Final Fantasy XVI construye sobre su legado de 35 años su historia más madura y violenta, con una estructura jugable que busca un ritmo asfixiante pero accesible.
Durante el primer tercio de la historia, Clive Rosfield, protagonista de Final Fantasy XVI, está en una búsqueda interna cazando espíritus del pasado y un legado que tiene sobre los hombros. No quiero spoilear mucho más sobre lo que sucede durante este primer gran cambio en el personaje y su narrativa, sino lo que nos pide el juego. “Apretá L3+R3 para aceptar la verdad”, una acción que cambia 180° la posición de Clive en esta historia, modifica su propósito y en el plano jugable habilita una de las habilidades más poderosas del juego y que amplia el abanico de posibilidades en combate.
Esta aceptación de la verdad es, trazando un paralelismo, un metamensaje que Hiroshi Takai (director) y todo el equipo de Square Enix enarbola en todo el desarrollo de Final Fantasy XVI: una aventura que se apoya en el legado de la franquicia pero no busca la demagogia servicial con sus fanáticos.
Final Fantasy es una de las franquicias más representativas en la historia del gaming y, que desde su debut en 1987, ha mutado con el avance de las generaciones de consolas pero también en la evolución de su propia saga.
Durante todo su legado vimos cómo pasamos del combate por turnos al combate por turnos en tiempo real, cada vez más abandonado la perspectiva estática hacia un combate más dinámico y vertiginoso, sin perder el concepto estratégico de la ecuación. Este propio legado que acarrea Final Fantasy es una Espada de Damocles que más de una vez estos “fans acérrimos” de la saga increpan a sus responsables. Hace 22 años que Final Fantasy (con FF X) mostró por última vez su estructura tradicional para evolucionar y, hoy todavía tenemos que seguir leyendo en foros y redes sociales esa necesidad de volver al pasado con mecánicas que ya no van de la mano a lo que el mercado gamer busca hoy en día.
“Aceptar la verdad”, eso es lo que hizo el equipo de Square al momento de desarrollar Final Fantasy XVI. Cómo adaptarse a un presente gamer enarbolado por la accesibilidad y la inmersión jugable sin perder el adn de la franquicia.
El viaje del héroe
Sin abandonar su fantasía, la magia e incluso la aparición de criaturitas entrañables como los Moogle, Final Fantasy XVI se posiciona como la aventura más dramática, cruda y adulta de toda su saga. Y no solo logra esto desde el impacto audiovisual, sino por sobre cómo aborda la construcción de los personajes y vemos el mundo de Valisthea en una guerra entre naciones mientras el mal consume todo a su paso.
La narrativa adulta de Final Fantasy no se sostiene solo con la crueldad de sus batallas, mutilaciones, sangre y algunas escenas subidas de tono. La inspiración del estilo “Game of Thrones” reboza en cada rincón, pero Square Enix hace un excelente uso de la narrativa medieval clásica para ponerle encima esa belleza mágica y fatalista que suele tener la franquicia.
El protagonista de esta historia es Clive Rosfield, el hijo de un lord que termina exiliado en el anonimato y que poco a poco termina envuelto en una lucha de la que nunca se imagino, que posiciona a los desposeídos contra los hombres de poder. Para contarlo de forma resumida, Valisthea es un reino que se nutre de magia a través de los Cristales Madre, estructuras gigantescas de las cuales se desprende el eter necesario para la elaboración de todo para la producción de este recurso que otorga poderes, así como también elementos básicos como la creación de fuego.
En este mundo, hay seres que ya nacen con magia (llamados portadores), e incluso hay humanos más poderosos llamados Dominantes, que tienen la posibilidad de transformarse en los colosales Eikons que ostenta esta entrega. Obviamente, cada región tiene a uno de esos Dominantes como protectores del reino, de esta forma la tensa calma entre las naciones se mantiene para evitar estos conflictos a escalas gigantescas, aunque como se puede apreciar a lo largo y ancho de todo FF XVI poco importa cuando hay que salir a atacar sin piedad ante el adversario.
El viaje de Clive Rosfield es el de un héroe que tiene una necesidad tangible, vengar el asesinato de su hermano, para luego sopesar el destino del mundo sobre sus hombros. Obviamente que esto no sucede de un minuto a otro: Final Fantasy XVI hace un excelente uso de los saltos temporales para llevarnos al pasado pero también aprovechando para avanzar en más de una oportunidad algunos años hacia adelante, para ratificar esa construcción que vemos a medida que exploramos el mundo de Valisthea, un territorio que además de estar en conflicto bélico desde hace décadas se encuentra al borde de la extinción gracias a la Plaga, una pandemia que amenaza con apagar la vida de todo el continente.
A pesar de ser una aventura en la que solo controlamos a Clive, se toma el tiempo suficiente para construir las ambiciones y deseos de los personajes que forma parte del elenco. Algunos de ellos los conocemos más a fondo gracias a las extensas cinemáticas que atraviesan todo el juego, algunos otros por las ‘¿polémicas?’ misiones secundarias, y algunos otros gracias a las enciclopedias que tiene el juego y, las cuales no solo podemos acceder en casi todo momento, sino que también son un añadido espectacular para no soltarle la mano a la historia.
Mencionamos más arriba la importancia de la inmersión dentro de la filosofía de la actual generación de consolas, y Square Enix diseño un sistema (que no recuerdo haberlo visto en otro juego con estas características) que apretando el botón táctil central del DualSense podemos conocer más sobre los personajes, regiones y eventos que ocurren durante los diferentes sucesos del juego. ¿Estamos dialogando con un personaje en un castillo? Apretando ese botón tendremos un desglose de los actores en la escena y la ciudad/zona que exploramos. Un recurso opcional que es de gran ayuda para no perder el hilo a una narrativa que, a contramano de lo que se pudo leer en los primeros análisis previo a su lanzamiento, logra mantener una tensión constante.
Acá no vamos a spoilear nada del otro mundo: en una historia que se cierne sobre una guerra entre naciones y un mal invisible, es evidente que parte de este conflicto bélico quedará en segundo plano cuando al final del día todo se trate de salvar al mundo. Pero, lejos de caerse en su último acto, Final Fantasy XVI saca a relucir toda la madurez de su historia, poniendo a los personajes y sus causas por delante de sus anhelos, con unas escenas finales realmente espectaculares.
En paralelo a esta punta del iceberg, FF 16 intenta tocar otros temas desde la perspectiva de Valisthea, como la esclavitud, el abuso de poder, la lealtad y el legado que buscamos dejar a la posteridad. En un mundo que no concibe la vida sin la magia, (lease un recurso no renovable), hay un claro mensaje que detallado y tácito que indica que otros caminos son posibles. ¿Cómo termina el conflicto de este juego? Es una hermosa pregunta que me encantaría que ustedes puedan descubrir.
Un combate que quiere mirar hacia adelante
Otros de los puntos de conflicto dentro de la conversación sobre Final Fantasy XVI fue cómo directamente se inclinó verticalmente hacia un combate más de la vereda de Devil May Cry y lejos de lo que el cada vez más entrañable combate por turnos.
Final Fantasy XV y la remake de Final Fantasy VII buscan ese maridaje entre el combate en tiempo real y el hack n’ slash, acá directamente FF XVI se vuelca 100% a un combate con mucha acción, que invita al smasheo de botones pero que, detrás de esa primera capa, tiene una cuota de estrategia centrada en la sincronización de habilidades.
Recordemos que FF 16 es el viaje de Clive, una aventura que tendrá aliados manejados por IA (invencibles) y que lo controlaremos durante todo el juego. Este “viaje de Clive” no encajaba con los clásicos “equipos” de las entregas anteriores, entonces es que surge esta nueva (en la franquicia) idea de combate.
Durante toda la aventura, el protagonista absorbe los poderes de los diferentes Eikons (cada uno representando un elemento), pudiendo equipar 3 en simultáneo. Esto abre una abanico de habilidades de diferentes rangos y potencia, con un punto diferencial: no existe la barra de magia sino que cada una de las técnicas tiene un “cooldown” que se recarga con el tiempo.
En la estructura de botones, está el botón de ataque y un botón para lanzar magia. Después, tendremos una combinación de botones para realizar estas habilidades de los Eikons que equipamos. Lo que permite de esta forma es encontrar una identidad propia para llevar el estilo de combate al plano que nosotros queramos. Esta versatilidad permite ir modificando los estilos de juego durante la partida e incluso utilizar el mismo set de habilidades hasta el final.
El principal punto de conflicto (que duele en cierta parte) es la ausencia total de afinidades elementales versus los enemigos. Ver a un Bom y que el daño de fuego sea el mismo que el daño de hielo es incongruente con el legado de la franquicia. Pero vamos de vuelta con el título de este análisis: “Esta no es una carta de amor a los fans”. ¿Por qué no son funcionales las debilidades elementales? Porque eso rompería el adn de este combate: la mezcla de técnicas y recursos para hacer extensos combos y destruir todo a nuestro paso. Un punto diferenciador de este Final Fantasy por sobre el resto es el esquive preciso, una arista bastante habitual en otro tipo de juegos pero que en FF 16 es un deal breaker para el desarollo de las peleas más importantes.
El poder que Clive acumula con el progreso de la aventura tiene una connotación “negativa” en la exploración del juego: los enemigos comunes que encontramos por Valisthea no tienen un nivel de desafío lo suficientemente exigente para aprovechar a farmear, y eso solo queda reservado para los encuentros obligatorios y también las criaturas únicas que podemos cazar por encargo. En donde FF 16 más se parece a sus antecesores es en la exploración, refugiándose una vez más en entornos semi abiertos, con mapas que tienen grandes áreas para recorrer entrelazadas por caminos lineales.
Si vienen leyendo algunos de los análisis publicados durante los últimos dos años; remarcamos un denominador común que tienen los títulos rutilantes de la actual generación de consolas (dejamos afuera el ingenio de Nintendo Switch por patear el tablero con una consola lanzada hace 6 años): no hay una innovación en la jugabilidad, sino que el norte está puesto en la inmersión y la accesibilidad.
Sobre estos puntos, Final Fantasy XVI invita a cualquier jugador que disfrute de esta aventura sin un nivel exigente en su jugabilidad. En parte porque cuenta con un “Modo Historia” y un “Modo Acción” que desinfla la curva de exigencia, pero también añadió diversos sistemas de controles para ampliar el interés de los jugadores. Esa búsqueda de romper el “nicho de los fans” lo construye bajo estos pilares, construidos también sobre una historia que tiene un tinte más mainstream.
La accesibilidad también viene de las manos de items (anillos) que están disponibles desde el minuto cero para “facilitar” las batallas de todo el juego, como por ejemplo, esquive automático.
Valisthea entra por todos los sentidos
Accesibilidad e inmersión, esos pilares de la actual gen. Y Dios mío, qué inmersión logra Final Fantasy XVI. Un juego exclusivo para PlayStation 5 y que lo justifica desde las primeras cinemáticas. Ese maridaje entre la potencia de sus cinemáticas, las explosiones mágicas de sus combates, las colosales batallas de los eikons y un soundtrack que se posiciona dentro de lo mejor de la franquicia.
Hay una profundidad audiovisual pocas veces vista, y el juego se aprovecha de esto. No solo se reserva el espectáculo en los enfrentamientos inolvidables, sino que hace un uso de la iluminación de una forma escandalosa. Hay regiones de Valisthea que se pierde en un ocaso, o desiertos llenos de ruinas a los cuales las pisadas de Chocobos marcan el paso entre las peligrosas rutas para explorar.
No se si es el feedback háptico del DualSense está 100% aprovechado, pero los Pulse 3D está explotados hasta la última melodía. La banda sonora hace una sinergia increíble para transmitir la tensión, el drama y el vertigo de cada escena. La bso de las batallas es, por sobre todas las cosas, una montaña rusa.
El despliegue a nivel audiovisual entra dentro de lo mejor que se ha visto en un videojuego de estas características, y sienta las bases para el potencial que puede tener la consola en los años venideros.
Conclusión
Final Fantasy XVI le da una palmada a sus fanáticos entregando una de las historias más espectaculares de toda su franquicia, pero abre la puerta a una comunidad con muchas ganas de subirse a este barco con una aventura que abraza una jugabilidad más versátil y una capa de espectacularidad que invita a no soltar el DualSense en ningún momento.
Es probable que, cuando Final Fantasy avance con sus entregas numeradas, veamos a FF 16 como un punto de inflexión como en su momento fueron FF VII y FF XII, respectivamente. Nunca fue una franquicia que se quedara en los laureles, y lejos de repetir la fórmula, busco (para bien o para mal) llegar a nuevos horizontes. En retrospectiva, es el juego que más se aleja de la orilla de su adn, pero el aire de Final Fantasy se respira en los detalles, y logra calar hondo en la fibra de los fanáticos.
Es probable que, cuando Final Fantasy avance con sus entregas numeradas, veamos a FF 16 como un punto de inflexión como en su momento fueron FF VII y FF XII, respectivamente. Nunca fue una franquicia que se quedara en los laureles, y lejos de repetir la fórmula, busco (para bien o para mal) llegar a nuevos horizontes.
En retrospectiva, es el juego que más se aleja de la orilla de su adn, pero el aire de Final Fantasy se respira en los detalles, y logra calar hondo en la fibra de los fanáticos.