The Sinking City es una aventura que mezcla survival horror e investigación, bajo la locura del universo lovecraftiano, con algunos matices interesantes.
H. P. Lovecraft dejó un legado literario que al día de hoy se sigue reinventando en otro tipo de ficciones que no solo se trasladan al plano de las películas y las series, sino que los videojuegos también tienen un rincón para su mitología tentacular y llena de misterios.
En esta ocasión es el turno de The Sinking City, un action rpg con una impronta asentada en los survival horror y la investigación detectivesca, una arista bastante conocida por sus desarrolladores, los muchachos de Frogwares, que tienen en su curriculum varios títulos de la franquicia Sherlock Holmes.
The Sinking City, distribuido por BigBen Interactive, nos pone en la piel de Charles Reed, un investigador privado que llega a la ciudad de Oakmont, Massachusetts, para averiguar un extraño fenómeno que provocó la inundación de toda la urbe, mientras que al mismo tiempo persigue a los demonios que lo atormentan. Estamos ante un juego que ambiciona demasiado en lo que propone debido al planteamiento de un mundo abierto y un combate bastante tosco, pero que con sus matices de investigación y su narrativa logra salir a flote.
Bienvenidos a Oakmont
The Sinking City mantiene los modus operandi de los action rpg de los últimos años: tenemos una misión principal (o un caso en este juego) que irá mutando y cambiando nuestro norte a medida que se va desarrollando la trama, mientras que de la misma se van desprendiendo diversos sidequest o casos secundarios, que además de alargar la vida útil del juego funciona para explorar el mapa y conseguir objetos importantes, experiencia y algunos trajes cosméticos.
El hilo conductor arranca con la llegada de Charles Reed, protagonista de la historia e investigador privado, a la inundada ciudad de Oakmont, donde rápidamente tendremos que ponernos a averiguar la desaparición del hijo de un importante magnate de la región. Esto funcionará para empezar a comprender no solo los fenómenos sobrenaturales que sobrevuelan la región, sino el componente político y social que convive tras el desastre. Sin embargo, el arribo a esta peculiar locación no solo se debe a nuestro sentido de la justicia y la curiosidad detectivesca, sino que hay una “locura” que se está apoderando de nuestra mente, causándonos visiones y un peligroso surrealismo; y el núcleo de este mal reside en el fondo de esta ciudad, de la cual se despertó un peligroso mal y está carcomiendo la psiquis de toda la población.
Oakmont convive entre la miseria, la pobreza, la hambruna, la necesidad de salir adelante, muchas zonas anegadas por el agua y que solo podemos atravesarlas mediante un bote a motor (The Sinking City está ambientado en la década de 1920), y como si esto no fuera suficiente con unas peligrosas criaturas, adaptadas de la mitología lovecraftiana. La sociedad, desigual y corrompida, debe convivir bajo estas reglas, en la que el peligro es constante y pocas son las zonas seguras.
A pesar de que gran parte de las locaciones sufren una constante repetición y sentimos que pasamos por escenarios iguales en más de una ocasión, la ambientación es interesante y por momentos logra esa inmersión que busca complementar la historia.
Cada caso, un misterio a resolver
A lo largo y ancho de The Sinking City se nos irán presentando una serie de casos que tendremos que ir resolviendo, utilizando todas las habilidades de Charles Reed, naturales y sobrenaturales, ya que con estas visiones que el protagonista sufre y la “locura” característica de los relatos de Lovecraft, también adquirió un don que le permite revelar misterios y secretos. Este don es una gran ayuda para descubrir la verdad, complementando las diferentes pistas que vamos recogiendo.
El juego aprovecha la potestad de su mundo abierto para dejarnos diversas locaciones para profundizar nuestras investigaciones. Por ejemplo, si tenemos que averiguar antecedentes de un asesino serial, tendremos a disposición los archivos en la comisaria. Si lo que nos interesa es averiguar las causas de muerte de una víctima, los registros del hospital son la clave. Esta arista es una de las más ricas dentro de The Sinking City y es uno de los principales motores del juego, que divide su dificultad con el combate por un lado y la faceta de detective por otra. Mientras más elevada pongamos esta última, menos ayudas nos darán, obligándonos a prestar atención a todos los detalles y revisar con prudencia cada uno de las pruebas que vamos recogiendo.
Cada caso no tiene una única resolución, ya que según las pruebas que vayamos recolectando, sacaremos nuestras propias conclusiones en el “Palacio de la Mente“, lugar en el que el protagonistas va recabando las pistas relevantes del caso a investigar para derivar en una hipótesis final sobre el mismo. Este punto es bastante relevante ya que, en particular en los casos principales, modificará el desarrollo de la narrativa, causando la muerte o salvación de varios NPC dependiendo de nuestras decisiones. Esto decanta en una rejugabilidad dentro de su historia, ya que además de los varios finales con los que cuenta The Sinking City, también hay diversos caminos secundarios que se bifurcan tras nuestras decisiones.

Un combate poco pulido
Lovecraft siempre se caracterizó por describir lo indescifrable y sembrar terror con lo oculto, lo que no podemos ver. Si bien muchas de sus criaturas famosas (todas basadas en Cthulhu y sus esbirros) están plasmadas en la obra literaria, en The Sinking City no se terminan de explotar. Tendremos a lo largo de la historia muchos enfrentamientos contras estas tentaculares y amorfas bestias y el resultado no es el más gratificante. El combate es rústico y frustrante por momentos, aunque se solventa con el variado arsenal con el que cuenta Charles Reed y con el que irá abasteciendo durante el desarrollo del juego. Además, contaremos con una progresión de niveles que nos permitirá ir adquiriendo habilidades, todas completamente pasivas, que aumentan el daño de las armas, la cantidad de munición, nuestra vitalidad, entre otros.

La supervivencia en Oakmont tiene una piedra angular que se basa en el crafteo, acción que tendremos que se podrá llevar a cabo en todo momento pero del que necesitaremos materiales que se encuentran diseminados por toda la ciudad. La escasez de la cual te advierten en el juego es bastante relativa, por que los lugares para saquear están marcados con una señal que podremos advertir con la visión especial de nuestro protagonistas, y los mismos se recargan después de un tiempo, por lo que solo tenemos que dar una vuelta y volver al mismo lugar para abastecernos de los items que necesitamos para fabricar balas o kits de curación.
Mucho de su combate nos remite a mecánicas similares vistas en títulos como Silent Hill o si buscamos algo lovecraftiano dentro del género, Alone in the Dark, en la que nos enemigos aparecen de manera sorpresiva, gestándose desde el piso para atacarnos. Una lastima que haya tan poca variedad de ellos y con un diseño bastante pobre.

La “locura”, ese elemento tan tangible dentro de esta filosofía que ambienta al juego también está presente en la jugabilidad, con una barra que mientras más disminuya promueve la aparición de criaturas de otra indole, invulnerables a nuestros ataques y solo se irán si reponemos nuestra barra, que se recupera con el tiempo o con la ayuda de fármacos.

Definitivamente esta torpeza en el combate no es algo que termine de arruinar la experiencia de The Sinking City, pero no es un elemento por el cual el juego logra su atractivo; a veces todo lo contrario, querés eliminar a las bestias lo más rápido posible para volver a tu faceta de detective y seguir resolviendo casos. Igualmente, hay algo mucho peor y son las secuencias en las que tendremos que sumergirnos con un traje de buzo. Situaciones completamente lineales y mucho más rudimentarias que todas las partes de acción que engloban al juego.

Una ambientación tan inmersiva como repetitiva
Oakmont se ve realmente como se lo propone: una ciudad sumida en un desastre natural inesperado, que de repente gran parte de ella se ve sumergida en el agua, con una flora y fauna maritima que se abre paso en cada rincón, en cada casa, con una sensación de humedad y agobio constante en los lugares que exploramos, pero que pecan de un enorme fallo y es su monotona repetición de escenarios.

Todas las casas tienen el mismo diseño, las mansiones más exuberantes la misma cantidad de habitaciones; las fábricas con idénticos diseños, cortando toda esa frescura que sí consigue The Sinking City cuando exploramos los diferentes distritos de la urbe, bien diferenciados no son por el nivel del agua sino por el estrato social al que pertenecen.
A nivel gráficos, no es un juego que destile un apabullante apartado técnico, pero tiene una buena dirección artística para denotar el marco inestable en el que se maneja la ciudad. Charles Reed tiene un diseño aceptable y las expresiones faciales de los npc con los que interactuamos acompañan esa estética surrealista que quiere denotar el juego, pero que tampoco termina de convencer del todo. Hay mucho de parecido en lo que nos ofreció Vampyr el año pasado, pero el titulo de Dontnod corría con la ventaja de moverse constantemente durante escenarios nocturnos. Cuando acá recorremos los escenarios a la luz del día, termina siendo algo contraproducente.
Conclusión
Honestamente, esperaba mucho más de The Sinking City. Una aventura que tenga sus cimientos en la obra de Lovecraft pero que intente patear el tablero, empujado por todas las posibilidades y matices que podía ofrecer un survival horror con estas características. Frogwares decide ambicionar trayendo a la mesa muchos elementos, logrando destacar toda su faceta de investigación. El Charles Reed detective logra brilla y saca adelante el juego, apoyado por su interesante historia y su ciudad maldita, pero el Charles Reed que apunta su revolver para disparar a criaturas sin una IA eficiente es el que menos me interesó de toda esta propuesta.