Después de Infinity War, Marvel baja un cambio y nos ofrece una aventura más modesta, pero no por eso, menos emocionante y divertida.
Después de la escala colosal que involucró el estreno de Avengers: Infinity War hace un par de meses atrás (la cantidad de personajes, la acción intergaláctica, la duración, la taquilla record), era obvio que Ant-Man and the Wasp se iba a sentir más humilde en comparación. Sin embargo, eso es exactamente lo que necesita el fan del Universo Cinemático de Marvel para reponer los nervios, mientras espera a ver como se resuelve el temita de Thanos.
Esto es especialmente cierto cuando por aventura con consecuencias más modestas, no queremos decir una producción inconsecuente o derivativa a la narrativa mayor. En cambio, Ant-Man and the Wasp nos ofrece acción a una escala más terrestre pero no por eso menos kinética e inventiva, y más espacio para disfrutar de las interacciones humanas entre un elenco de personajes deliciosos.
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Mucho se ha invocado de manera nostálgica estos últimos años acerca del espíritu aventurero del cine pochoclero de los ochenta. Sin embargo, cuando yo pienso en esos clásicos inoxidables que siguen dando rating en la tarde de sábado de la tv abierta, no imagino algo como Ready Player One, un autoplagio que Spielberg se perpetró a sí mismo, reventado de referencias. En su lugar, imagino algo como Ant-Man and the Wasp, una película tan divertida como tierna, con personajes queribles de sobra y el remate en una secuencia de acción extendida que satisface tanto visual como emocionalmente.
Secuela de la Ant-Man original del 2015, y en gran medida también de Captain America: Civil War, Ant-Man and the Wasp retrocede unos días antes de los eventos cataclísmicos de Infinity War para contarnos que pasó con Scott Lang (Paul Rudd) luego de la pelea en el aeropuerto de Leipzieg. Lang, al igual que Barton, aceptó arresto domiciliario por dos años luego de fugarse de la cárcel subacuática The Raft, para poder estar cerca de su hija. El contacto con Hope (Evangeline Lilly) y su padre genio Hank (Michael Douglas) se cortó debido a que su involucramiento en la “guerra civil” puso a los Pym por fuera del Acuerdo de Sokovia y los hizo prófugos. Pero eso cambia cuando Scott se convierte en una parte instrumental del plan para salvar a Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), Wasp original, madre de Hope y esposa de Hank, del reino cuántico.
Si bien podría decirse, como lo hicimos arriba, que Ant-Man and the Wasp palidece ante las más populosas películas de Marvel, es una excelente secuela. Lo es porque toma los elementos sembrados en la primera parte, los expande y se divierte mientras lo hace. De hecho, los dos ases bajo la manga que le dan el triunfo a la producción son los mismos dos que hicieron de Ant-Man dos horas tan disfrutables, solo que esta vez jugadas con más confianza y experticia.
Primero, lo inteligente y bien diseñado de la acción. Corriendo con la ventaja de ya haber introducido los conceptos básicos de la partícula de Pym la vez anterior, ahora el director Peyton Reed y el equipo FX pueden explorar con más soltura que implica este elemento fantástico a la hora de crear secuencias de acción. Sin ánimo de arruinar nada al espectador, se puede mencionar el edificio que se achica hasta ser una valija o la persecución con un auto que se agranda y achica que se ven en el tráiler como ejemplo.
El reino cuántico es, al igual que en la original, el espacio visual más rico que nos ofrece el mundo de Ant-Man, esta vez explorándolo un poco más. Sin embargo, uno sigue sintiendo que apenas están rascando la superficie de ese concepto, que parece jugara un rol más importante más adelante. También igual que la vez pasada, las secuencias en la escala cuántica son las únicas que aprovechan el 3D de los cines, pero no son las suficientes para justificar la diferencia en el precio de la entrada.
Además de a Reed (quien se lo hubiese imaginado al director de ¡Si Señor! haciendo escenas de acción tan bien logradas), hay que agradecer a los escritores Chris McKenna, Erik Sommers, Paul Rudd, Andrew Barrer y Gabriel Ferrari por crear una historia dinámica que logra hilar todas las secuencias sin que se noten demasiado las costuras, y sin descuidar el costado humano de la aventura.
Si bien en Ant-Man and the Wasp se está lejos de lidiar con un drama shakespeareano, se les da espacio a los personajes para respirar e interactuar entre ellos. El segundo as que mencionamos arriba es justamente el elenco, que logra tomar el guión y elevarlo a fuerza de carisma y talento. En ese sentido, Rudd es importante no porque le queda bien el traje de Hombre Hormiga, sino porque realmente vende que es un padre amoroso que haría todo por su hija. Abby Ryder Fortson, como Cassie Lang, sigue siendo un arma secreta de la película, enterneciendo a antojo. Si nadie la para, le va a pasar el trapo a Dakota Fanning.
En la secuela florece particularmente la relación entre los tres protagonistas. La tensión entre Scott y Hope, quienes comenzaban un romance que quedó abortado luego de Civil War, es puesta a buen uso en la película. De nuevo aquí, Rudd y Lilly elevan el material, supliendo con miradas y lenguaje corporal lo que no está escrito en el guión. Douglas también hace lo suyo, jugando de tercero como un abuelo de sitcom que se mudó a vivir con su hija y su yerno recién casados.
Michael Peña y el resto de los ladrones de la primera Ant-Man, devenidos en socios en una empresa de seguridad llamada Ex-Con, continúan siendo un elemento cómico en el cual se puede depender. Pero donde la secuela realmente mejora es en el villano. Para subsanar lo aburrido que resultó que Darren Cross, a pesar de los esfuerzos de Corey Stoll, se rompe el rol antagónico en dos jugadores diferentes: Por un lado, Ghost (Hannah John-Kamen), quien tiene superpoderes y una historia trágica. Por otro, el grupo de contrabandistas liderado por Sonny Burch (Walter Goggings), quienes permiten diversificar la amenaza y le dan más que hacer a los personajes secundarios que hacer campana en la puerta mientras el plan se desarrolla.
Si hay que criticar alguna parte, me ensañaría con algunos diálogos expositivos que quedan demasiado inertes y le quitan impulso a la película. Esto es claro en el relato de Ghost y su pasado. Pero masticando la historia después de salir del cine, creo que el hueco más grande que hay en Ant-Man and the Wasp es la falta de voluntad por explorar el lado oscuro de Hank Pym.
En la primera parte se establece que Pym es un tipo difícil y soberbio, por no decir intratable. Esta vez se revuelve el hecho múltiples veces, relatando las diferencias profesionales que tenía con su esposa y la pelea que rompió la sociedad científica que tenía con Bill Foster (Laurence Fishburne). Sin embargo, no se profundiza más, perdiendo la oportunidad de darle más dimensión a la trama humana de Ant-Man and the Wasp. Espero que Reed y sus escritores se tomen el tiempo de incluir esta dinámica personal en la inevitable tercer parte de la trilogía.
Si bien detalles como este evitan que Ant-Man and the Wasp escale más alto, pasando de película muy buena y entretenida a algo más, esto no quita que estamos ante una producción sólida y más que satisfactoria. Más teniendo en cuenta que es el vigésimo film en diez años del Universo Cinemático Marvel, consumando un historial que hoy envidian no solo Warner/DC, sino LucasFilms también.