El universo expandido que nació con El Conjuro crece con esta historia del origen de la diabólica muñeca Annabelle.
En 2013, la película El Conjuro hizo bien tanto en la taquilla como con la crítica, ganando en su retorno a un cine de terror clásico. Más en sintonía con El Exorcista que con Actividad Paranormal. Que la factura fuera de calidad no fue tan sorprendente, teniendo detrás de la cámara a James Wan, director de la primera El Juego del Miedo (Saw) e La Noche del Demonio (Insidious). Como en Hollywood es credo que el éxito genera más éxito, se puso en marcha la expansión de la historia real del matrimonio de investigadores paranormales Warren a un universo cinemático que acumula cuatro películas y tiene tres más en puerta.
Annabelle 2: La creación es parte de este universo expandido paranormal, narrando el origen de la titular muñeca, que a su vez había aparecido brevemente en El Conjuro original y luego tuvo su propio film en 2014. Con todas las precauciones pertinentes, teniendo en cuenta que nos encontramos ante la precuela de un spin-off (traten de explicarle a los no iniciados esa frase) los resultados son mejores de los que podrían esperarse.
Que la producción llegue a buen puerto puede atribuirse en gran parte a la dirección de David F. Sandberg, quien debutó con el tenso thriller Lights Out (estrenada en Argentina como Cuando las luces se apagan) y está contratado dirigir la entrada de Shazam en el DCEU. El director trae consigo el buen ojo para el montaje de las escenas y los movimientos de cámara que lo habían distinguido en su opera prima. Combinado con el distintivo sabor a película de casa embrujada clásica, prestado de la cinta original de Wan, Sandberg nos lleva a recorrer inquietamente la gran casa de estilo norteamericano gótico, manteniendo la tensión con transiciones ingeniosas entre escenas y dando unos buenos sustos en el camino.
La época y el lugar en que transcurre la historia, una casa perdida en el Medio Oeste norteamericano en 1955, son exprimidos al máximo por el director. Extrae mucho kilometraje de lo inherentemente siniestro de la desmejorada casa de madera y su ubicación asilada, así como de los modales anticuados de los personajes. El crédito también corresponde al departamento de escenografía y accesorios, por el cuidado puesto en la puesta en escena y los detalles como los juguetes.
El otro punto fuerte es el casting de las niñas protagonistas. Talitha Bateman como Janice y Lulu Wilson como Linda. Destacan en su rango de emociones y la naturalidad de su actuación, si atribuimos los diálogos cuasi adultos de los personajes a los modos más formales de los años ‘50. Sin embargo, y a pesar de ellas, el film adolece de personajes poco desarrollados y un tanto genéricos. Aquí es donde más se hecha de menos la actuación afectada de Vera Farmiga y las patillas de Patrick Wilson, que elevan el material en El Conjuro original.
Por lo demás, el film no alcanza la altura de las entradas principales de la serie principalmente por problemas de guión y ritmo. Mientras las cintas de James Wan logran recapturar el sabor clásico del terror de los años ‘60 y ‘70 pero manteniendo la tensión de una producción moderna, Annabelle 2 peca de inclinarse demasiado en clichés que terminan por parecer más repetición que retro. La trama también arrastra por momentos, especialmente en la sección de la seducción de la muñeca poseída de la joven Janice, pudiendo ganar en tensión si se cortaran quince minutos de metraje.
Como suele ser el caso en el cine contemporáneo de horror, el momento de la revelación del monstruo decepciona. La tensión y atmósfera lúgubre construida en la primera mitad termina siendo un tanto desperdiciada por la revelación de otro demonio genérico y niño diabólico no disimilar a tantas otras películas que se han producido en la última década (véase Sinister para un ejemplo claro de ello).
No hay tampoco, como en los mejores ejemplos del género, ningún tipo de subtexto, prefiriendo los guionistas quedarse en la superficie de los miedos. Como es usual, la curiosidad de la protagonista es el detonante del horror, y la falta de decoro de las adolescentes es castigado con sustos. Queda en mano de los críticos culturales y sociólogos explicar si hay alguna relación entre el retorno al cine de terror con raíz en las supersticiones católicas y el fervor religioso conservador que sacude por estos días al país del norte.
Quizá lo más molesto de la cinta sea los guiños al universo expandido paranormal, que incluye dos escenas poscréditos y un cameo poco disimulado de una monja diabólica que llegará a un cine cerca de usted en 2018. Dejemos en claro que no nos encontramos con una situación semejante a los descarados teaser trailers que Wonder Woman encuentra en Batman Vs. Superman. Pero si es cierto que la sobre explicación del origen detrás de la muñeca Annabelle, que quita poder al misterio de la película, puede atribuirse a la necesidad de establecer relaciones con el canon de la serie.
El saldo final es un film de terror competentemente actuado y mejor dirigido, que si bien no entrará en el canon del género como las recientes Te sigue (It Follows) o Huye (Get Out), cumple el cometido de asustar con estilo, y expandir la lucrativa serie de films. Porque si de algo podemos estar seguros, es que no hemos visto por última vez la perversa sonrisa de la muñeca maldita Annabelle.