Directamente desde el Líbano, llega una estremecedora película que cuenta la realidad más oscura de una parte de Beirut.
Algunos pueden pensar que mostrar la cruda realidad de las peores caras de los países tercermundistas pueda ser un recurso seguro, fácil. Sin embargo, el cine ha sido testigo de muchas producciones que fallan a la hora de reflejar la verdad o que simplemente caen en el cliché sensacionalista que consigue lágrimas en los espectadores más sensibles. Cafarnaúm, la película de la directora Nadine Labaki, tropieza un par de veces pero consigue transmitir todo lo que se propone en su desgarrador relato.
La película libanesa sigue los pasos de Zain, un niño de apenas 12 años que debe encarar la vida como si fuera un adulto. Sobrevivir al hambre y la pobreza son solo los problemas más básicos a los que debe enfrentarse, luego de huir de una familia que apenas se sostiene en pié. Pero el pequeño tiene un objetivo por encima de todo: evitar que otros pasen por lo mismo. Entonces, decide demandar a sus padres.
Beirut es solamente una de las tantas ciudades del mundo en que la pobreza azota con dureza a una parte de la sociedad, pero allí también hay historias que valen la pena ser contadas. En este caso la de Zain, que si bien no está basada en hechos reales, lo parece a cada paso que da. Es que uno de los sellos del relato de Nadine Labaki es la realidad con la que se cuenta, recurso con el que consigue involucrar al espectador desde el minuto uno hasta el final. Por momentos, quizás, tienen lugar algunas escenas con toques sensacionalistas pero ese no es el tono general de la película y prevalece siempre un estilo más sobrio. Aún así, la película es capaz de sensibilizar hasta el corazón más duro, sobre todo porque todo el tiempo evoca a una misma pregunta: ¿qué estará sintiendo ese niño al hacer eso?
La respuesta, por supuesto, siempre es tristeza o ira. Y estos sentimientos salen de la pantalla gracias a Zain Al Rafeea. Me voy a permitir ponerme personal en este apartado, para decir que la interpretación de este joven sirio es una de las mejores que he visto en mi vida. ¿Lo curioso? Ni siquiera es un actor profesional. Cafarnaúm no hubiera funcionado sin un protagonista tan creíble, ya que la atención del espectador está ligada a lo que él va sintiendo en cada una de las situaciones que vive. Pero la cosa no acaba ahí, porque el resto del elenco también tiene un desempeño fenomenal. En este sentido, vale hacer mención especial a Yordanos Shiferaw y Kawthar Al Haddad.
Todos estos actores, además, son los encargados de sostener un guion sólido que se amolda perfectamente al estilo conservador de la película. En este relato no hay diálogos complejos ni rebuscados, sino que abundan las palabras simples, lógicas teniendo en cuenta la naturaleza de los personajes. Y la construcción de estos personajes es la que nos permite entender y empatizar con sus realidades, ya que cada uno tiene su momento, el cual es aprovechado para que entendamos que casi todos son víctimas de lo que los rodea. Una vez más, Zain vuelve a sobresalir en esta construcción y quizás sea uno de los protagonistas infantiles con más peso de las últimas décadas.
La venta de drogas, la inmigración ilegal, la exclusión social, el hacinamiento de reclusos en el sistema carcelario, la venta de niñas como esclavas sexuales y los límites de la pobreza son los temas que se entrelazan en esta historia que decide contarnos un poco de todo y con la suficiente realidad como para que cualquiera pueda entenderlo, sin ahondar en asuntos políticos, para enfocarse en lo que ocurre en las calles. Lamentablemente este enfoque pierde un poco el rumbo cuando se presenta un desenlace demasiado complaciente, que quizás se aleja un poco de la cotidianidad de quienes realmente viven en dichas condiciones.
En conclusión, la directora la directora Nadine Labaki nos trae una historia directamente desde su tierra natal y lo hace demostrando cuánto conoce la realidad que la rodea. El tono con el que trata el relato es uno de sus puntos más acertados, ya que muestra la verdad de las zonas marginadas de los países tercermundistas de forma cruda y creíble, aunque alguna que otra vez cae en el plano sensacionalista.
Pero Cafarnaúm alcanza su punto más alto gracias a Zain, el pequeño y enorme protagonista que consigue involucrar al espectador con sus sentimientos, los cuales atraviesan la pantalla gracias a la conmovedora interpretación de Zain Al Rafeea. Aunque el final complaciente puede no resultar el mejor desenlace para reflejar lo que realmente ocurre en Beirut, este no consigue opacar una historia desgarradora que se construye con la suficiente credibilidad y fuerza como para no dejar ajeno a nadie de lo que se vive por aquellas tierras.