La nueva era de la Nintendo Switch 2 ha llegado y Donkey Kong Bananza se carga al hombro la responsabilidad de darle su primera aventura fuera de serie que cosecha rumores de GOTY a menos de una semana de su lanzamiento.

Donkey Kong pedía amor a grito pelado. Luego de años desde sú último lanzamiento original y puro remake bienintencionado, pero sin novedad, Nintendo finalmente rompió el silencio y lo hizo a los golpes limpios de potencia símica. 2025 comenzó con el anuncio de la nueva consola y, apenas unos meses después, se develó su lineup de títulos para completar un año a puro tanque. Si bien Mario Kart World terminó siendo el juego de lanzamiento, Bananza no se iba a quedar atrás puesto, luego de estrenarse apenas un mes después para la consola que goza de sus derechos exclusivos, ya ese uno de los videojuegos más festejados de 2025, un contendiente indiscutido de los galardones venideros.

El sucesor espiritual del revolucionario Super Mario Odyssey, Donkey Kong Bananza ofrece una serie de mundos semiabiertos para recorrer a gusto y piacere mediante la hermosa técnica de la destrucción. Los puños llenos de verdades de nuestro simio preferido abren paso por caminos tan diversos como cada jugador que tome el joy-con, y no hay dos formas iguales re recorrer esta nueva propuesta de Ninendo. Con una premisa atractiva y un protagonista conocido ¿son justificados los gritos de GOTY o nos estamos pisando la cola? Veamos de qué va esta bananza.

Las nuevas aventuras del viejo Donkey Kong

Sería injusto decir que fue todo olvido para el gorila de corbata. Lejos del plano de los videojuegos que lo vio nacer, Donkey Kong fue reconocido con la apertura de su propia área en un parque temático, un papel secundario en la película de su frienemy plomero y hasta un rediseño de imagen que vio primero la pantalla grande antes que la humilde y potente LED de la Switch. No había chance de que Nintendo estuviera pensando cajonear a su simio preferido, pero sus planes para él eran mucho mayores que una cara peluda y bonita para branding.

Donkey Kong Bananza lleva al menos cinco años en el horno. Originalmente concebido para la primera Switch, se trató originalmente de un encargo para el equipo detrás del inigualable Super Mario Odyssey. Los paralelismos son evidentes desde el minuto cero, empezando por una historia sencilla que pone al protagonista frente a un aliado inesperado (Pauline) y villanos que se oponen en su camino (la corporación Void). Como es presumible, aun con guiones originales, personajes con diálogos nutridos y personalidades jocosas, poco importa la historia. El relato queda en segundo plano para privilegiar la jugabilidad, de darle al jugador el control total de Donkey Kong para que cumpla con las misiones y recolección de objetos a su manera. En todo caso, la colorida narrativa no deja de ser una excelente excusa para descubrir mundos fantásticos y aventuras visualmente impactantes.

Sin repetir y sin spoilear (demasiado), Donkey Kong Bananza encuentra al chimpancé trabajando en una mina hasta que una compañía malvada, en sus conspiraciones corporativas, lo fuerza a explorar mundos subterráneos en la compañía de Pauline, una adolescente de voz privilegiada. La improbable alianza niña-simio los lleva a recolectar bananas (las lunas del Odyssey), oro (monedas), y atuendos para customizar a nuestros personajes en el proceso. 20 horas, sin prisa y sin pausa, pueden bastar para trama principal, pero la invitación a explorar es tan atractiva que difícilmente alguien se resista a jugar menos del doble o el triple del tiempo estipulado. ¿La razón? Los poderosos brazos de destrucción.

Jugabilidad Bananza: No me arrepiento de (destruir) nada

Así como en Odyssey, la gorra de Mario le permitía recorrer el espacio poseyendo personajes y dando saltos inusitados, en Donkey Kong Bananza, nuestro comandante en mono se abre camino a golpe limpio. No es exagerado decir que todo se puede romper (y lo que no, se sortea oportunamente). Excavar, atravesar una pared, trepar a los tumbos, cualquier excusa es buena para explorar los mapas de esta aventura, y siempre hay una recompensa detrás, sea oro, fósiles o bananas. No hay dos recorridos iguales y, casi de manera intuitiva, cualquier jugador se verá tentado de buscar su camino a puro puño, como hizo, naturalmente, el mismísimo padre de la criatura, el señor Shigeru Miyamoto.

Como si esto fuera poco, la incorporación de Pauline como secuaz del protagonista abre un panorama de power-ups para sofisticar la experiencia. Desde fuerza bruta hasta alas momentáneas para surcar los cielos, Donkey Kong muta en sus versiones salvajes como el orangután o la cebra para poder darle una nueva dimensión a cada nuevo mundo semiabierto. Los mismos contienen, además, pequeños mini niveles que, en buena medida, homenajean las más de cuatro décadas de trayectoria del gran Kong. Guiños sutiles y otros evidentes mezclados con una jugabilidad única. En última instancia, cada minijuego, cada transformación y cada variación son excusas perfectas para continuar rompiendo todo lo que se cruza en el camino, y la sensibilidad de los joy-cons de esta nueva Switch hacen de este raid destructivo un verdadero arte.

Hablando de la consola, la experiencia se transporta perfectamente al modo portable. Una buena pantalla grande para observar el desastre que vamos dejando al paso no está mal, pero esas pulgadas extra de pantalla entre la Switch 2 y la 1 permiten una muy amigable sesión para el bolsillo de la dama y la cartera del caballero. No se transparenta con la misma gracia la dinámica de cooperativa que invita a un segundo jugador a controlar a Pauline como una suerte de shooter/complemento del protagonista, idea ya presente en Mario Odyssey que caotiza levemente el escenario, pero otorga un premio consuelo a los eternos sidekicks.

Una construcción majestuosa para moler a palos

El mix entre clásico y moderno de Donkey Kong Bananza no se sostiene únicamente a fuerza de brutalidad interactiva sino también frente una poderosa veta audiovisual. Allí donde las texturas de Mario Kart World insinuaban su concepción original para la primera Nintendo Switch, se lucen los preciosos contornos y colores de montañas, pasturas y personajes que exige esta nueva generación de consolas. Naoto Kubo, compositor de Mario Odyssey, dirige la parte musical de esta entrega, con el plus del peso narrativo de las canciones en la voz de Pauline. Esto permite la articulación entre partituras preciosistas para mundos majestuosos y ritmos pop entonados con la dulzura de la co-protagonista.

Entre texturas pulidas y diseños detallados, las capas subterráneas que integran los mapas de Donkey Kong Bananza no tienen nada que olvidar ni a sus antecesores ni otros tanques como The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. Las horas se van en exploración de espacios campestres, mineros, subacuáticos y cualquier tipo de escenario fantástico que puede ser destruido. En esa tónica, uno de los pocos pecados de Bananza son los ocasionales conflictos con la cámara. Es difícil seguir al gorila cuando los senderos por los que nos abrimos paso bloquean cualquier ángulo posible y, si bien uno siempre puede salir aireado gracias al mismo mecanismo (los golpes), el equipo de diseño de Nintendo fue víctima de su propia encerrona al proponerse una dinámica tan atractiva que no siempre es amiga de las cámaras.

Por último, Donkey Kong Bananza presenta un variado elenco de personajes originales y reciclados con una particularidad: el único voice-acting es el de Pauline. La decisión, más curiosa que otra cosa, nos hace preguntarnos si no hubiera sido mejor darle voz (o, específicamente, diálogos leídos en voz alta) a más personajes o si era necesario grabar todas las líneas de Pauline. Sea como fuere, Nintendo sí hizo sus deberes y se tomó el trabajo de localizar Bananza para Latinoamérica, una tarea fundamental si consideramos que, aun cuando el juego puede ser disfrutado por cualquier edad, sigue siendo pensado principalmente para infancias. No hay calidad sin localización y, por suerte, el gigante de las consolas lo suele tener presente cuando lanza sus productos fatto in casa.

El veredicto: ¿Donkey Kong Bananza sí o no?

No es ningún secreto: Donkey Kong Bananza es un juegazo. No podemos más que celebrar sus chances de GOTY, ya que el encanto del regreso de Donkey Kong es imposible de resistir. Da gusto recorrer cada rincón en búsqueda de tesoros, coleccionables, o el mismísimo placer de la destrucción de la mano de un personaje que merecía volver al centro. Cabeza a cabeza con su predecesor, Super Mario Odyssey, esta fórmula garantizada del éxito que, créase o no, ya tiene casi una década, no ha envejecido en lo más mínimo.

Solo a productos de altísima calidad y tanto trabajo como este se le exige tanto. Es por ello que las mínimas imperfecciones no le restan ni un punto de excelencia a Donkey Kong Bananza. El placer casi terapéutico de destruir todo lo que se interpone en el camino del simio y su secuaz humana es verdaderamente único, y no podemos augurar más que alabanzas, premios y éxitos al amante de las bananas que ya ha dejado su huella en esta nueva generación de consolas.

9.5

Donkey Kong Bananza es prácticamente perfecto. Su dinámica única de exploración a los tumbos, su riqueza en diseños y personajes y sus posibilidades ilimitadas de recorrer mundos fantásticos lo hace un título obligado de Nintendo Switch 2. Los mínimos errores hablan de la vara alta de Nintendo y son virtualmente inexistentes al lado de las horas de diversión que este título ofrece.

  • 9.5
  • User Ratings (0 Votes) 0
Share.

Nunca NO estoy esperando otro Mario. Si mis cálculos fueron correctos, recibirás esta carta inmediatamente después de ver al DeLorean alcanzado por el rayo.

Leave A Reply

Exit mobile version