Devoler Digital arranca 2021 con Olija, un plataformero de acción bañado en pixel art que fue desarrollado por una sola persona: Thomas Olsson.
Devolver Digital a lo largo de los años se ha ganado una seria reputación entre la comunidad gamer – y seria es un decir, ya que su comunicación y forma de manejarse es todo lo opuesto – alojando la distribución de títulos indie y de mediano desarrollo.
Más allá de que no tiene un 100% de efectividad, siempre que jugamos algún título del sello Devolver sabemos que estamos ante una experiencia tan distintiva como atractiva. Fall Guys, The Messenger, Gris o Hotline Miami son solo algunos referentes de la publicadora, y bajo esta misma tónica llega Olija, una aventura plataformera en 2D con estética pixel art que apela a una historia mapeada a la vieja usanza: un protagonista, una peligrosa misión con el mal acechando constantemente y envuelto entre misterios y relatos un romance que crecerá entre diálogos y escenas silenciosas.
Dentro de todas sus particularidades, no puedo dejar de mencionar que Olija fue desarrollado por una sola persona, Thomas Olsson, miembro de Skeleton Crew en un trabajo que le llevó varios años.
Escapando de Terraphage
Olija nos pone en la piel de Lord Faraday, el líder de una comunidad que atraviesa una grave crisis económica. En un esfuerzo por querer traer prosperidad a su pueblo, se embarca en un viaje con su tripulación hacia un nuevo comienzo, pero esta misión se cae por la borda tras varias semanas navegando y una feroz tormenta que destruyó por completo su embarcación.
Lejos de sucumbir, Faraday termina naufragando en los limites del archipiélago de Terraphage, un conjunto de islas envueltas por fuerzas malignas pero que al mismo tiempo contienen la leyenda de un arpón maldito.
No va a pasar muchos minutos hasta que nos hagamos poseedores de este arpón y la narrativa del juego comience a tener su rumbo predestinado. Nuestro propósito en Olija tiene un denominador común: explorar los diferentes rincones de Terraphage para lograr escapar, pero al mismo tiempo se irán subdividiendo dos tramas. Por un lado, la opción de ir salvando a diferentes miembros de nuestra tripulación y en segunda instancia la conexión natural con Lady Olija, que no solo nos despierta un romance inesperado, sino que nos intuye que la llegada de Faraday a estas tierras era algo completamente predestinada.
Si hay algo que tiene Olija de atractivo es la facilidad que tiene de llevar a cabo su narrativa para despertarnos el interés de querer saber un poco más a través de una historia que no trata de ser críptica pero que tampoco es completamente predecible, y utilizando recursos y estructuras conocidos. Sin entrar en spoilers, no será casualidad que en los primeros minutos de la aventura una cierta escena les recuerde automáticamente a una famosa película de los años ’80, o una conexión entre los protagonistas que nos recuerda a más de una historia que la tenemos familiarizada de otros ámbitos. Y es que no busca ser un plagio, sino apelar a la nostalgia desde su argumento, cinemáticas e incluyo su jugabilidad.
Olija es una aventura plataformera hecha y derecha, con una cámara en 2d fija que automáticamente me teletransportó a mi infancia, pasando horas y horas con Prince of Persia; y está decisión no debe ser un capricho estético de Thomas Olsson. La arista plataformera cala hondo en cada uno de los escenarios que atravesamos durante la aventura y el arpón mágico no solo es una arma fundamental para derrotar a los enemigos que se crucen en el camino sino que también es una herramienta para desplazarnos. El mapa del juego está plagado de diferentes elementos a los cuales podemos incrustar el arpón y transportarnos hacia esa ubicación. Esta técnica también funciona en combate, empalando a las criaturas y luego arremeter instanteaneamente con algunas de las armas secundarias que encontramos duranet el viaje.
La mecánica que predomina en Olija es bastante simple y es quizás la repetición constante de dicha metodología su pata más flaca. Dentro de la región de Terraphage, instalaremos una base en el pequeño pueblito pesquero de Oaktide, en el que a medida que empecemos a liberar el mal de la zona y rescatar a los marineros perdidos, veremos progresar los diferentes establecimientos, con la instalación incluso de un Hatmaker, una tienda que nos proveerá de sombreros con habilidades especiales a cambio de recurso.
A nuestra disposición tendremos un barquero, que a cambio de mapas nos irá habilitando nuevas regiones de Terraphage y encontrar la forma de encontrar una vía de escape. Como dije más arriba, la metodología es básicamente siempre la misma: recorrer mazmorras para encontrar llaves y enfrentar a un determinado boss para avanzar, en unos combates completamente dinámicos y atrapantes, logrando los momentos vertiginosos de toda la aventura.
Las mazmorras van intercalando momentos plataformeros, de puzzles y entremedio combates, en el que Lord Faraday muestra toda su destreza con su mágico arpón pero también con espadas y armas a distancia. La combinación entre todas da como resultado potentes combos que complementados con los ágiles movimientos (y la chance de teletransportarnos) ofrecen un control bastante flexible del protagonista. De esta forma, los enfrentamientos son una danza elegante de movimientos coreográficos que rápidamente estaremos coordinando con suma facilidad. Olija no busca que nos compliquemos en esta arista sino que intenta que los enfrentamientos dentro de los escenarios sean un disfrute más que un desafío, hasta que obviamente llegamos a instancias del jefe de turno y ahí vamos a tener que arremangarnos un poco.
Los puzzles que se interponen en nuestro progreso son bastante simplones y a veces es más una excusa para utilizar las habilidades del arpón. Eso sí, cuenta con una buena dosis de secretos que aumenta rádicalmente la extensión de un juego que de buenas a primeras no es demasiado extenso, pudiéndose completar en unas 6 u 8 horas si no nos quedamos a explorar en búsqueda de todos los coleccionables y marineros perdidos.
La nostalgia y lo efectivo de sus recursos no terminan de redondear un producto que podría tener mucha mayor profundidad en muchos aspectos. Su historia es bastante redonda y efectiva, pero la exploración de los escenarios me terminó dejando cierto gusto a poco y en varios momentos sentí que estaba haciendo exactamente lo mismo: desplazarme con el arpón del punto A al B, para ir al C.
Lo que va complejizando la cuestión son las diferentes trampas que se van agregando a medida que cruzamos el ecuador de la aventura, pero para esa altura ya vamos a estar tan aceitados en los movimientos que la curva de dificultad no tiene un crecimiento apremiante para este tipo de popuestas.
No puedo dejar de mencionar igualmente que estamos ante el trabajo de una sola persona, y el producto final está por encima de la media, con todas las cuestiones negativas que mencioné más arriba, pero que en la suma de los factores termina siendo una experiencia gratificante.
El pixel art aplicado para Olija no reboza de detalles ni aspectos estéticos apabullante, pero respira ese aroma nostálgico de los relatos literarias fantásticas y las aventuras cinematográficos de hace algunas décadas que tienen momentos en que logra cautivar, principalmente en los encuentros entre Lord Faraday y Lady Olija.
Conclusión
Olija no termina destacándose en ninguna de sus aristas, pero es la suma de sus factores lo que terminan de germinar ese encanto que emana la aventura. Hay muchos de nostalgias e influencias implícitas en muchas de sus aristas, y a pesar de sus fallos estamos ante un juego que sabe utilizar sus recursos en pos de garantizar un atractivo constante.
El combate me dejó más que satisfecho y la imposición de sus escenarios plataformeros me llevó automáticamente a mi niñez. Lamentablemente la repetición constante de algunos recursos terminan chocando contra lo divertido que es controlar a Lord Faraday y llevarlo por todos los rincones de Terrraphage.