Después de tanto esperar, finalmente llegó el live action de Ghost in the Shell ¿Es lo que necesitábamos? Seguí leyendo y fijate.
Ghost in the Shell no es la primera de su tipo. Muchas películas antes que ella intentaron llevar la genialidad del anime japonés a las carteleras de todo el mundo a través de la fuerza productiva de Hollywood, sin embargo no todas fueron bondadosas con sus fuentes. De hecho, no se nos ocurre ni una en este momento. Sin embargo eso no quiere que deba ser así para siempre, y todo depende de una sola película que rompa con los estereotipos (tanto de las superproducciones Hollywoodenses como de la animación nipona) y abra una nueva puerta anime (probablemente una puerta con ojos enormes y un monólogo de tres días cada vez que se abre) a el nuevo mundo hiperconectado. Pequeña tarea cayó en los hombros de Scarlett Johansson.
Pero si bien la película que estrenó en cines es una adaptación de la clásica película (y manga) del mismo nombre, no tiene por qué respetar al 100% todo lo que se pudo ver en la entrega original. Y sobre todo teniendo en cuenta que esta película está orientada a un público un tanto más masivo que la original, y cosas que deben detallarse muy explícitamente para que el público pueda comprender qué es lo que se está viviendo.
Por esta razón, si bien la trama es bastante similar a la que podrían haber conocido por las historias de la fuente, Ghost in the Shell (la nueva película) tiene sus diferencias. Daremos una breve sinopsis de la historia de la nueva película, y quienes hayan visto el material original podrá hacer su propia valoración en las diferencias.
Como corresponde a una película de ciencia ficción, tiene lugar en una ciudad en el futuro, donde la tendencia del momento es que las personas integren componentes tecnológicos en su ser; sea para remplazar extremidades perdidas o para mejorar una cualidad. Memoria, vista, fuerza, habilidades de tipeo; no hay nada que no pueda ser intervenido por medio de la última tecnología. Aquí también habitan muchos androides (robots con características humanas, diferente del ciborg que es un humano intervenido por tecnología); y esto sienta el tono a una de las más grandes preguntas con las que se enfrenta la película. Donde está el límite entre un humano y un robot. Y la respuesta está en el título. El Ghost (nombre que le otorgan al alma) en el Shell (caparazón, es decir, el cuerpo).
Mira (Scarlett Johansson) es el fruto del experimento que intenta unir un Ghost humano con un cuerpo robótico. La primera de su clase, posee capacidades sobrehumanas tanto físicas como intelectuales; la envidia de todos los que aumentan sus capacidades con este tipo de implantes. Pero para Mira, a diferencia de los demás, adoptar estas partes cibernéticas no fue una decisión consciente, si no que fue elegida como un caso a experimental luego de que casi perdiese la vida en un ataque terrorista. Salvada por la medicina moderna que logra separar su Ghost de su cuerpo e introducirlo en un cerebro artificial, es inmediatamente incorporada en las fuerzas especiales del Sector 9 (un organismo a cargo del primer ministro), donde recibe el título de The Major (Mayor o comandante), el arma más letal en manos del gobierno.
Sin embargo Major se encuentra desahuciada de su memoria, los únicos recuerdos que tiene comienzan desde el día en que renació en su nuevo cuerpo, y algunas de las historias que su creadora, la doctora Ouélet (Juliette Binoche), le contó de su pasado. Por esto Mira no comprende del todo qué la distingue de los androides que ve tan regularmente; aun cuando las personas la traten como un par.
Como parte de su trabajo en el sector 9, Mira es encargada junto a su equipo a descubrir quién está detrás de unos hackeos que se está haciendo a personas con implantes cerebrales. Es entonces que la misión de The Major pondrá a prueba su humanidad, y que la protagonista descubrirá quién en realidad ella es.
Ghost in the Shell nos sumerge en un mundo futurista repleto de encandilantes luces, avisos que escapan sus marcos publicitarios y transitan las avenidas como invitados fantasmas en una ciudad que luce cada vez menos humana. Sin duda las visuales son uno de los puntos fuertes de la película, con gran parte de las tomas centradas en la espectacularidad que consigue Rupert Sanders, el director, en esta nueva película. E incluso logra capturar buena parte de la magia que había hecho tan popular a la Ghost in the Shell original, rehaciendo con justicia escenas emblemáticas que todavía hoy siguen siendo tan vigentes como el día de su estreno. Los efectos que rodean a Scarlett Johansson la envuelven en un aura casi irreal que da la impresión de ser algo más que una persona, bastante apropiado con su condición, pero por momentos algo extenuante, porque pone una barrera entre la protagonista y las audiencias.
Como The Major, Scarlett resulta medianamente convincente. Por un lado encontró un sentimiento para evocar en esta especie de superheroína sin recuerdos; una acertada melancolía que la acompaña durante toda la película, tristeza por ser la única de su especie y no lograr conectar del todo con las demás personas. Aunque bueno, el espectro de emociones que logra emitir la actriz (en toda su carrera) tampoco es mucha más amplio que un par de sensaciones similares a esta. Por el otro lado, si bien Scarlett tiene bastante experiencia en películas de acción y escenas de pelea, pareciera que esto no termina de lucirse por las situaciones en las que tiene que enfrentarse físicamente a sus contrincantes. Esto podría no ser un error de la actriz sino más bien del enfoque del director, sin embargo el resultado deja bastante que desear en este frente.
Pero para Ghost in the Shell las escenas de acción son la excusa para hacer un planteo filosófico. Así como lo hicieron las originales antes, cada discusión, cada encuentro, cada pelea es un momento para hacerse una pregunta metafísica ¿Qué significa ser humano? ¿Qué nos diferencia de los robots? ¿Cómo nos ven los otros? ¿Cuál es nuestro lugar en la sociedad? Algo que recuerda a otra película que protagonizó Scarlett repleta de acción y de planteos para dejarnos pensando, Lucy. Sin embargo, este debiera ser el punto más fuerte de la película, no siempre está acompañado por un guión la altura (a pesar de que remitirse a sus fuentes hubiese sido más que suficiente). En consecuencia tiende a sobresimplificar algunas cosas para “ayudar a las audiencias”. Esto queda sobre todo retratado en el personaje de Cutter (Peter Ferdinando), uno de los antagonistas de Ghost in the Shell, y sin lugar a dudas un personaje unilateral al que lo único que le importa es el éxito de su compañía.
Quizás para algunos lo que contaremos a continuación pueda ser un pequeño Spoiler, pero no es sobre la trama, y definitivamente no es algo que va a influir en la película, si no en su futuro.
Ghost in the Shell como película en solitario tiene sus inconvenientes, pero también es una realidad que tiene un límite en lo que puede lograr ser, le toma una preciada porción de tiempo en pantalla hacer entender al público dónde está situada, qué está pasando, y cuáles son los problemas de la sociedad que retrata; quitándole espacio a lo que en verdad importa. Y es por esto que tomaron la decisión de hacer a esta adaptación del clásico japonés una especie de precuela de una saga que continuará. Por lo tanto, si tiene buena repercusión en las taquillas, estamos en vísperas de una saga que (esperamos) expandiría en todos los temas que quedaron esperando ser trabajados.
Un último consejo antes de que saquen sus entradas. El 3D no agrega en absoluto a Ghost in the Shell. Hay una o dos de esas escenas efectistas en que algo se acerca a la pantalla repentinamente; y solo alguna oportunidad donde tiene sentido el efecto de profundidad. El resto del tiempo es tan solo un dolor de cabeza y una distracción de lo que en verdad está pasando.