este colosal título, con algunas características que facilitan la jugabilidad pero con algunas mejoras gráficas que son un tanto cuestionables.
Una remasterización apuntada a evitar frustraciones
Hay muy pocos juegos que tienen la virtud de mantener una longevidad intacta, de manera tal que al jugarlos no sintamos el paso del tiempo. Square Enix impuso una serie de comandos adicionales a los controles que hacen de Final Fantasy VIII Remastered una experiencia sumamente liviana, ágil y que al mismo tiempo no le quita las virtudes que el juego logra relucir.
Vayamos por partes. Por un lado tendremos la posibilidad de triplicar la velocidad del juego (excepto en las cinemáticas) para transitar todas las escenas de diálogo a un ritmo más acelerado, y por sobre todas las cosas explorar, entrenar, potenciar a los G.F. y extraer las magias, quizás uno de los puntos más tediosos dentro del leveleo y potenciación de las estadísticas de los protagonistas.
En segunda instancia, también dispondremos de la chance de evitar cualquier encuentro (salvo los inevitables por la historia), esa habilidad que se puede adquirir gracias al G.F. Diablo ahora está disponible desde el minuto 0 de la partida; función sumamente clave si queremos atravesar determinadas zonas lo más rápido posible y sin la necesidad de combatir enemigos.
La tercera y última característica adicional ofrece la chance de tener la barra de HP al máximo y los Limit Breaks constantemente disponibles para su utilización. Esto no representa que seamos invencibles, ya que si el daño que nos provocan supera nuestra cantidad de vitalidad moriremos, pero claramente es una ayuda que permitirá sortear el grueso de los conflictos sin incovenientes.
Además, la versión de steam cuenta con una mayor personalización de facilidades, que van desde potenciar al máximo los G.F., tener todas las magias, todas las cartas comunes o todos los items, entre otros.
Estos elementos, completamente opcionales y que incluso se pueden poner y sacar en todo momento, son un recurso completamente valido y necesario en este tipo de remasterizaciones. Final Fantasy VIII tiene 20 años y hay demasiados conceptos y mecánicas que a esta altura vuelve irrisoria la experiencia, por lo que Square Enix ofrece la posibilidad de jugar bien old school o sencillamente con estos atajos que no entorpecen en lo absoluto la magia que ostenta la aventura.
Una remasterización descuidada
Los avances de la remasterización (como pueden ver el que les dejo al comienzo de este análisis) hacen énfasis en el lavado de cara, literal en determinados momentos, que tiene el juego a nivel gráfico, ya que en cuanto a la banda sonora se sigue respetando a rajatabla el trabajo sublime Nobuo Uematsu, que a la fecha sigue siendo el Final Fantasy con el soundtrack más versatil y potente de toda su longeva franquicia.
Pero volvamos al tema visual, ya que tenemos un pulido de los personajes, tanto de los protagonistas como del grueso de npc con los que vamos interactuando tanto en Balamb, como en Dollet, Winhill, Timber, Galbadia y el resto de las numerosas locaciones que transitamos. En los momentos de batalla, los enemigos están rediseñados y tienen el mismo nivel de detalle para no combatir contra un conjunto de pixeles con algo de forma; esto se traslada a su vez a los escenarios donde dan a lugar las batallas. Sin embargo, el resto de los escenarios, tanto del mundo exterior cuando exploramos como del interior de las zonas para explorar mantienen la calidad gráfica de la versión original.
Esto resulta bastante chocante porque es como si el personaje completamente púlido y trabajado se desplace por entornos borrosos, pixelados y desentonando completamente lo que intenta lograr Final Fantasy VIII Remastered.
Resulta particularmente extraño que, sabiendo el clamor popular por el regreso de FF VIII, Square Enix haya hecho en determinadas aristas un trabajo con un absoluto desgano, dejando en evidencia una falta de compromiso con una de las entregas más amadas por el fandom. Las cinemáticas mantienen exáctamente el mismo nivel de calidad y siguen siendo una joyita hermosa, que si todavía no han jugado por primera vez dimensionarán lo que generó hace 2 décadas.
Conclusión
Final Fantasy VIII Remastered es la oportunidad perfecta de jugar uno de los rpg más importantes de finales del siglo pasado, con algunas accesibilidades jugables que evitarán ciertos tragos engorrosos que hoy en día son dificiles de tragar. Para los nostálgicos, es una nueva invitación para revivir una aventura llena de aristas, secretos, zonas para explorar y decenas de enemigos a enfrentar, en un Final Fantasy que apostó por un estilo de juego diferente y dejando una huella en toda su franquicia, porque también sentó los precedentes para algunas aristas que se verían reflejadas en el futuro.
Lamentablemente, Square Enix descuidó algunos aspectos técnicos de esta remasterización, y ese pastiche en los fondos no tienen razón de ser. No tendremos la remake como es el caso de FF VII, pero siempre es lindo volver a jugar con el introvertido Squall y revivir una aventura que marcó a miles de jugadores.