Con cuatro nominaciones a los Oscar, Mudbound cuenta una desgarradora historia de racismo tras la Segunda Guerra Mundial.
Sobran las historias de héroes de la Segunda Guerra Mundial que se han contado en la gran pantalla. Sin embargo, en la mayoría de los casos se han ignorado los relatos de aquellas minorías que también lucharon contra Hitler y que un día debieron volver a sus casas para seguir dando batalla contra aquellos que querían detener sus ganas de vivir tan solo por el color de su piel. Allí es donde aparece Mudbound, para contar lo que muchos prefieren callar.
La película de Dee Rees narra el regreso de dos soldados a sus hogares después de haber derrotado a los nazis. A pesar de vivir en el mismo campo, ubicado en Mississippi, las realidades que les aguardan son completamente diferentes. ¿Cuál es la principal diferencia? Uno es blanco y el otro de color.
Inquietante tema que es abordado por la directora estadounidense con verdadera profundidad. El ritmo de la película es lento pero no por eso aburre, los hilos se van tejiendo con absoluta inteligencia para dejar en claro cuál es el papel de cada uno de sus protagonistas. Los momentos comienzan a llegar uno a uno con el correr de los minutos, desbordando a cada rato con secuencias absolutamente desgarradoras para poder contar una realidad que pocos conocen.
El guion -a cargo de Virgil Williams y basado en la novela de Hillary Jordan– es una de las partes fundamentales de este relato. La elección de utilizar a los personajes para que cuenten sus propios fragmentos es todo un acierto, mientras que cada una de las palabras que salen con sentimiento de sus bocas resultan estremecedoras. Diálogos sin exageraciones ni estereotipos del género construyen una identidad tan sobria como verosímil.
Y justamente en los personajes encargados de darle vida a todo esto está uno de los mayores potenciales de Mudbound. Desde el racista extremo y el cobarde que no se atreve a revelarse, hasta el “negro” trabajador que acepta la realidad y su hijo que entiende que merece más. Cada uno con una historia propia que contar y Rees consigue que no perdamos interés en ninguno de ellos.
En la interpretación de los mismos, además, yace otro de los puntos fuertes de la obra. No por nada el reparto ha recibido varias nominaciones. Cada uno de los interpretes consigue transmitir lo que están sintiendo: su odio, su dolor, su impotencia, su desesperanza. Merecen ser destacados Jason Mitchell, Garrett Hedlund, Rob Morgan, Jason Clarke, Carey Mulligan, Jonathan Banks y la nominada al Oscar Mary J. Blige, pero también acompañan a la perfección todos los secundarios.
Pero no por contar una gran historia Mudbound descuida su lado estético. La fotografía del film está a la altura de todo lo anterior. Es uno de los elementos destacables de la producción, mostrándonos con detalle y mucha intromisión cada uno de los rincones de la población rural en la que convivieron estas dos familias que tanto tienen para contar.
Siguiendo con los detalles técnicos, todo está bien. La banda sonora es el acompañamiento perfecto para cada uno de los momentos en los que nos envuelve esta historia. La canción original -también nominada al Oscar- es simplemente la frutilla del postre.
Entonces, Mudbound es el desgarrador relato de la parte hipócrita estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial. Muchísimos héroes fueron reconocidos y condecorados, regresando a sus casas como estrellas de Hollywood. Muchos otros, por el contrario, debieron continuar luchando contra un racismo incomprensible y esta profunda película se encarga de contarlo de una forma tan visceral que consigue tocar hasta la más mínima fibra del corazón.
Dee Rees lleva esta historia con paciencia e inteligencia, para que el espectador que sabe aguardar reciba su premio, un premio formado por secuencias intensas que se meten directamente en el alma. En gran parte, gracias a un reparto extraordinario acompañado por un excelente guion que está a la altura de toda la composición.