El director Duncan Jones y Netflix se unen para estrenar Mudo, una nueva superproducción de ciencia ficción directamente a tu casa.
Salvo en China, el resto del mundo considera a Warcraft un traspié en la prometedora carrera de Duncan Jones. Mientras la costosa producción le fue muy bien en el Reino Medio, en Estados Unidos y el resto del mundo la taquilla fue más bien floja. Esto fue un golpe para Jones, quien había abonado una buena reputación con sus films de ciencia ficción Moon y Source Code. Especialmente el primero, alabado como un nuevo clásico del género y con justa causa. Por eso el director se juega mucho en Mudo (Mute en el original), un viejo guión que pudo producir gracias a la financiación de Netflix.
De la misma manera que la carrera de Jones Mudo inicia de manera prometedora con su introducción de un futuro Berlin cyberpunk y alternativo. Aunque progresivamente las distopías de neón van perdiendo su capacidad de deslumbrar, en la rápida seguidilla de Blade Runner 2049, Altered Carbon en la misma plataforma y ahora Mudo, no deja de ser interesante sumergirse en un mundo diferente y tratar de reconstruirlo a partir de los detalles que la película nos regala.
Lamentablemente, en este caso la historia y lógica de este futuro es tan profunda como llegue la capa de pintura que tiene el set. Elementos dispersos se arrojan por aquí y por allá, retorno de los Amish a Alemania, una Berlin probablemente aún comunista, una guerra en Medio Oriente que involucra a los teutónes y los norteamericanos. Pero los fragmentos son dispersos y poco cohesivos. Si bien la exposición se debe evitar como modo de transmitir información al espectador, no debe ser reemplazada con desconcierto. No ayuda tampoco que aparentemente lo único interesante para mostrar en las ciudades cyberpunk sean los prostíbulos y los bares de mala muerte (véanse todas las obras arriba citadas).
Nuestro protagonista es Leo (Alexander Skarsgård), un Amish que debido a un accidente en su niñez y la fe de su madre, quedó mudo. Una especie de Forest Gump suelto en Neo Tokio, el bondadoso y puro Leo respeta su religión solo hasta donde la trama lo necesita, y la viola sin explicaciones cuando es necesario para que se resuelva el misterio (no tiene teléfono, pero sabe manejar un auto con cambios). El misterio en cuestión es la desaparición de su novia Naadirah (Seyneb Saleh), quien trabaja junto con él en un bar frecuentado por criminales.
Desde el comienzo se nos plantea sin embargo otro aparente protagonista en el cirujano Cactus, interpretado por un Paul Rud sin freno de mano. Junto con su amigo y socio Duck (Justin Theroux), Cactus realiza operaciones para el mafioso Maksim (Gilbert Owuor), quien no termina de intimidar como debería, a cambio de papeles para poder salir del país con su hija luego de desertar del ejercito norteamericano.
Inconexas en un comienzo, a medida que el caso va avanzando las historias de Leo y Cactus se van acercando la una a la otra, aunque el dispositivo narrativo no resulta satisfactorio porque la ejecución deja que desear. En parte tiene que ver con personajes estereotípicos del género cuya caracterización termina en el maquillaje y vestuario. Por otra, la trama dispersa y lo decepcionante de la resolución hace que el neo noir de Mudo parezca sacado de un episodio de una serie televisiva de forenses. El desarrollo del caso simplemente no cuaja, y la película se pierde en momentos de caracterización para personajes caricaturescos que no terminan de convencer.
Entrando en terreno de spoilers, la mayoría de esos momentos de caracterización se centran en Cactus y Duck, porque toda la película esta construida sobre la idea de hacernos empatizar con el dúo para luego invertir lo que creíamos saber de ellos. En este respecto es central el casting de Rudd, quien con su sola aparición tiene la buena voluntad del público. Disfrutando de seguro también él un cambio de aires actorales. Sin embargo, en el recorrido desde inescrupulosos simpáticos a algo más Mudo roza el mal gusto. En particular una subtrama que involucra pedofilia y es manejada de una manera un tanto “grotesca”, como lo adjetivo el crítico de AVClub.
Más allá de la apuesta a este truco narrativo, que tampoco es para nada original, Mudo se reduce a un misterio pobremente ejecutado bajo una pátina cyberpunk y que involucra personajes que por pretender ser poco convencionales terminan resultado entre desdibujados como Leo o desagradables como Cactus y Duck. Pero por lo menos en el caso de los últimos dos, la intención era que lo fueran. Nuestro protagonista, al igual que el film, simplemente no terminan por funcionar.