Alex de la Iglesia saca lo mejor de sí en El Bar, que premia el humor negro y las situaciones desopilantes.
En un bar clásico de Madrid, un grupo de personas se encuentran desayunando cuando asesinan a un cliente que salió y cruzó la puerta del establecimiento. El temor a abandonar el lugar los dejará atrapados con teorías, miedos y conspiraciones sobre lo que ocurre tanto fuera como dentro de la taberna. El Bar (2017), dirigida por Alex De la Iglesia (Mi gran noche / 2015) está protagonizada por Blanca Suárez (Las chicas del cable / 2017) y Mario Casas (Contratiempo / 2016).
En El Bar, Alex de la Iglesia propuso una película donde los diálogos rápidos, las situaciones bizarras y personajes desopilantes son el motor de su desarrollo. Los protagonistas cumplen los estereotipos claros del cine y la televisión pero poseen una simetría y simbiosis entre ellos para otorgan algo más. En El Bar nada es lo que parece: la historia va cambiando y transformándose a medida que los personajes también lo hacen. Todo esto gracias a un guion que potencia y afirma la relación entre ellos, llevado a cabo por diálogos tan divertidos y críticos como también grotescos. El Bar se mofa de la paranoia propia de la sociedad y del hombre de estos tiempos, donde los ataques terroristas, el apocalipsis religioso o un virus catastrófico forman parte de las teorías del caos, el desorden y el fin del mundo.
Otro punto a favor de De la Iglesia y su pulso narrativo es que nunca decae la atención en El Bar. Cuando parece que se llegó a una conclusión y las ideas se acabaron, un giro argumental cambia el destino de los personajes para afrontar un nuevo reto que los expondrá al peor aspecto de sí mismos. Ante el miedo, el terror y la muerte, cada uno dejará el aspecto superficial y cotidiano de cada día para mostrarse tal cual son, siendo unos más lúgubres que otros. Desde la traición, el engaño y la culpa, De la Iglesia presenta a El Bar como una divertida sátira que toca problemas sensibles y comunes de las personas que cotidianamente no se animan a enfrentar. Por medio de un humor ácido, ágil y divertido, la película se ríe de sus propios personajes a medida que cada vez se vuelve más intensa su lucha por sobrevivir.
Desde su fotografía y escenografía, el director aprovecha un espacio limitado y reducido como un bar tradicional del centro de Madrid. La ambientación, tanto sonora como visual, recrea a la perfección un ámbito en que la tensión crece a medida que las respuestas llegan. La narración de De la Iglesia se asienta de manera factible gracias al gran trabajo de montaje y su fotografía, acompañada de una dirección óptima para captar las diferencias y contrastes entre los personajes.
Con respecto a ellos, el cast conformado por Blanca Suárez, Mario Casas, Secun de la Rosa, Carmen Machi, Jaime Ordóñez, Terele Pávez, Joaquín Climent, Alejandro Awada, Jordi Aguilar, Diego Braguinsky, Mamen García crean un grupo tan dispar y extravagante, cada uno con sus miedos, ambiciones y vicios. Cada uno de los personajes cumple con su propósito y justifica su lugar dentro del bar.
El Bar no se destaca por su originalidad ni por contar una gran historia por detrás: su función de entretener -producto del humor negro y los momentos bizarros- se cumple gracias a la dirección de De La Iglesia por potenciar la personalidad de los actores y las incoherencias de sus acciones.
Dividida en dos actos, el primer funciona de manera más elocuente y natural que el segundo. El primero cuenta con el carácter sorpresa de no comprender la anomalía que los obliga a encerrarse en el lugar: allí ocurre gran parte de los mejores momentos de la película. Por otro lado, el segundo pierda cierta frescura y el film cambia para focalizarse en un costado más lúgubre y oscuro, con puros tintes de thriller dejando de lado el humor y la diversión de los diálogos calamitosos de la primera mitad. Sin embargo, la película cuenta con ciertas licencias narrativas pero que no repercuten en gran escala debido al buen trabajo actoral como de dirección. El uso reiterativo de recursos y elementos grotescos entorpezcan el desarrollo natural de la historia, pero en sí es así la esencia de El Bar y su forma de presentarse a la audiencia.