¿Es la fórmula Dwayne “La Roca” Johnson más monstruos gigantes suficiente atractiva para garantizar el éxito en una cartelera abarrotada de ciencia ficción y acción? Pasen y lean la reseña de Rampage.
Los más memoriosos notaran que la nueva hecatombe CGI protagonizada por La Roca, llamada Rampage: Devastación, toma su premisa de la serie de videojuegos clásica de Midway del mismo nombre. El concepto era sencillo en el arcade y lo es de nuevo aquí: la soberbia ha llevado a los humanos a experimentar genéticamente con animales salvajes y cuando los resultados se salen de control una ciudad norteamericana termina siendo destruida por monstruos gigantes para el entretenimiento del espectador.
Rampage me recordó días pasados de niñez y emoción en Sacoa. Pero más que al fichín original, la experiencia de ver la cinta me llevó de vuelta, como lo hacen demasiado a menudo los tanques hollywoodenses contemporáneos, a mis paseos en el simulador virtual que era el último grito de la tecnología en los noventa marplatenses.
Allí, dentro de una cabina suspendida sobre pistones que zarandeaban a los pasajeros, los sacudones están acompañados un un video CGI sin demasiada trama y personajes que nos transportaba a un mundo lejano y fantástico. A menudo, en particular desde que Michael Bay sacudió a la taquilla mundial con sus Transformers en 2007, ir al cine a ver la oferta norteamericana de acción y aventura me recuerda la experiencia del simulador de Sacoa, solo que con butacas estáticas.
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Rampage, escrita por un consorcio formado por Ryan Engle, Ryan J. Condal, Adam Sztykiel y el sospechoso de siempre Carlton Cuse (Lost, The Strain, Colony) por lo menos hace el intento de poner un corazón humano al medio de todo el quilombo digital. Ese centro es la relación entre el primatólogo ex agente de Fuerzas Especiales ex defensor de animales para la ONU Davis Okoye (Dwayne Johnson) y el gorila albino George, la cual no termina de convencer.
El simio digital tiene sus momentos expresivos, en particular durante su tensa presentación al comienzo de la película, no estamos aquí en la presencia de un logro técnico a la altura de César. Pero no sería justo echarle la culpa a la gente de los efectos especiales por las limitaciones de Rampage, que como ya nos tienen acostumbrado costumbre tiene un CGI por momentos disparejo y producido sin demasiada imaginación.
Los problemas de Rampage son netamente responsabilidad de los guionistas y el director Brad Peyton, que no logran dotar de vida a la acción inanimada producida en las computadoras de última generación. En particular aparece inerte el personaje de Okoye, quien se nos dice se refugia en la relación con animales para distanciarse de los seres humanos, más nunca pasa de sentirse como La Roca con un pasado que se nos cuenta en exposición neta pero que nunca sentimos dramáticamente.
El ataque no es personal hacia Johnson quien hoy es de los pocos que tiene el carisma suficiente para cargarse una película de este estilo al hombro, como hiciera en su mejor momento Will Smith en los noventa. Sin embargo, no se puede demandar que La Roca aporte mucho más que ese carisma y su físico imponente, y acá el guión sencillamente lo deja garpando.
La escritura tampoco le hace demasiados favores al resto del elenco. A Naomie Harris le toca interpretar la bidimensional ingeniera genética Dr. Caldwell quien no aporta demasiado pero por lo menos no se ve reducida a interés romántico del héroe. Jeffrey Dean Morgan es insoportable de lo canchero como el agente Russell, quien funciona como el resuelve todo que saca la trama adelante cada vez que hay un obstáculo.
Malin Akerman no queda bien como la CEO mala más mala que no tiene escrúpulos aunque Jake Lacey como su hermano que le falta un hervorcito se defiende mejor.Manganiello, por las dudas que el DCEU termine de implotar y lo deje sin laburo, se saca las ganas de interpretar a un mercenario violento e implacable que recuerda a un Deathstroke sin máscara.
Los fans del cine clase B de monstruos de seguro disfrutaran que Rampage abrace cierto desparpajo en el desarrollo de la trama que recuerda producciones de menor presupuesto. En el menor de los casos este elección estilística se traduce en gratificación gráfica a las confrontaciones entre personajes y un divertido abandono de la lógica. En el peor los diálogos trillados, que parecen plagiados de una historieta de los años 50, coman la paciencia antes que la película promedie la mitad.
La acción dirigida por Peyton, un socio habitual de Johnson con quien realizó Journey 2: The Mysterious Island y San Andreas, no posee ni el encanto familiar de la primera ni la desfachatez “trashy” e irracional de la segunda. Algunas secuencias son mejores que otras, en particular la apertura espacial y el accidentado viaje en avión, pero incluso estas destacadas recuerdan a películas anteriores que hicieron lo mismo mejor hace muy poco tiempo. De todos modos, en su cometido de entretener y hacerte agarrar los apoya brazos un par de veces sale airoso aunque no le sobre demasiado.
Al que busque espectáculo pochoclero y digital, la cartelera hoy ofrece el igual de artificial pero más genuino goce nerdo de Pacific Rim 2 y la orgía de refencias Ready Player One, que no es mucho mejor que las arriba mencionadas pero por lo menos tiene la imaginación visual de Spielberg detrás de los montajes de acción. De todos modos, supongo que hay un público que no puede resistirse a ver un lobo mutante gigante derribar un helicóptero en pleno aire de un mordisco.