El director Matthew Vaughn regresa al mundo de Kingsman creado por Mark Millar, apostando a redoblar la apuesta en una secuela que es más, para bien y para mal.
Seamos sinceros, quien pague la entrada de cine para ver Kingsman 2: El Circulo Dorado no esta buscando ni un relato con matices humanos ni narrativa sutil y grácil. Esa persona esta buscando repetir la dosis de acción inverosímil y diversión boba que la primera película supo entregar con tanta experticia. En ese prospecto el director Matthew Vaughn y la mayoría del elenco reincidente logran cumplir las expectativas, aunque no de manera tan contundente como en la primera ocasión. La propuesta aquí claramente es intentar suplir la pérdida de frescura del concepto que necesariamente implica una segunda parte con la filosofía de “más es mejor”. Más personajes, más locaciones, más explosiones, menos verosimilitud.
Esto queda claro desde el mismo comienzo, con una desquiciada pelea automovilística entre Eggsy (Taron Egerton), el recluta de la primera parte ya convertido en Galahad, y Charlie Hesketh (Edward Holcroft), la rencorosa némesis que el protagonista había conseguido en la academia. Si bien el tiroteo por las calles de Londres termina a favor del Eggsy, la base de datos de los Kingsman es hackeada y como resultado todos los agentes Kingsman son eliminados en un bombardeo coordinado. Detrás de ataque se encuentran los enemigos del film, el cartel de drogas conocido como Circulo Dorado, dirigido por la improbable Poppy Adams (Julianne Moore), una mezcla entre un CEO despiadodo a lo Steve Jobs y Maru Botana.
Solos y sin recursos Eggsy y Merlin (Mark Strong) deben recurrir a los Statesman, el equivalente republicano de la agencia de espías en los Estados Unidos, entre los que se cuentan los agentes Tequila (Channing Tatum), Champagne (Jeff Bridges), Ginger Ale (Halle Berry) y Whiskey (Pedro Pascal). La sorpresa resulta de su encuentro en la base de Kentucky con el Galahad original (Colin Firth), quien sobrevivió gracias a que el personaje de Berry inventó una cura para el disparo en la cabeza. Si, así como lo leen. Todos juntos deberán derrotar a Adams y el Circulo Dorado y su maléfico plan para legalizar las drogas a nivel mundial.
En cuanto a las escenas de acción redoblar la apuesta rinde dividendos, particularmente en las dos secuencias mejor logradas, que abren y cierran la película. La cámara mantiene el foco acelerado y kinético que caracteriza el trabajo basado en historietas de Vaughn. Al igual que en Kick-Ass, el británico favorece perspectivas forzadas que combinadas a la acción exagerada y el descuido por las reglas de la física generan la impresión de estar presenciando las viñetas de una historieta en movimiento. Lo que resta potencia a estos exabruptos de violencia es que se vean diluidos en una duración inflada por demás.
En el frente de la sátira los resultados de ir más exagerado no funciona tan bien. Aunque este no sea el tono del material de origen, Vaughn construyó la primera Kingsman como a la vez una parodia y actualización de James Bond. Una versión que en lugar de inspirarse en la saga de Bourne, como el Bond de Daniel Craig, se modela a la imagen del empastillado Statham de Crank. Aquí se mantiene esa base, aunque en esta ocasión los chistes se hacen a costas de una versión caricariturizada de los yankis, quienes en lugar de rifles automáticos y computadoras como los soldados contemporáneos, pelean con revólveres, sombreros de vaquero y lazos que descargan choques eléctricos.
A pesar de apoyarse bastante en el humor escatológico y juvenil, las risas más inteligentes viene de su tratamiento de la “guerra contra las drogas” a través del personaje de Julianne Moore y su plan de envenenar a todos los consumidores de estupefacientes del mundo y pedir rescate a cambio del antídoto. Minar un tema tan complejo y controversial para sacar carcajadas es atrevido, y mayormente rinde frutos. En particular es destacable como logra retratarse, no sin considerables disparidades tonales, los prejuicios infundados que pesan sobre el consumo de drogas en la sociedad moderna, sin por eso dejar de señalar los peligros de las sustancias como una epidemia social.
Menos exitosos son sus chistes a costas de los personajes femeninos. El tema del tratamiento de las mujeres es un tema que no puede dejar de estar presente en una cinta que toma elementos del notoriamente misógino James Bond, pero a pesar de las mejores intenciones el guión no termina de cuajar en ese frente. La diferencia de género se hace texto en el personaje de Ginger Ale, la ultra competente científica cuya salida al campo le es negada por ser mujer, y sin embargo, el resto de las mujeres suelen ser el remate de un chistes que no desentonarían en American Pie.
Tilde, la princesa sueca que premiara a Eggsy al final de la primera parte accediendo a practicar sexo anal, es reducida a una novia celosa que solo quiere un anillo de compromiso. Pero destino es aquel de la villana Clara Von Gluckfberg (Poppy Delevingne), quien será invadida con un aparato de vigilancia en sus partes pudendas por parte del héroe, solo para al final ser volada en pedazos por su novio celoso de dicho acto carnal.
Quien haya seguido la campaña de marketing y/o los fanaticos de Channing Tatum podrían decepcionarse al encontrar que su personaje Tequila, presentado predominante en las publicidades y posters, solo tiene algunos minutos en pantalla. La poca acción que ve Tatum en la película ya se podía disfrutar en los trailers. Los decepcionados por la participación inflada del exbailarín encontrarán consuelo en la actuación de Elton John. El músico británico, más recordado por nuestra generación como el autor de la canción romántica de El Rey León, aparece en lo que aparenta ser un cameo más a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, y termina no solo por robarse todas las risas sino por convertirse en una personaje secundario de peso.
Pero acaso la peor debilidad del Kingsman 2 sean sus dos horas y veinte de metraje, que infla una innecesariamente una trama que nunca fue demasiado importante para empezar, en detrimento de una película que se beneficiaría de ser más ágil y compacta como su primera encarnación. A quien esperaba que El Circulo Dorado fuera una reinvención de la primera entrega, lo que The Dark Knight fue a Batman Begins, le aviso que tocó timbre en la puerta equivocada. Acá lo que hay es más y más de lo mismo (y eso no es necesariamente algo malo).