Call Me by Your Name es el nombre de esta nueva historia de amor gay que llega a la gran pantalla y pretende alcanzar la gloria.
El cine se abre cada vez más a las historias de amor contadas por personas del mismo sexo y Call Me by Your Name entra dentro de ellas. Pero lejos de apuntar en la dirección de la represión o los casos de homofobia, que tanto hemos visto, se centra pura y exclusivamente en el elemento central de cualquier romance: el amor.
La película nos sumerge en la vida de Elio Perlman (Timothée Chalamet), un joven de 17 años que conoce a Oliver (Armie Hammer), el encantador y confiado alumno de su padre. Elio al principio se muestra frío y distante ante el nuevo huésped, pero tras compartir algunas salidas la relación comienza a cambiar y termina en un profundo e inevitable amor de verano, allá por 1983.
Y son justamente los dos protagonistas los encargados de darle toda la vida a esta obra. Un adolescente que conoce a su primer amor y un adulto con experiencia, que lo guía y también se involucra sentimentalmente. Dos posturas completamente alejadas entre sí pero que a la vez se amalgaman de una forma perfecta con el correr de los minutos. Casi se puede apreciar con la mirada el amor que crece entre ambos, aunque esté contado de una forma sutil.
Así transcurre este romance, en la tranquilidad de una casa en un pacífico pueblo de Italia. Entre bellos paisajes, diálogos inteligentes con un guión cuidado hasta en el más mínimo detalle y el ambiente que refleja perfectamente el correr de los meses de verano. Es un filme artístico desde donde se lo mire, casi un cuadro en movimiento acompañado por una banda sonora que se suma en este objetivo de contar las cosas de una forma visual y auditivamente cautivante.
Sin embargo no todo es así de atrapante en Call Me by Your Name. Es que después de conocer tantas historias realmente complejas sobre amor homosexual, esta se queda en la simpleza extrema. Ni los descubrimientos de Elio ni la experiencia de Oliver alcanzan para terminar de darle profundidad suficiente a la película como para sobresalir por encima de cualquier cosa que hayamos visto antes. En cierto punto se siente como un relato que existe solo para mostrarnos el amor entre dos gays -cosa que ya no resulta para nada una novedad- y para introducir algunas escenas excesivamente guarras entre dos hombres.
Por suerte para Luca Guadagnino la potencia sí pudo encontrarla en las interpretaciones. Michael Stuhlbarg encarna perfectamente a ese padre enormemente entrañable que contempla con fraternidad los descubrimientos de su hijo. El carisma de Armie Hammer es capaz de atravesar la pantalla, mostrándose culto pero sin perder su cuota de humanidad. Y por último, cabe destacar a Timothée Chalamet, quien interpreta a la perfección a un adolescente que no solo debe lidiar con sus problemas de identidad, sino también con un torbellino de sentimientos que lo abordarán durante los meses de verano e incluso después.
Otro de los puntos altos de la película es la fotografía, con encuadres que permiten contemplar el cálido y pacífico clima del pueblo europeo que acompaña a esta historia. Siempre, con un tono casi sepia que sienta perfecto en la ambientación de la década del 80. La musicalización también está a la altura, tanto en banda sonora original como en la canción que aparece en los momentos cruciales.
Entonces, Call Me by Your Name es una película que resulta atractiva principalmente desde el lado artístico. Tanto en su aspecto visual como en lo auditivo resulta cautivante. También destaca en el ambiente que consigue crear, reflejando perfectamente esos felices meses de verano que vivieron los protagonistas. Interpretaciones de alto nivel ayudan al combo.
Sin embargo, el filme de Luca Guadagnino no cuenta con una historia suficientemente profunda como para llegar más allá. A pesar de las pequeñas particularidades de sus personajes, termina siendo una simple romance veraniego entre dos hombres judíos. ¿Qué relevancia tiene su religión en la historia? Todavía no lo sabemos. Quizás a la Academia sí le importó.