El último film de Dreamworks, Captain Underpants, es vulgar, inmaduro, y muy divertido.
Hace 20 años se editaba en Estados Unidos el primer volumen de Captain Underpants, “The First Epic Novel“: una novela visual creada por Dav Pilkey sobre la amistad, la diversión y los calzoncillos, que durante sus 18 años se caracterizó por su humor crudo e irreverente. Dreamworks adquirió los derechos en 2011, y produjo con uno de los presupuestos más bajos de su historia (un puesto por encima de Wallace & Gromit) la primera adaptación de la saga, que se estrena hoy en Argentina.
Captain Underpants: The First Epic Movie no es para cualquier público, pero aún con sus inconsistencias, funciona porque desde el minuto 0 no pretende mucho más que aceptemos su inmadurez y nos permitamos reir como niños por un rato. Funciona además, porque lo grandioso del film se basa no sólo en la ridiculez de la premisa (y del material original) sino en la forma que la cuentan.
La historia: Harold (Kevin Hart) y George (Thomas Middleditch) son amigos, van a la escuela juntos y son los responsables de la mayoría de las bromas pesadas de su colegio. Cuando su director, Mr. Krupp (Ed Helms) decide separarlos tras descubrirlos en uno de sus planes, un anillo mágico los ayuda a transformarlo en Captain Underpants, el protagonista de la historieta que crearon juntos.
La visión del mundo de Harold y George es el elemento que estructura todo el film. El ritmo, y la vorágine visual y cómica que plantea se ampara detrás de la imaginación de nuestros protagonistas, que no sólo se expande en sus conflictos sino en la forma de contarnos la historia. En Captain Underpants, nuestros héroes rompen la cuarta pared cada vez que pueden; y esta es la excusa perfecta para que David Soren y compañía se den el lujo de jugar con otros estilos visuales (usando marionetas, o a través de viñetas) para contar las experiencias exageradas por las que pasan estos personajes.
En este sentido es donde Captain Underpants mejor funciona: no esperen entrar al cine a ver un producto con la sofisticación de Pixar y Disney. Esta es una película que crea gags a partir de flatulencias, de puns super básicos y de un superhéroe que recorre el mundo en calzoncillos: todo esto en una hora y media que sólo durante el segundo acto nos da algún respiro para desarrollar la trama, momento en el cuál la historia pierde un poco de empuje.
Y si bien el humor puede ser un poco crudo, vulgar o escatológico (algo con lo que Dreamworks sabe lidiar hace muchos años), se enmarca en este juego constante de poder reírnos de lo que sea, inclusive de nosotros mismos. El conflicto principal del film se centra en cómo el villano de turno (el Dr Poopypants, o Pipicaca en la versión en español) no puede lidiar con su apellido, al punto de querer erradicar la risa del mundo.
Captain Underpants es un film inmaduro, sí. Pero llega en un momento en el que los productos de animación nos proponen situaciones similares. Es una película para niños, pero una que también nos invita a serlos, al punto de que parte de la trama se centra en esta diferenciación entre mayores y menores. Harold y George nos interpelan como si fuéramos un amigo imaginario, y en nosotros quedará la opción de entrar en este mundo de fantasías, gases y hombres que salvan al mundo en ropa interior.