La búsqueda de la próxima gran franquicia hollywoodense continúa con la adaptación cinematográfica de la saga La Torre Oscura de Stephen King.
Cuando La Torre Oscura se estrenó en Estados Unidos hace poco más de dos semanas la crítica del país del norte fue inclemente, como refleja el consenso en los sitios más visitados de internet. El público reaccionó con acorde falta de ánimo, reportando un estreno más que modesto en dólares y una taquilla que en los días siguientes se desinfló rápidamente. Pálidas quedaban las ambiciones que Sony Pictures pudiese haber depositado en el prospecto de lanzar un éxito comercial, y su subsecuente serie de secuelas y spin-offs.
En defensa de los ejecutivos de Hollywood, en los papeles la fórmula parecía infalible. La película está basada en una masiva serie de libros del siempre redituable Stephen King. Su saga de La Torre Oscura acumula ya nueve libros y más de cuatro mil páginas. Una épica al estilo del Señor de los Anillos escrita por el maestro del terror generaba tanta seguridad comercial que hasta se anunció el desarrollo de una precuela en formato de serie de televisión en paralelo al estreno del film, que por ahora sigue en pie.
Como un espectador neófito en cuanto a La Torre Oscura, no se cuanto de esa profunda y vasta mitología ha llegado a la pantalla. El cinéfilo de a pie podrá distinguir algunas referencias a la interconectividad del universo narrativo de King, como las ruinas de un parque de diversiones llamado Pennywise, como el recordado payaso de It, o que las habilidades psíquicas que posee el protagonsita se llame “resplandor”. Pero todo parece indicar, que para bien o para mal, en la sala de edición se priorizó la economía narrativa al desarrollo de un universo expandido, solo entregándose al espectador la información justa y necesaria para seguir la acción.
Los minutos iniciales relatan demasiado sucintamente la vida adolescente de Jake Chambers (Tom Taylor), que incluye un padre muerto, una madre desbordada y casada con padrastro malo, un psicólogo incomprensivo, y una infaltable cuota de bullying. Con este comienzo podría dar la impresión que se estaba disponiendo una aventura de corte ochentoso y spielbergiano, vuelta popular nuevamente gracias a Strangers Things.
Pero una vez que el chico escapa de los hombres lagarto disfrazadas de humanos que pretenden secuestrarlo, y cruza el portal que conecta nuestra Tierra con Mid-World (no tan casualmente Tierra Media traducido al español), no nos encontramos con nada parecido al mundo de imaginación desbordante que nos ofrece, por ejemplo, La Historia Sin Fin. Más bien, el diseño del planeta donde libran su batalla por el destino del multiverso el pistolero Roland Deschain (Idris Elba) y el hombre de negro Walter Padick (Matthew McConaughey) parece haber tomado prestada la paleta de colores del estacionamiento de un hipermercado.
El tono gris apagado, el diseño sin inspiración de monstruos y locaciones de La Torre Oscura quizás pueda atribuirse al modesto presupuesto de 60 millones de dolares. O a la moda posapocalíptica a la que parece querer plegarse la película, llegando por lo menos cinco años tarde detrás de éxitos como The Walking Dead y Los Juegos del Hambre. Esta suposición cobra fuerza si se piensa que la preproducción del film comenzó allá por 2007, primero con J.J. Abrams y luego con Ron Howard a la cabeza.
Finalmente la filmación la terminó encabezando el director danés Nikolaj Arcel, cuyo mayor éxito es un melodrama histórico del siglo XIX, y se nota. Sin experiencia o un sabor visual específico para las escenas de acción o la exposición de contenido fantástico, las secuencias se encuentran filmadas y montadas correctamente pero lejos del vértigo que alcanzan hoy los mejores exponentes del género. Cuando Deschain descarga sus revólveres con precisión milimétrica, uno desearía que las balaceras estuviesen presentadas con la misma vehemencia que en John Wick. En el improbable caso que algún empleado de Warner Bros. este leyendo esta reseña, les pido por favor reconsideren darle a Arcel la dirección de la adaptación al cine de Fables de DC/Vertigo.
En el departamento de las actuaciones tampoco encontramos grandes destacados. Acaso lo mejor del elenco sea el joven Tom Taylor, que encarna de forma creíble las emociones de Jake. Idris Elba hace de Idris Elba, aunque no es sorpresa pues el londinense no suele aportar la misma intensidad a sus papeles en tanques de Hollywood que a otros proyectos más dramáticos o independientes. La decepción viene por el lado de McConaughey, quien en el rol del hechicero malvado, casi la encarnación del mal, aparece desafectado y falto de entusiasmo.
En la performance del actor el Hombre de Negro aparece menos motivado en su cruzada por reinar el multiverso, objetivo diabólico trillada si las hay, que los financistas de Sony en producir una secuela de esta película. Cualquiera que haya visto Magic Mike o True Detective conoce la intensidad y personalidad con que McConaughey es capaz de imantar la pantalla, por lo que es una pena que en este caso solo se presentara a leer el guión y cobrar el cheque.
Pero, enumerados los puntos flacos, se debe decir que bajo ningún punto de vista La Torre Oscura es el desastre con el que lo equipara el puntaje normalizado de la página del tomate. Solo se entiende la animosidad si el gremio norteamericano de críticos se puso de acuerdo en entablar una cruzada contra los films que están solo bien menos, más cansados por la mediocridad de la máquina hollywoodense que por películas directamente malas (de las que no faltan ejemplo en lo que va del año)
Por todos sus errores, Arcel y sus editores mantiene un ritmo sincopado y nunca engorroso. La narrativa es manejada en forma económica, y si bien no hay grandes despliegues emotivos, se logra mantener el interés del espectador lo suficiente para llegar al final sin sentirse tentado de mirar el teléfono. Con sus 95 minutos, por otro lado, representa una bienvenida bocanada de aire fresco frente a los bodrios de puro CGI y explosiones que pretenden resarcir sus defectos narrativos con cantidad de minutos en pantalla. En todo caso, nos encontramos ante un film fantástico con aventura y acción más bien correcta, sin destacados, en una época donde hemos aprendido a esperar más que eso del género.