The Disaster Artist, la nueva película dirigida de James Franco que viene acumulando nominaciones a los premios más importantes llega a las cines locales.
La nueva película dirigida y protagonizada por James Franco está basada en el libro llamado The Disaster Artist: My Life Inside The Room, the Greatest Bad Movie Ever Made (El artista del desastre: Mi vida dentro de La Habitación, la mejor peor película jamás hecha). Escrito por Greg Sestero y Tom Bissell, narra el involucramiento del primero de ellos en relación a la realización de la que es considerada la peor película producida en la historia del cine.
El guión de Scott Neustadter y Michael H. Weber conserva el punto de vista de Sestero como entrada al mundo de The Room, comenzando por retratar la clase de actuación en la cual se conocieron Greg Sestero (Dave Franco) y el excéntrico Tommy Wiseau (James Franco). Wiseau, el personaje central en la producción del film dentro del film, es tratado como una figura misteriosa, cuyos orígenes y motivos permanecen siempre elusivos. A través de los ojos de Sestero vemos a Wiseau como lo ve todo el mundo, como un enigma tan seductor como desquiciante ¿Cómo funciona la cabeza de la persona responsable de crear algo tan bizarro como The Room? The Disaster Artist aparece como un excusa de explorar esta fascinante pregunta, pero siempre nos mantiene a distancia, mirando por la ventana hacia dentro.
El reparto de la película, como nos tienen acostumbrados Franco y Seth Rogen, quien actúa y produce, es un quién es quién de Hollywood. En los roles más ínfimos, con solo segundos en pantalla, encontramos actores del calibre de Sharon Stone, Melanie Griffith, Bryan Cranston, Judd Apatow, Zac Efron, Bob Odenkirk, Josh Hutcherson, Alison Brie, Megan Mullally, entre otros.
A pesar de una marquesina tan abultada, la atención de la película se mantiene firme sobre los dos hermanos Franco, que actúan como eje emotivo de la historia. Se destaca James, quien se mete con ganas en la piel de Wiseu y explota constantemente la inherente rareza del personaje. Que demás esta decir es la principal fuente de las risas en la comedia, aunque también lo es de los momentos que rozan con el drama.
Técnicamente es una producción con recursos sencillos, sin grandes pretensiones en el departamento de la fotografía o el sonido. Demasiado artificio solo entorpecería el relato. Franco y Rogen saben que la potencia del material, de la historia real, es la suficiente como para llevar la película a buen puerto. Esta es su mayor virtud, pero también su gran debilidad. Aunque un divertida comedia por derecho propio, la capacidad de disfrutar la experiencia completa de ver The Disaster Artist se encuentra directamente asociada a la relación del espectador con Tommy Wiseau y la mitología entorno a The Room.
Cualquiera puede ver Ed Wood de Tim Burton, y disfrutar la película sin haber visto nunca Plan 9 del Espacio Exterior (Como lo hice yo en su momento, por ejemplo). No creo que lo mismo pueda decirse del film de Franco. Esto es un problema en particular agudo para las audiencias extranjeras. Si bien The Room y su estatus como el “Ciudadano Kane de las películas malas” está bien establecido dentro del folklore cinéfilo yanki, e incluso en la cultura mainstream, lo mismo no puede decirse en el resto del mundo.
Para el neófito, The Room es una película producida, dirigida y protagonizada por el novicio Tommy Wiseau, quien pago de su propio bolsillo los más de 6 millones de dólares que costó la producción. A pesar que intenta ser una tragedia articulada en torno a un triangulo amoroso, la ineptitud del guión, la dirección, los limitados efectos visuales y la actuación transforma el drama en una comedia accidental donde la risa nace de la vergüenza ajena y el ridículo. Si uno armara un elenco a partir de los extras grotescos de Todo por Dos Pesos o los amateurs sin talento que se inmolan en los castings de reality show, y los pusiera a actuar en una película de porno soft como las que daba en The Film Zone, apenas estaríamos acercándonos a la fórmula imposible de The Room.
Obviamente la película de Wiseau no hizo mella en el circuito comercial, recaudando menos de dos mil dólares en su primer fin de semana allá en 2003, estrenada en una sola sala también pagada por el director. Pero lentamente, a partir del boca a boca y proyecciones de trasnocho mensuales que comenzaron en Los Angeles pero se expandieron a todas las ciudades grandes de Estados Unidos, The Room se transformó en un fenómeno de culto que incluso comenzó a ganar dinero. Como rituales colectivos, las proyecciones del film incluyen los reacciones de los espectadores a cada momento icónico del film, e incluso arrojar cucharas de plástico a la pantalla.
The Disaster Artist comienza con testimonios de algunos de los más famosos fans de Wiseau entre ellos Lizzy Caplan, Keegan-Michael Key, Adam Scott, Danny McBride, Kevin Smith y Kristen Bell, a quien se atribuye un rol importante en el fenómeno a partir a las proyecciones que sabía organizar en su propia casa. Incluso aparece J. J. Abrams un tanto perplejo por la trascendencia de la mala película.
Esta apertura, al igual que el cierre donde se compara lado a lado las escenas originales de The Room y aquellas reproducidas por Franco enmarcan la dependencia que sufre The Disaster Artist con el film de Wiseau, necesitando poner al día a los espectadores no iniciados. Las risas más grandes provienen de descubrir el detrás de cámara de las escenas más icónicas, el racionamiento que informó cada pobre decisión estética y narrativa. Sin la anticipación de conocer de antemano estos detalles, los remates pierden la mitad de su fuerza. El humor está ahí, pero si la persona al lado tuyo se ríe más fuerte es porque solo entendiste parte del chiste.
Sin embargo, jugando con las lecturas, The Disaster Artist podría ser elevada por una segunda interpretación. Así como The Room fue concebida como una tragedia y paso a la posteridad por las carcajadas involuntarias que generó, la comedia de Franco podría ser leía como un drama. La historia de Wiseau aquí contada como el relato de un bizarro que gracias a su persistencia y su amistad termina por triunfar y hacerse famoso, aunque sea una manera que no prevista. Pero con otra óptica, la misma historia podría presentarse como un desenmascaramiento del sueño americano.
Esta es una lectura que si Franco la pensó, aparece solapada y oculta tras el “final feliz”, pues el director esta más ocupado buscando la humanidad de Wiseau como personaje. Una simpatía que probablemente ya este presente en el libro de Sestero. Pero la mitología detrás de The Room, puesta al servicio de The Disaster Artist, facilmente puede interpretarse como el relato de un extranjero vanidoso, mentiroso y malcriado, cuya única característica redentora es ser tan extraño que genera empatía, logra llegar al éxito no por su disciplina o su talento sino gracias a la cantidad indecente de dinero que posee. Pero de nuevo, esta lectura es facilitada por estar empapado en la mitología que envuelve al film original del 2003.
El saldo final es que tan poderosa y divertida como puede llegar a ser The Disaster Artist, su dependencia con The Room la convierte en una pieza de acompañamiento (a un film que muy pocos han visto fuera de Estados Unidos). Los fanaticos del “Ciudadano Kane de las películas malas” de seguro la sabrán disfrutar en todas sus dimensiones, y a los no iniciados que desean ver el estreno se les recomienda ver antes la producción original. De una u otra manera, todo parece indicar que el mito de The Room solo seguirá creciendo.