Edgar Wright presenta Baby Driver, un mixtape hecho cine de acción y comedia.
Decir que Baby Driver es un gran videoclip es una tremenda injusticia: sí, el último film de Edgar Wright pone a la música en un lugar tan central que hace que Guardians of The Galaxy parezca un bebé de pecho. Sí, está basada en un viejo videoclip que el director de Scott Pilgrim y Hot Fuzz dirigió hace una década. Pero hay mucho más detrás de su quinto film, tal vez uno de los más ingeniosos y elegantes de este año.
La historia: Baby (Ansel Elgort) es el joven conductor de una banda de ladrones que maneja a la perfección sólo escuchando su música. Pero cuando cree conocer a Debora (Lily James), la chica de sus sueños y ve una chance para salir de la vida bandida, un trabajo complicado y sus conexiones con un jefe criminal llamado Doc (Kevin Spacey) ponen su vida en peligro.
Baby Driver es un film de Edgar Wright por donde se lo vea. Están los gags, está el gore, y está el hermoso lenguaje visual al que el director británico nos tiene acostumbrados desde Shaun of the Dead. Pero como dijimos antes, la estrella principal en Baby Driver es su música, que todo lo rige durante sus casi dos horas de duración: los planos, las acciones, los cortes, la historia. Este es un film que abusa de coreografiar (casi) todo pero al final no cansa. Todo está condicionado por el soundtrack, y aprovechando la condición médica de Baby, Wright juega con el sonido como si de un trabajo de primer año de la carrera de cine se tratara.
Y esto en realidad es un cumplido, porque pocas veces en el cine comercial se ven apuestas a nivel sonoro como esta. No es que no hayamos visto usar estos recursos antes, es que todo sucede de manera muy fluida. Si Baby tiene los audífonos puestos, escuchamos la música en primer plano; si se los saca, la escuchamos filtrada. Si tiene un sólo auricular, la música suena de ese lado de la sala.
El humor es otro de los puntos fuertes del film, y esto recae principalmente en la figura de Baby. Más específicamente, en cómo los demás ven a Baby. Ansel Elgort hace un gran trabajo para representar la dualidad del personaje (un joven apasionado cuando nadie lo ve, un profesional cuando tiene que hacer su trabajo), y eso no es poca cosa estando en el mismo reparto que Jon Hamm y Kevin Spacey, por decir algo. Como en otros films de Wright, el humor también recae en las autoreferencias y la repetición, como cuando Baby repite una linea de diálogo de Monster Inc. que vio anteriormente en su televisión.
Si bien es una película de autor, Baby Driver es en esencia un film de acción. Y son los momentos de más adrenalina en los que la película brilla, en particular en las persecuciones: la película comienza con una secuencia de 6 minutos musicalizada por este clásico a cargo de The Jon Spencer Blues Explosion que hace gala de todo con lo que vamos a encontrarnos en el resto de la película.
Ahora bien, que el ritmo del film esté atado a la banda musical no sólo condiciona, sino que rescata los momentos en los que Baby Driver se estanca. Hay clichés, y muchos. La historia no es el mayor fuerte y tiene ciertas similitudes con films como Drive, por ejemplo. Y aún cuando algunas actuaciones se destacan (Hamm, Elgort y Spacey), la película tiene que acarrear con algunos personajes unidimensionales (como el de Jamie Foxx) o con momentos que simplemente parecen artificiales, como la relación entre Baby y Debora (Lily James).
Baby Driver no es el mejor film de la filmografía de Wright (es bastante difícil superar a la trilogía del Cornetto), pero es uno de sus trabajos más logrados. La película se estrena hoy en Argentina.