Ghostrunner es una aventura de acción desafiante, pero que su ambientación y jugabilidad nos atrapa desde un primer momento.
Desde su anuncio durante la Gamescom 2019, Ghostrunner llamó la atención a medida que fue lanzando durante todo el año diferentes avances y gameplays que ostentaban una jugabilidad que oscilaba entre el parkour de Mirror’s Edge, una potente puesta en escena con estética cyberpunk y un frenetismo que se vuelca en sus aristas platarformeras como de acción.
Tras pasar los primeros minutos con Ghostrunner comprobé que todas esas premisas que en su momento encasillaron al juego no solo estaban bien establecidas, sino que eran solo una mirada superficial de todo el potencial que tiene esta aventura.
Desarrollado por One More Level y 505 Games, Ghostrunner es un trepidante plataformero de acción, que tiene su puesa en escena a la vieja escuela con un diseño segmentado de niveles, con secretos y una dinámica que siempre nos tendrá en constante movimiento. Entre saltos y desplazamientos, tendremos que además eliminar de forma inteligente a decenas de enemigos con mucha prudencia, porque si bien somos letales con nuestra espada, tendremos una fragilidad palpable.
El juego se encuentra disponible para PlayStation 4, Xbox One y PC, mientras que la versión de Nintendo Switch arriba el 10 de noviembre.
Saltar, atacar, morir, repetir
La fragilidad de nuestro protagonista es una cuota de dinámica implícita que ofrece el juego. Como si se tratara de un Hotline Miami en primera persona, cualquier daño que recibimos de los enemigos se traduce en la muerte. Por eso, Ghostrunner no solo cuenta con un respawneo inmediato y una buena dosis de checkpoints, sino que también nos plantea una dinámica en la que es difícil que entremos en un plano de frustración, obvio siempre y cuando cumplamos con las reglas básicas que nos ofrece el juego.
La historia del juego es probablemente lo menos anecdótico que tiene la propuesta y que si bien le da un marco narrativo a nuestros espadazos, no termina de ser algo impactante. Nosotros encarnamos al último de los Ghostrunner, un cuerpo de élite creado mitad máquina/mitad humano, en un futuro distópico en el que los últimos vestigios de la humanidad conviven en una enorme torre que funciona como una ciudad vertical. La anarquía y el caos se apoderó de las calles y tendremos un propósito que se alimenta de venganza y justicia a través de una voz que reside en un mundo paralelo, un mundo cibernético que nos da un propósito y un camino a recorrer.
Hay algunas vueltas de tuercas y plot twist que se ven a kilometros de distancia, pero como dije más arriba, su narrativa es lo que menos nos llama la atención, ya que controlar al Ghostrunner es lo que le da una verdadera atracción al título.
La combinación de plataformas y acción cohesiona de forma perfecta. Los niveles irán atravesando zonas en las que tendremos que atravesar caminos y recorridos de la ciudad plagados de trampas y precicipios, pero para el Ghostrunner no será problema: podremos trepar por las paredes, colgarnos en ganchos y “hackear” algunas plataformas para moverlas de lugar. El movimiento constante es una vertiente que se mantiene de punta a punta en todo el juego y es la gran clave para sobrevivir a los combates.
De tanto en tanto, los niveles nos obligarán a enfrentar a enemigos para poder avanzar. Al principio entre 1 y 3 pero a medida que avanzamos la ecuación se irá complejizando. Cada enfrentamiento se enmarca en la misma estructura lineal de los niveles pero que invita a la creatividad al momento de emplear nuestras tácticas. Ghostrunner ofrece una libertad absoluta para limpiar las diferentes zonas y ser una máquina mortal y para ello iremos sumando nuevas habilidades con el progreso de la aventura.
Además de la espada y las técnicas de parkour, tendremos desde el comienzo la posibilidad de ralentizar brevemente el tiempo para movernos con rapidez y, además de esquivar los ataques enemigos, lanzarnos sobre ellos. Más adelante, iremos aprendiendo nuevas skills en otro tipo de niveles que se alejan de la estructura principal del juego, unos escenarios ambientados en el plano digital, una especie de matrix alterna que hace las veces de tutorial de entrenamiento. Estas nuevas skills necesitan un tiempo para recargarse pero que son de gran ayuda en los momentos más exigentes: desde lanzar impulsos como si fuésemos un Jedi que maneja la Fuerza, realizar un ataque a toda velocidad y algunas más que son mejor descubrirlas para nos arruinarles las sorpresa.
Todas las habilidades se podrán mejorar con una grilla de upgrades en forma de Tetris que me pareció muy original. En cuanto vayamos superando niveles, iremos desbloqueando nuevas mejoras pero también slot para colocarlas, y no podremos utilizarlas a todas, así que tendremos que elegir sabiamente cuáles se adaptan a nuestro estilo de juego.
El progreso habilidoso del personaje va de la mano con la dificultad ascendente que ofrecen los enemigos. Los primeros niveles enfrentaremos a soldados armados con pistolas, después con ametralladoras y más adelante la cosa se complica: aparecerán máquinas voladoras que disparan, francotiradores, soldados que se abalanzan contra nosotros, kamikazes, otros que usan un escudo protector por lo que tendremos que atacarlos por la retaguardia y varias clases más. Por suerte, el escenario acompaña y ayuda a la perfección cuando tenemos que enfrentar a varias clases de rivales al mismo tiempo.
Hay mucho de prueba y error en Ghostrunner. Morir es algo común en el juego y gracias a su instantáneo respawneo volvemos rápidamente a la acción. Esto invita a probar diferentes tácticas y lo bueno es que la mayoría son válidas para pasar; la libertad que tenemos para delimitar nuestros propios ataques es muy amplia y si bien hay una determinadas reglas tácitas que nos pone la propuesta, podremos abordar las zonas de acción como queramos.
Creo que una de las cosas más atractivas es que nunca bajamos el ritmo de la dinámica. Lo vertiginoso de la propuesta no solo está delimitado a los enfrentamientos; las largas secuencias plataformeras son también frescas, variadas y con muchas trampas en el camino. Ghostrunner pregona el constante movimiento y entre caminar por las paredes, saltar, congelar el tiempo, colgarse por los aires y evitar una cantidad variada de trampas, no soltaremos el joystick en ningún momento.
La verticalidad del juego es un mérito absoluto, que nos va ofreciendo diferentes perspectivas de esta ciudad/torre en un diseño de niveles exquisito, que puede tender a repetirse en varios tramos pero que nos lleva por todos los lugares de esta distópica urbe. En determinados momentos parece casi invisible, pero la ascensión hacia la cima de esta torre es casi constante en el juego y es un mérito en la arquitectura de los escenarios que pase tan desapercibida. Obviamente, al finalizar algunos niveles tomaremos una especie de ascensor que nos acorta este largo trayecto”, pero las estructuras plataformeras están colocadas de forma tal que iremos escalando progresivamente.
Los niveles, unos 17 en total, tienen una duración completamente relativa, que se ata a nuestra habilidad para avanzar y la cantidad de veces que morimos, ergo, nos quedamos trabados en un lugar. Es decir, que podemos tardar entre 10 y 15 minutos para pasar de zona o más de una hora y media -algo completamente real y comprobado en carne propia-, que también cuentan con su propia cuota de rejugabilidad porque hay una serie de coleccionables y diseños cosméticos para la espada escondidos.
Ghostrunner también tiene lugar para los Bosses. Son 3 enfrentamientos que son complejos e intensos, con una metodología que varía tanto en el diseño de los rivales como en las estrategías que tenemos que implementar para derrotarlos. Son de los momentos más duros de todo el juego, pero que su dificultad tiene otro color cuando desciframos la correcta forma de eliminarlos.
A nivel audiovisual, la aventura es impactante. Al pulso de sintetizadores y destellos luminosos, Ghostrunner cuenta con un sobrio nivel de detalle en todos sus escenarios, elementos que ponderamos y podemos reflejar cuando trepamos por las paredes o exploramos los rincones de la ciudad. Los diseños de los enemigos se quedan en un punto medio, están bien logrados pero no terminan de tener ese mismo impacto que toda la ambientación que acompaña. Los niveles que estamos al aire libre entre los techos de la ciudad me han parecido los más soberbios y que respiran cyberpunk por todos lados.
Conclusión
Ghostrunner es una de las gratas sorpresas del año. Es exigente y nos obliga a una concentración constante, pero el nivel de desafío y las habilidades que tiene el protagonista de turno están a la altura de las circunstancias. En paralelo, una ciudad que tiene su propia cuota de protagonismo con un diseño que permite explorar, en un marco lineal, todos los rincones de esta urbe futurista.
Hay una sensación de vértigo constante a lo largo de todos sus niveles, y el ingenio para avanzar en cada una de las fases es igual de satisfactorio que cuando realizamos todo tipo de acrobacias. No es extremadamente largo, pero su frescura constante y su variedad de desafíos nos mantendrá al borde del sillón todo el tiempo.