Llega una nueva película de terror desde Corea del Sur, uno de los semilleros más efectivos del género en las últimas décadas ¿Está No sigas las voces a la altura de sus predecesoras?
El pasado siempre ha sido una cantera temática importante para el cine de terror. Los pecados pasados, los secretos ocultos siempre salen a la luz, no importa que tan bien enterrados y vuelven para atormentarnos. La película surcoreana Jang-san-beom, que aquí a sido llamada No sigas las voces (también conocida como The Mimic en inglés) se apega a la fórmula sin mucha vergüenza.
https://www.youtube.com/watch?v=4MGXlO_1ltgPrimero asustan los espíritus malintencionados, reliquias de un pasado cultural más atado a la naturaleza y las supersticiones. Contra el fondo de la Corea del Sur moderna en que viven los protagonistas, se aparece una criatura conocida como el Tigre de la montaña Jansang, que se esconde en lo profundo del bosque y atrae a sus víctimas imitando el sonido de la voz de sus seres queridos.
Por su parte Hee-yeon (Yum Jung-ah),la protagonista, carga con sus propios fantasmas. Esta su suegra, la madre de su marido veterinario Min-ho (Park Hyuk-kwon), quien padece una enfermedad neurológica y debe ser cuidada constantemente. Es justamente por su bienestar que la familia se muda desde Seúl a una zona rural, de donde la anciana es originaria. Más oneroso es el espectro de su hijo desaparecido, una tragedia que no puede terminar de aceptar y que la obsesiona al punto de descuidar a su otra hija Joon-hee (Bang Yu-seol).Cuando una niña que no habla (Shin Rin-ah) se presenta ante ellos en su nueva casa, Hee-yeon la recibirá como un bálsamo sobre la pérdida. Aunque por supuesto, la nena esconde mucho más que su nombre.
Sin embargo, yo argumentaría que más que estos dos pasados, la historia que más pesa sobre No sigas las voces es la tradición de cine de terror oriental, a la cual no aporta nada nuevo. Recordemos que cuando al comienzo del siglo XXI la nueva escuela de horror cruento asiático desembarcó en Occidente, encabezado por The Ring, Dark Water, The Eye, Three…Extremes, entre otras, revitalizó el género y generó una catarata de reestrenos y remakes. Hoy, sin embargo, este sabor específico de terror oriental ya es bien conocido y las producciones deben esforzarse por innovar sobre la fórmula para destacarse.
Esta claramente no fue la intención del director Jung Huh, quien en No sigas las voces recurre a todos y cada uno de los clisés de género: la madre atormentada, el nene perverso, la vieja con poderes o conocimiento mágico, el demonio vengativo, etc., etc. Los sustos tampoco son tan originales, recurriendo a elementos más que probados como el espíritu que sale del espejo, por ejemplo.
El concepto del demonio que imita las voces de los seres queridos, central a la película y que le da el nombre, esta inexplicablemente poco explotado. Durante la secuencia final el poder del Tigre de Jansang es utilizado con gran efecto para crear ecos de voces desesperadas que reverberan a través de la sala de cine, aprovechando el sistema de sonido sorround, y no se entiende porque no hubo más muestras de este tipo de recursos en No sigas las voces.
El clise que ya comienza a oler rancio es aquel de la madre desquiciada, que perturbada por una tragedia que la hace fallar en su “deber de madre” pierde todo contacto con el pensamiento racional o instinto de autopreservación. En No sigas las voces este estereotipo esta empeorado por la exasperante incapacidad de Hee-yeon de valerse por sí misma, que lleva toda situación de peligro termine siendo resuelta con la intervención de su más sensato marido.
A este tropo, demasiado transitado en los últimos años por el cine de terror, ya le viene tocando una reinvención. Si el género se permitió reinventar a la adolescente virgen que se salva al final en películas como Hard Candy, It Follows o Final Girls, puede hacer lo mismo por las madres culposas.
Por lo demás, No sigas las voces es una cinta de horror bien ejecutada, con una buena fotografía y actuaciones ligeramente sobreactuadas como nos tiene acostumbrados Corea del Sur (donde parece que todos los actores aprenden el oficio trabajando en telenovelas). Merece mención el joven detective que ayuda a la familia que tiene la piel tan exfoliada y blanca (otra obsesión nacional coreana) que parece haber abandonado una banda de K-pop para unirse a la policía. Los fanáticos del terror sabrán disfrutar de una cinta competentemente hecha, si es que no se aburren por la falta absoluta de elementos novedosos que la aquejan.