Disney y Pixar nos invitan a un nuevo viaje fantástico con Soul, con la novedad que nos vienen a buscar al living de nuestra casa.
Para los espectadores de cine de unas décadas para acá, llorar con una de Pixar es una experiencia obligada, un rito de pasaje. Todos hemos estado en el cine, o en sillón de casa, aguantando los mocos que empiezan caer (porque con Pixar se no se lagrimea, se solloza) y esperando que la persona al lado nuestro, casi seguro en la misma, no se dé cuenta.
Soul no es la excepción, como pueden atestiguar la pila de carilinas usadas que miro mientras escribo estas líneas. Pero esta ejecución perfecta de la fórmula “pixaresca”, una fortaleza por donde se la mire, puede volverse una debilidad cuando estamos hablando de un estudio con más de 25 años haciendo cine.
Que Soul iba a ser una idea ejecutada sin una puntada de sobra era una certeza antes de siquiera ver un segundo de película, debido a la firma que lleva. Pete Docter, director y co-guionista del largo, es acaso factótum de la magia del estudio, habiendo debutado en la silla de director con Monsters, Inc., escrito Wall-E, y escritodirigido Up e Inside Out. Hoy, tras la “desprolija” salida de John Lasseter en 2018, es el director creativo del todo estudio.
Puestas en serie, sus películas muestran una historia en sí misma. Del demoledor prólogo de Up a esta parte, es posible hilar en su trabajo un viaje de creciente abstracción e introspección por entender la vida humana, su alma precisamente. En este sentido, cuesta pensar a donde podría ir después de Soul, donde las preguntas que articulan su arte se encuentran expresadas de manera más frontal imposible.
Soul cuenta la historia de Joe Garner (Jaime Foxx en inglés), un profesor de música en una escuela secundaria de Nueva York, quien vive amargado por no haber logrado triunfado como músico de jazz. Cuando finalmente, a través de un exalumno, parece que va a tener esa oportunidad dorada, un accidente lo deja al borde de la muerte, y su alma camino al más allá. Pero Joe es demasiado terco para rendirse cuando estaba tan cerca de lograr su sueño, por lo que con la ayuda de otra alma llamada 22 (Tina Fey en inglés) intentará por cualquier medio posible volver a la Tierra.
Docter, quien se reconoce cristiano, crea un “más allá” literalmente abstracto, conceptual, lo suficientemente vago para que cada uno llene con su imaginación (o creencia) lo que quiera o pueda. Vemos volver muchas de las cuestiones que motorizaron Inside Out, Intensamente en español, acaso una de las mejores traducciones de un título a nuestro idioma. Por ejemplo, toda la cuestión del “seminario de vos” donde las almas van adoptando/creando una personalidad.
Asimismo, otro conflicto presente en la obra de Docter como el proceso creativo y su relación con la vida (inspiración vs. obsesión) toma la forma de un desierto donde las almas de los vivos que están en la “zona”, tocando música, por ejemplo, cruzan del mundo físico al de las almas. Pero aquellos que no pueden dejarla, que se obsesionan por esa sensación, que se olvidan de vivir, terminan convertidos en monstruos de arena, ciegos, en uno de los tantos guiños a Ghibli que Docter, reconocido fan de Miyazaki, le mete a la película.
Diría que los dos aspectos donde Soul se destaca es, primero, en explorar visualmente mundos que hasta ahora Pixar no había explorado. Si bien el estudio es excelente en crear mundos s llenos de vida e imaginación (el mismo Docter lo hizo en cada una de sus películas), nunca habían presentado un mundo real como lo es la New York del film. Es un lugar real, con gente molesta porque la chocan en el subte, gente que toca la guitarra por dinero, con problemas reales. La elección de la temática del jazz y la cultura afroamericana en general le suma más dimensión todavía, una cultura con sus hitos como por ejemplo la peluquería que visita Joe o el mismo bar jazzero Media Nota.
Acerca de lo técnico, no hace falta decir nada. Como siempre, Pixar está en la frontera de la tecnología CGI. Sobre todo, quien mire la película en un televisor 4K HDR disfrutará las proezas visuales en su máxima expresión, con las texturas y luces logradas a un punto que ya son casi indiferenciables de la realidad, y solo lo deschaba el estilo caricaturesco de los personajes.
El otro fuerte, como no podía ser de otra manera, es la música. En esta ocasión, el usual compositor, y usualmente excelente Michael Giacchino le sede lugar no a uno, sino a tres músicos. Por un lado, es el debut de Trent Reznor y Atticus Ross, colaboradores frecuentes de David Fincher y también los dos miembros oficiales de la banda de metal industrial Nine Inch Nails. Su música electrónica etérea e inquietante les da un toque especial a las escenas en el más allá, particularmente distinguible en la canción del administrativo incorpóreo Terry.
Si bien ambos han probado que pueden hacer música más orgánica en la reciente Mank, también de Fincher, el jazz quedó en manos de Jon Batiste, un excelso pianista y compositor muy conocido en el mundillo, y quien quizás sea más conocido por el público general como el líder de la banda en el Late Show conducido por Steven Colbert. Las secciones con jazz son hermosas, tanto cuando Joe toca el piano, y sobre todo cuando hay vientos, como el solo de trombón de la alumna indecisa o el saxo de Dorothea Williams (Angela Basset). La combinación de ambos equipos compositivos es contrastante pero no disonante, y está a la altura de una película que tiene a la música en su centro.
Si bien no es estrictamente un factor a ponderar para criticar el film, no puede dejar de mencionarse que este es el primer largo de Pixar que se estrena directamente por streaming, disponible para todos aquellos que paguen el servicio Disney+, que desembarcó recientemente en nuestro país. Apurado por la pandemia, la transición del cine a los hogares, no necesariamente sin cines, pero si en paralelo, ha generado mucho debate y llanto, pero ciertamente no parece ser una tendencia reversible (de hecho, el mismo 25 de diciembre servicios competidores estrenaron la secuela de Wonder Woman y un tanque de ciencia ficción con George Clooney). Por lo pronto, y en la imposibilidad de ir a una pantalla grande, como dije más arriba, quien tenga un buen televisor la verá muy bien, e incluso mejor que en algunas salas.
Ahora, lo difícil a la hora de juzgar, de ponerle nota a Soul, es decidir si la película se debe sopesar por sí sola en el contexto de la carrera de Docter y Pixar. Si nos inclinamos por lo primero, está es una joya más en la corona del estudio, otra peli redonda que entretiene, es imaginativa (aunque quizás no tanto como un Intensamente o Coco) y te pone con los golpes de efecto directo al cora.
Pero si se la piensa en un contexto mayor, ya comienza a ser claro que ni siquiera su prácticamente más excelso, como lo es Docter es capaz de escapar al desgaste que sufre la “fórmula Pixar”. No porque ya no sea efectiva, como dije lloré incluso cuando era capaz de ver venir el momento lacrimógeno, sino simplemente por el paso del tiempo. Esa capacidad de asombro que es parte integral de los films del estudio comienza a debilitarse si el espectador avezado, el fan, es capaz de anticipar cada golpe de la película como si fuese el estribillo de una canción pop.
Viene siendo hora de un cambio en la manera en que se estructuran y presentan las películas de Pixar. Un cambio que de seguro se está cocinando desde la salida de Lasseter (pensemos estas producciones tardan por lo menos un lustro desde concepto a pantalla), y del cual podemos ver algunos anticipos en los Sparkshorts que también pueden verse en el streaming del ratón. Porque acá no se da por muerto al que pelea, y Pixar, espero, nos va a seguir dando alegría (y lágrimas) por un buen rato.