Justo a tiempo para la festividad norteamericana del mismo nombre, una nueva Halloween llega a los cines.
Halloween, la película creada por John Carpenter y Debra Hill y estrenada en 1978, es considerada un clásico del cine de terror e instigadora de la “edad de oro del slasher”, subgénero que prácticamente inventó. Atrás vinieron los imitadores como Martes 13 o Pesadilla en la Calle Elm y una franquicia con ocho secuelas y un reboot de Rob Zombie, que tuvo su propia segunda parte.
El nuevo film, que viene a celebrar el cuadragésimo aniversario de la original, logra mejor equilibrar el homenaje, la deconstrucción del género y el suspenso del puro slasher, poniendo por sobre casi todos los títulos citados, y también arrastrando algunos de los problemas de este tipo de producciones.
Llamada Halloween a secas, esta nueva entrega remarca desde el título que se desechó toda la continuidad desarrolla por lo menos desde la tercera parte, aunque la serie nunca se preocupó particularmente por eso. Jamie Lee Curtis regresa a su icónico rol de Laurie Strode, la “scream queen” original, devenida en una suerte de Sarah Connor, que en lugar preparase para la guerra contra los robots vivió entrenando para el día en que el maníaco asesino que la acechó de joven regresara. Su estilo de vida paranoico le costó la relación con su hija Karen (Judy Greer), aunque parece estar en mejores términos con su nieta Allyson (Andi Matichak). Todos piensan que esta loca hasta que, como no podía ser de otra manera, Michael Myers escapa.
Desde los aspectos más técnicos, la nueva Halloween es un muy buen ejemplo de una buena película de terror de la subvariante “loco con un cuchillo acechando un suburbio yanqui”. David Gordon Green, quien desde hace unos años viene pivoteando al cine dramático y de suspenso desde hacerse un nombre como director de la comedia porrera Pineapple Express, y el editor Tim Alverson captura con justeza el suspenso y el miedo primal de ser observado y lo gráfico de los asesinatos que fue tan influyente de la original.
El cinematógrafo Michael Simmonds también hace lo suyo, filmando con buen ojo para la composición y jugando con las sombres y las siluetas en la oscuridad de la noche del 31 de octubre que cubre casi toda la película.
Pero todo esto sería en vano sin la musicalización de Carpenter, quien ya había creado el icónico tema de la original, cargado de sintetizadores que por entonces eran de punta. Aquí regresa con la ayuda de su hijo Cody Carpenter y Daniel Davies, no solo para actualizar la melodía clásica, sino para construir una banda sonora completa que es tan atmosférica como enervante.
Al igual que en la factura de lo visual, el guion también logra recorrer ese fino filo entre reconocer el tiempo que paso desde la original (tanto en el cine de terror como en el mundo) sin caer en la autorreferencialidad constante de Scream, y capturar ese sabor vintage ochentoso sin ser un plagio de si mismo.
Este acto de equilibrio puede ser un prospecto difícil, y en particular para el cine slasher, acaso uno de los géneros más analizados por la crítica de cine y la academia en las últimas décadas. El lugar de la mujer y lo femenino, tan cuestionado en esos films clásicos donde se premiaba la virginidad de la protagonista con su vida y se castigaba la “promiscuidad” de la porrista con una muerte horrorosa, se encuentra revisado acorde a los tiempos.
Esto es claro en la narrativa de empoderamiento femenino que encarna Laurie Strode, que va de victima indefensa a mujer lista para la batalla, pero también informa detalles más sutiles y por ello mejor logrados. Por ejemplo, la manera en que Allyson lidia tanto con su novio un tanto forro Cameron (Dylan Arnold) y con Oscar (Drew Scheid), el estereotípico amigo macanudo que se confunde una sonrisa con una invitación para el chape. En la única escena de sexualidad adolescente más marcada que hay en la película, es la amiga de Allyson, Vicky (Virginia Gardner de Marvel’s Runaways), quien la inicia, mostrándola como agente de su propia libido. Me reservo el pronóstico de su supervivencia por cuestiones de spoiler.
Por otro lado, el guion Jeff Fradley, Danny McBride y David Gordon Green abiertamente tematiza el subtexto survivalista y pro armas que tiene este tipo de películas donde el peligro acecha en todos lados y nuestra única defensa es un buen revolver. Como averiguan Aaron Korey (Jefferson Hall) y Dana Haines (Rhian Rees), dos podcaster que tienen un programa en la vena de Serial o Making a Murderder, intentar comprender a tipos como Michael Myers no lleva a finales felices.
Este conflicto es encarnado abiertamente en el conflicto que tiene Laurie y Karen, quien devino en psicóloga para tratar de sacudirse el trauma de ser hija de una paranoica que la crio preparándose para enfrentar una amenaza que todos pensaban ya no existía. Si bien puede ser cierto que en el mundo real haya más amor y comprensión que peligro, como dice Greer en una línea, y es razonable esperar control de las armas que hace del Estados Unidos el hogar de decenas de tiroteos es escuelas y otros lugares públicos, en el mundo de Halloween mejor vale estar armado con una escopeta.
Más allá de su parada política, que habla tanto de hoy como del pasado del cual proviene este género que Carpenter invento en tiempos de El Vengador Anónimo y Ronald Reagan, la nueva Halloween es exitosa en lograr negociar entre lo nuevo y lo viejo para producir una secuela digna, que es igual parte reflexión sobre el género y una celebración del mismo.