Marvel continúa su apuesta por la diversidad con Black Panther, la película del primer superhéroe negro.
Black Panther quiere ser una película importante. De hecho, lo es aún antes de estrenarse en cine alguno. Con un elenco compuesto casi por completo por actores negros y con personal creativo de color en el director Ryan Coogler y el guionista Joe Robert Cole, la película es toda una declaración por parte de Marvel Studios y Disney. La relevancia de esta nómina quizás se le escape al espectador argentino, pero el norteamericano ciertamente es consciente de ello. Black Panther aparece como un triunfo de la representación en el cine para la cuantiosa minoría (alrededor de 13% de los 325 millones de yankies), en tiempos de tensión racial y social para el país.
Coogler, quien además de dirigir es coautor del guión, en lugar de acobardarse ante este prospecto lo encara de enfrente y lo convierte en el cimiento de la película. Desde el mismo comienzo, donde vemos a un puñado de niños incrédulos al ver una aeronave de Wakanda alejarse por el cielo de un barrio pobre de Oakland, queda en claro que Black Panther será aspiracional para los afroamericanos. Un film con un héroe que se ve como ellos, como el que le hubiese gustado poder disfrutar al director en su propia niñez.
Black Panther retoma la historia de T’Challa (Chadwick Boseman) inmediatamente luego de los eventos de Captain America: Civil War. Apresado el asesino de su padre el rey, el heredero retorna a su hogar en Wakanda, la nación más avanzada de la Tierra y oculta en el corazón de África. Somos introducidos allí a su entorno, compuesto por un elenco a todo trapo: su madre Ramonda (Angela Bassett), su hermana Shuri (Letitia Wright), su ex Nakia (Lupita Nyong’o), la jefa de la guardia imperial Okoye (Danai Gurira) y su amigo W’Kabi (Daniel Kaluuya). Una vez en Wakanda, T’Challa deberá asumir su rol como rey y Pantera Negra, el protector de su gente. Pero esto significará lidiar con viejas y nuevas amenazas, en la forma de Ulysses Klaue (Andy Serkis), el traficante de armas que ya conocimos en Avengers: Age of Ultron, y Erik “Killmonger” Steven (Michael B. Jordan).
Abrevando en una nutrida tradición de afrofuturismo, de la cual el cómic original de Black Panther es parte integral, la película logra una visual distintiva y propia en la mezcla de tecnología de ciencia ficción y diseños afro. Afortunadamente se amplia cada vez más el lenguaje visual del MCU, escapando de la paleta gris de los Hellicarriers de S.H.I.E.L.D. y el cosmos tecnicolor de Guardianes de la Galaxia y Thor Ragnarok. Black Panther se parece más al segundo, con una paleta de colores vibrantes en los patrones de inspiración africana. Incluso en la excursión que el rey T’Challa y su equipo hacen a Busan, Corea del Sur la cinematografía de Rachel Morrison se encuentra dominada por el neón de la cartelería y la noche.
El sonido también es muy importante. La música incidental del sueco Ludwig Göransson incorpora muchos elementos de música afro, como tambores y vientos, a la orquestación tradicional. A esa musicalización se suma la banda sonora de Hip Hop y R&B producidas por Kendrick Lamar, el músico contemporáneo más estimado por la crítica musical yanki. El resultado es una textura sonora que por momentos roza lo avant garde e incluso lo anticlimático, con hip hop experimental, percusión ancestral y silencios que a primeras parecen inoportunos.
Todo esta importancia y relevancia de Black Panther de a momentos se cobra el ritmo de la película. Esto se siente particularmente porque la marca de Marvel es producir films dinámicos, cuyas dos horas pasan volando y dejan con ganas de verlas inmediatamente de nuevo. La peor decisión fue comenzar la película no con uno sino dos prólogos, que arrastran el comienzo y le quita urgencia. En particular sobra el primero de ellos, en el cual se relata la historia de Wakanda. Da toda la impresión de ser una exposición de datos agregada post facto a pedido del departamento de marketing y los confundidos espectadores de los focus group que les costaba seguir la película.
Otro probable culpable sea Ryan Coogler, quien debuta en el cine de pantalla verde proveniente de un trasfondo más indie. Ciertamente la película no es tan propulsiva como las mejores del MCU, faltándole al director la capacidad de Joss Whedon de tejer acción y desarrollo de personajes con experticia. Las escenas de acción en sí están a la altura, en particular los duelos rituales y la batalla final, pero les falta la claridad de Whedon o la escala de los hermanos Russo. Parece que en este caso más es menos, sin poder Coogler replicar la tensión deliverada que había alcanzado en las peleas de Creed.
La película a la que más hace recordar dentro del MCU es la primera Thor, con su narrativa sin ritmo y compulsas sucesorias en una familia real. Pero mientras dicha producción nos introducía a un mundo de dioses nórdicos espaciales, la ficción de Black Panther se nutre de problemas reales para darle peso a los conflictos. Al corazón del nudo narrativo se encuentra el problema del privilegio, el nacionalismo y la vida de los hombres y mujeres negros en el mundo entero, pero en especial en los Estados Unidos.
¿Por que Wakanda vive oculta con sus milagros tecnológicos mientras la gente de color en África y el resto del mundo sufre miseria y opresión? Esta pregunta aquejará al nuevo rey y le presenta dilema cuya solución implica necesariamente perder algo a cambio. En este aspecto, Black Panther es la película más relevante del MCU, interactuando con la sociedad que lo consume como ninguna otra lo ha hecho (En una escena poscrédito de las dos que tiene se le pega directamente a Trump). Por la misma razón, el crecimiento que experimenta T’Challa a lo largo del film, lo que aprende a partir de sus errores y conflictos, es más marcado que Tony Stark o Steve Rogers, sufriendo particularmente el segundo de una personalidad estancada.
La película también se encarga de poner a las mujeres en un lugar de poder, rodeando el rey de personajes femeninos poderosos y independientes. Se destacan Shuri como la jefa a cargo del desarrollo científico de la nación, y Nakia como una espia y guerrera que lucha por cambiar el mundo, Letitia Wright y Lupita Nyong’o respectivamente. Junto con Michael B. Jordan, un raro villano de Marvel con sustancia, son los destacados del elenco. Boseman ya se ha fundido con el personaje, y lo interpreta más como un rey que como un superhéroe. En su piel, T’Challa tiene mucho espacio para crecer como personaje y justifica las inevitables secuelas.
Este es, como hemos dicho, un film aspiracional, que recupera el espiritual original del comic Black Panther, creado en los sesenta para darle a los niños afroamericanos un héroe a quien admirar en épocas de xenofobia y miseria. Al focalizar en un espectador específico, necesariamente Disney pierde un poco de la amplitud populista que caracteriza la marca superheróica. Esto se sentirá sobre todo fuera de USA, donde el contexto no es el igual. Pero al mismo tiempo, el film renueva al MCU con bienvenida diversidad en el diseño, en el elenco y una preocupación por la realidad social que está mayormente ausente en el escapismo pochoclero que tan bien hace Marvel.