La creepypasta, por excelencia, más popular de los tiempos que corren llega con su propia película y con el objetivo de aterrarnos, cosa que consigue, pero no en el sentido de la palabra que todos esperábamos.
Slender Man, el personaje que surgió hace casi una década y que se convirtió en una de las leyendas urbanas más populares de la era millennial suena perfecto para dar el puntapié a una película de terror que afecte de manera eficiente a la juventud -y no tanto- de hoy en día. Cualquiera que haya escuchado hablar de él o jugado a su videojuego seguro entrará emocionado a la sala de cine, sosteniendo el balde de pochoclos con las manos casi temblantes. El combo suena perfecto, pero no.
Allá por el 2009 en los foros del portal especializado Something Awful surgía esta creepypasta que pronto sería adoptada por Victor Surge, quien acabaría dándole forma, nombre y convirtiéndolo en el monstruo que hoy en día todos conocen. Un ser alto y delgado que disfruta de torturar, secuestrar y asesinar a niños alcanzó una popularidad impensada y marcó a toda una era de jóvenes que escribieron historias sobre él en internet. El material para darle vida y forma a este ente sobra, pero parece que no es algo que hayan tenido en cuenta a la hora de realizar la adaptación a la gran pantalla.
La película en sí nos centra en un grupo de cuatro amigas que, por una razón bien adolescentona y con la típica cuota de incredulidad, deciden hacer el ritual para convocar al Slender Man. Por supuesto que al principio todo queda en risas y chistes, pero la cosa cambia cuando Katie (Analisse Basso) desaparece. A partir de ese hecho -y tras vivir una sucesión de extraños eventos- Wren (Joey King), Chloe (Jaz Sinclair) y Hallie (Julia Goldani Telles) deciden rescatar a su amiga de las alargadas manos del ser que llamaron tras mirar un video de internet.
Gracias a las prestaciones de la propia creepypasta, esta trama cuenta con varios elementos, como las alteraciones psicológicas o el crujir de la madera, que podrían haber sido muy aprovechados a la hora de crear un clima de terror. Sin embargo, la ejecución falla en cada uno de ellos. A pesar de basarse en una premisa clásica del cine de este género e intentar amalgamarlos con las nuevas tecnologías, como la introducción de celulares y convertir a la criatura en un ser que basa sus poderes en la energía eléctrica, todo termina siendo un gran cúmulo de clichés que ni siquiera llegan a funcionar como tales.
Desde el vamos el guion, a cargo de David Birke con ayuda del propio Victor Surge, se cae a pedazos. Los hechos se van sucediendo con excusas exageradamente forzadas, mientras que todo el tiempo da la sensación de apuro, de querer llegar a la conclusión lo antes posible. Los diálogos están formados por todas esas frases que hacen resoplar con ironía al espectador y evitan que se genere cualquier tipo de empatía con unos personajes que nunca acaban de evolucionar. Por suerte para la película, las actuaciones de las protagonistas son un pequeño bote salvavidas que cada tanto evita que todo sucumba en un caos, destacando entre ellas a la siempre eficiente Joey King.
Por momentos, con todas estas excusas para hacer aparecer al monstruo, puede recordar a It (2017) pero el problema es que Slender Man no tiene ni un uno por ciento de la personalidad de Pennywise. Para mal de todos aquellos que hayan disfrutado y se hayan estremecido con el nacer de esta leyenda urbana, en el filme de Sylvain White (The Following) nos presenta su versión más desdibujada y menos aterradora. Incluso la versión pixelada del videojuego causa mucho más terror por sí misma que esta recreación hecha con una mal CGI que carece de historia y personalidad, mientras se limita a sacar sus tentáculos y a hacer uso de los jump scares en un manotazo de ahogado de sensacionalismo.
Es cierto que sabemos que este virus creciente del cine actual que se encarga de recortar escenas “fuertes” o de extrema violencia afectó a la película, luego de un incomprensible pasaje por los pasillos de las productoras. No obstante, aunque seguramente el resultado hubiera sido un poco más satisfactorio e impactante al menos desde el lado del terror, los baches no se tapan con escombros. Es que incluso las fallas llegan cuando, por razones que aún son difíciles de encontrar, intentan transmitir un mensaje de conciencia en contra de las tecnologías y la viralización que hoy en día tiene lugar entre los adolescentes.
En fin, la leyenda urbana que surgió desde las profundidades de internet para acabar sembrando terror a una generación e incluso convertirse en el disparador de varios crímenes en la vida real, alcanza su figura más desdibujada al llegar a las salas de cine con una película mal dirigida, mal guionada y, como remate, recortada en postproducción. Todos aquellos que alguna vez sintieron escalofríos tras leer alguna historia o ver algún video de Slender Man se encontrarán con una versión que da más rabia -y hasta risas- que miedo. Un personaje mal creado en CGI que busca excusas para aparecer, usa jump scares para suplir su falta de efectividad y que se olvida de todas aquellas narraciones que le dieron vida.