La La Land (2016) Igualó el récord histórico de Titanic (1997) y La Malvada (1950) con 14 nominaciones a los premios Oscar.
En La La Land (2016), tanto Mia (Emma Stone – Birdman / 2014) una aspirante a actriz como Sebastian (Ryan Gosling – The nice guys / 2015), un pianista de jazz con poca repercusión buscan perseguir sus sueños mientras se enamoran y cambian su perspectiva de cómo enfrentar a sus miedos y fracasos.
La La Land invita al espectador a pasear por Los Angeles a medida que Mia y Sebastian tropiezan con la realidad y los errores que los alejan cada vez más de sus sueños. La La Land es pintoresca desde su puesta en escena, su vestuario, dirección, fondos y paisajes. El ojo de su director, Damien Chazelle (Whiplash / 2014) es la clara concepción de lo que La La Land viene a representar a la gran pantalla. En La La Land todo brilla y reluce dependiendo de la temática que esté aconteciendo en pantalla. Los escenarios son abarcativos, diferentes y complementarios entre sí: desde una fiesta donde todo sucede en cámara lenta y las acciones superficiales de la noche brillan por su monotonía hasta un recóndito bar donde hay pocas personas. En él, Mia encuentra en la nostalgia y melancolía de una canción de Jazz un lugar agradable y sin luces que la distraigan: solamente ella y su sentimiento de sentirse única al momento de escuchar a Sebastian y su piano.
La La Land seduce desde su paleta de colores y dirección tan característica de las películas clásicas, con referencias explícitas a películas como Los paraguas de Cherburgo (1964), de Jacques Demy y claros guiños a Un americano en París (1951), Melodías de Broadway (1953), Funny Face (1957) -entre otras-, en una puesta en escena de manera ejemplar con Chazelle a la cabeza trabajando en conjunto con Linus Sandgren. Tanto los paisajes, como la escenografía y también los fondos son un deleite visual de La La Land, utilizando recursos no tan habituales en el cine de hoy. Filmada principalmente en 35 mm otorgando granos de colores diferentes en su producción, con murales gigantescos como fondos pintados al óleo.
La La Land marcha por un camino difícil de recorrer donde los protagonista alcanzan el límite de lo que están dispuestos a sacrificar para alcanzar sus sueños, dudando de sí mismo llegando a darse hasta por vencido. Allí, en un viaje impropio e impredecible, juntos se precipitan a saltar a un lugar incierto donde desconocen lo que les deparará el futuro. Un camino tan improbable que tal vez, no los encuentre juntos.
De la mano de Justin Hurwitz, la música, el tono de sus canciones y las coreografías de baile hacen a La La Land de una película única en su contenido. Canciones y melodías que hablan con sus letras, el ritmo y los gestos por sí solas, a medida de que la dupla de Ryan Gosling y Emma Stone las reproducen por distintos escenarios.
La La Land es una película entretenida y enamorada de sí misma: de la relación de los actores con sus sueños, sus frustraciones y logros, la complementación entre ambos y la perspectiva de cada uno. El mundo de Mia, moderno, visceral y acostumbrada a la época actual, totalmente opuesto al de Sebastian. Él, enamorado del ayer, de todo lo pasado que tal vez nunca vuelva a suceder y la valoración por lo tradicionalista, contenido e inamovible por su amor incuestionable a la música.
Así de diferentes, Mia como Sebastian logran conectar sus mundos para la eclosión de uno diferente donde cada uno deberá manejar ese nuevo aprendizaje para continuar adelante y cumplir sus sueños, o tal vez no. ¿Hasta qué punto la frustración por no conseguirlo, el fracaso repetido hace que se acepte la realidad y se diga basta? La ambición del dinero, la frivolidad por sentirse reconocido y la aceptación social funciona como un letrero de stop para los sueños de Mia como Sebastian, traicionándose a sí mismos.
La La Land vive y brilla en la intensidad por bailar, cantar y caer en la nostalgia, en la desesperación, exposición y voluntad de sus protagonistas por intentarlo. Intentar encontrar la felicidad en sus sueños, por más tormentoso y doloroso que sea ese camino para llegar a ellos. La vida y cuerpo de La La Land están conformados por la dirección de Chazelle, la puesta en escena y su música, dejando a la interacción entre Ryan Gosling y Emma Stone como el corazón que bombea sangre a todo el cuerpo para que coordine a la perfección.
Opuestos en la superficialidad y en la primera capa de la personalidad, Gosling y Stone se complementan como uno en una relación natural, química y explosiva en pantalla con sentimientos reproducidos en gestos, mirada y reacciones. “City of the Stars”, canción que moviliza al film y se reproduce en toda la película, es una gran interpretación entre ambos, adaptada al contexto reproducido en escena. En ella, sin ser cantantes ninguno de los dos actores, logran una performance única, sensible y empática con el tono dulce de Stone como también más seco y afligido de Gosling. Ryan Gosling se pone en la piel de Sebastian, un pianista divertido, fresco y natural por momentos como también pasional en su amor por el Jazz clásico y su tono nostálgico por recordarlo y tratar de recuperarlo, en épocas donde la música electrónica llena discotecas y el Jazz algunos bares.
Sin embargo, Emma Stone resume el carácter y alma de La La Land con su interpretación de Mia mientras reproduce The Fools Who Dream, una canción emotiva, cautivadora y personal. Todo lo que La La Land quiere significar con sus cuestionamientos por la concepción de los sueños, frustraciones y temores se resumen en el tono decoroso, sensible e intenso de esa melodía y monólogo.
La La Land también tiene sus errores y falencias, con un guión débil sin grandes complicaciones ni dilemas más allá de los establecidos de manera explícita. Relegado por el aspecto, visual, sonoro y artístico, cumple pero sin demasiado para aportar a todo lo demás que ya de por sí, conforman a lo que es la película.
La La Land es una gran historia visual y visceral para la época de los musicales en el cine del siglo XXI, una invitación a dejarse llevar por las melodías, los tonos, colores y texturas de su estética y por el carisma entre sus protagonistas.