Hyrule Warriors echa raíces como saga con su tercera entrega, Age of Imprisonment, aquel experimento por expandir la franquicia de Link de la mano de su protagonista revitalizada, la princesa Zelda.
No todo es Mario en el universo Nintendo. Hoy devenido monstruo tanto de la industria del gaming como jugador estrella del entretenimiento, la compañía niponesa busca, lógicamente, darle otra dimensión a sus hijos predilectos. En épocas de precarización laboral, Mario ha tenido más trabajos que nadie, desde tenista hasta doctor, en dos o tres dimensiones y con modalidades de juego tan variopintas como, en buena medida, exitosas. Sería equivocado decir que todos sus amigos han corrido la misma suerte, pero no podemos negar que personajes como Kirby o el recientemente rejuvenecido Donkey Kong han, cuando menos, gozado de experiencias de juego no necesariamente iguales a sus originales. Es decir, nacidos como side-scrollers, han podido incursionar en alternativas atractivas, desde aventuras tridimensionales hasta dinámicas propias de carreras que darían envidia al mismísimo Mario Kart. En fin, entre franquicias sobreexplotadas y personajes injustamente olvidados, se balancea elegantemente Zelda.
Dueña de quizás el lore más sofisticado de Nintendo, el reino de Hyrule ha albergado esencialmente RPGs muy diferentes entre sí, pero con una sólida base para sustentar su ramificación. La subfranquicia Hyrule Warriors vino a romper la tradición adoptando de premisa un género curioso como es el Hack and Slash. A veces traducido como “corta y machaca”, se trata de un primo cercano de los viejos beat em up (o “todos contra el barrio”) en los que el jugador se enfrenta a innumerables villanos y jefes con notable asimetría de poder (en su mayoría, en favor del jugador). Allá por 2014, en épocas de la infame Wii U, Koei Tecmo y Nintendo unieron fuerzas para mezclar la narrativa de Zelda con la jugabilidad de Dynasty Warriors, logrando una interesante variante de una franquicia amada. Luego de aquel experimento y una exitosa secuela para la Switch de título Age of Calamity, Hyrule Warriors: Age of Imprisonment reafirma la validez de la fórmula y la propia identidad de la saga. Exclusivo para Switch 2, como no podría ser de otra manera, clarifiquemos las expectativas para ingresantes y amantes de la subfranquicia de esta nueva aventura de la princesa de Hyrule.
Narrativa, ante todo
Dada la naturaleza (relativamente) sencilla de la jugabilidad, Hyrule Warriors: Age of Imprisonment se sustenta en su historia. Situada dentro del universo Breath of the Wild, la iteración más reciente (y tal vez, más exitosa) de la franquicia, la trama transcurre durante Tears of the Kingdom. Con Zelda como personaje principal, la princesa se encuentra misteriosamente transportada a la antigua Hyrule. Allí conoce a Raura y Sonnia, antepasados reales y bondadosos aliados en viaje. Como viajera temporal, buena parte del camino de Zelda se centra en entender su circunstancia así como descifrar la manera de regresar con la ayuda de sus amigos monarcas. En paralelo, los reyes tienen sus propias batallas que atender, y Zelda resultará una figura clave para erigirse vencedores. A ello debe sumarse un pulido roster de personajes bien escritos y con roles claros para la trama.
La contracara de un guion bien escrito es un videojuego cargado de secuencias cinemáticas. Quienes deseen entregarse a la acción se hallarán presionando el botón de “omitir” más veces que el de atacar. Huelga decir que la escritura amerita la atención y la animación, que cubriremos más adelante, justifican un juego esencialmente cinemaográfico. La inmersión en la historia es total y amerita la paciencia en la medida en que aceptemos esta entrega de Zelda busca balancear acción con relato, y que la paciencia rinda frutos al preservar el folclore detrás de una franquicia tan nutrida como esta.
Atacar, atacar, ¿atacar? Cómo Zelda replantea el Hack and Slash
Hyrule Warriors: Age of Imprisonment, en tanto hack and slash, se esmera en profundizar la fórmula. Si bien la base sigue siendo la lucha asimétrica contra millares de enemigos y bosses recurrentes, existen muchos elementos para expandir las posibilidades. Para empezar, el jugador suele controlar a un equipo entre los tantos personajes de la entrega, con diferentes poderes especiales y demás ataques que van aprendiendo y nivelando en el camino. Además, la combinación de personajes permite ataques en conjunto y demás brillas que, en última instancia, vuelven más vistoso el combate. El detallado universo Breath of the Wild dota a la customización de infinidad de elementos que son más que atractivos para fanáticos de la saga, pero que se pueden ignorar con relativa facilidad para quienes simplemente desean machacar enemigos sin ton ni son.
Es justamente este último equilibrio el que tensiona un poco el valor de la entrega: el balance entre la sencillez de hack and slash y el frondoso lore de Zelda. Existe en definitiva un denominador común de jugadores que valoran la intersección entre facilidad, narrativa y diseño de jugabilidad, y, vale aclarar, la progresión atrae cierta dificultad. Sin embargo, en el amplio mundo de gamers, cuesta negociar entre estos tres elementos, y así como habrá jugadores que pueden resignar una por sobre las otras, puede haber quienes no toleren demasiada historia o customización profunda o, por el contrario, la simpleza del género. Nada quita que la apuesta es ambiciosa y que el placer de apalear rivales puede ser divertido, aunque sea por un rato. En esa tónica, los combos de ataques son tan sencillos e intuitivos que, bien intercalados de animaciones de combate, generan esa satisfacción de controlar a un protagonista poderoso en un mar de villanos.
Otra vez sopa de Breath of the Wild
Seríamos injustos si no valoráramos el impacto de Breath of the Wild. Un verdadero antes y después dentro de la ya consagrada franquicia, no solo seteó los estándares de todos los Zeldas venideros, sino la vara misma de los juegos de Nintendo Switch. Su legado incluye, entre tantas otras cosas, una reinvención de las líneas temporales de Hyrule como una preciosa estética animada que ha alimentado tanto a sus secuelas como a la saga de Hyrule Warriors, desde su primer volumen hasta el actual Age of Imprisonment. Sabemos además que los motores gráficos de la Nintendo Switch 2 le han insuflado nueva vida a esta estética, reluciendo de otra manera para generaciones por venir. Es, sin embargo, su exceso de luminosidad lo que golpea con cierta extrañeza al ojo en épocas de videojuegos hiperrealistas. Está claro que Nintendo no apuesta al mismo realismo de sus pares de Sony y Microsoft, hay algo chocante en la iluminación de Hyrule Warriors: Age of Imprisonment. Las sombras se proyectan algo pixeladas, los originales diseños de personajes se ven quemados por la luz blanca de la animación. Quizás no sea todavía el momento de pasar la página a las visuales actuales de Zelda, pero con el arribo de la Switch 2, no se lucen como un supondría.
En contraste, la luminosidad de la partitura musical es encomiable. Las suaves notas de la banda sonora generan un clima calmo que no desafina con el combate y otorga dramatismo justo a las cinemáticas. La orquestación despojada y tenue se alinea perfectamente con las voces de los protagonistas que, nunca nos cansaremos de festejarlo cuando ocurre, pueden escucharse en doblaje al español latino (dicho sea de paso, doblaje que optó por traducir este juego como “La era del destierro”). Nintendo sabe cuidar a sus hijos predilectos mediante a una localización digna de Disney, y esa apuesta le garantiza llegada a un público más amplio. La cadencia de los personajes recuerda a animes y películas animadas harto conocidas, lo cual sugiere que hay estudios de grabación familiares detrás, y el montaje de voice acting sobre melodías discretas y encantadoras merece todo reconocimiento posible.
¿La era del Zelda Hack and Slash?
Volvemos entonces a nuestro dilema central: ¿qué tanto puede alejarse Zelda de su zona de confort RPG? La respuesta es toda una saga de hack and slash, y Hyrule Warriors: Age of Imprisonment es la versión más madura de este spin-off. Si bien Age of Calamity ya le había dado una épica a la saga, la tercera entrega afianza una fórmula a la vez que reafirma el protagónico de la princesa que históricamente dio nombre a la franquicia y fue injustamente condenada al rol del damisela en apuros (sin desmercer al querido y reciente Echoes of Wisdom). Aun en la jugabilidad repetitiva (no como crítica sino como condición de género), Hyrule Warriors se esfuerza en potenciar su dinámica con auténtica cinematografía, historias atrapantes, una banda sonora superior y todo lo que quieren los fans de uno de los personajes más importantes de la historia de los videojuegos.
No todo es color de rosa, y Hyrule Warriors: Age of Imprisonment puede no apelar a todo público (como sí podría hacerlo cualquier otro clásico de la saga). Las limitaciones gráficas de la Switch 2 asoman de tanto en tanto, entre cinemática y cinemática, y la tentación constante de omitir todo, y el género puede no ser exactamente lo que un fan de Zelda espera de la franquicia. Aún así, no cabe duda de que el experimento funciona, y que Age of Imprisonment no hace más que ratificar el potencial de una de las mejores IP de Nintendo.
Hyrule Warriors: Age of Imprisonment consolida el experimento hack and slash de la saga, con Zelda como protagonista en una historia ambientada durante Tears of the Kingdom. Cargado de lore y cinematografía, combina combates vistosos, personalización y un elenco sólido, aunque su exceso de cinemáticas y gráficos algo saturados contrastan con una banda sonora y doblaje sobresalientes. Una entrega madura y ambiciosa, no para todos los públicos.
