Con The Shape of Water, Guillermo del Toro crea una nueva fábula como solo él sabe hacerlo y se pone a tiro del Oscar.
En la tradición del cuento de hadas que el mexicano Guillermo del Toro conoce bien (recordemos la que es aún su mejor película, El Laberinto del Fauno), The Shape of Water se diferencia por ensayar un salto hacia un público adulto. Incorporando elementos más propios de las producciones de género que lo han distinguido en Hollywood, esta reversión del arquetipo de la bella y la bestia gana al romper con lo platónico y animarse a mostrar lo que otros insinúan.
Elisa Esposito (Sally Hawkins) una mujer muda que trabaja como personal de limpieza junto con su amiga Zelda (Octavia Spencer) en una instalación científic-militar en el Baltimore de principios de los sesenta. Su rutina es simple pero Elisa encuentra confort en esa simpleza. Con la excepción de la soledad, que también aqueja a su amigo, el ilustrador avegentado Giles (Richard Jenkins).
Pero todo cambia cuando el prepotente coronel Strickland (Michael Shannon) y el Dr. Hoffstetler (Michael Stuhlbarg) llegan a la base con un nuevo espécimen. Un ser anfibio secuestrado en el Amazonas, interpretado por Doug Jones, quien hiciera un labor similar para Del Toro como Abe Sapiens en ambas Hellboy.
Lo que sigue es el poco convencional cortejo entre Elisa y el ser acuático, que crean un lazo a través de música, lenguaje de señas y huevos duros. Donde el guión de Del Toro y Vanessa Taylor innova es en negarse a escapar las consecuencias reales de tal romance.
Desde el comienzo The Shape of Water se establece que no se rehuirá de mostrar la sexualidad femenina, tan ausente del cine comercial e incluso el cienarte, incluyendo la sesión matutina de masturbación que Elisa disfruta cada día. Cuando promediando la película el personaje de Hawkins y sus amigos logran liberar al ser anfibio del laboratorio, el encanto del cortejo se vuelve carnal y el amor interespecies es concretado. La naturalidad con que Zelda y Giles aceptan este desarrollo va al punto que Del Toro quiere martillar con esta película: no hay nada extraño en lo extraño, y el amor triunfará sobre lo diferente siempre que se abra el corazón a ello.
También la amenaza y la violencia suben un par de niveles. El villano compuesto por Shannon es implacable, destruyendo todo lo diferente y negándose a otorgarle compasión a aquello que no considera humano. Esta mezquindad se extiende más allá del ser acuático, desplegando casualmente el machismo, racismo y odio que era considerado de buena etiqueta por entonces.
La oportunidad de realizar un comentario social sobre los Estados Unidos de Trump no se le escapa a The Shape of Water. Claramente se pone en el bando de los buenos a una muda, una negra, un gay enclosetado y un ser humanoide, y los enfrenta con un hombre blanco exitoso que vive la farsa del sueño americano. Incluso hay lugar para el rol heroico de un científico soviético de buen corazón.
Lo interesante es que la película también se toma su tiempo para complejizar al villano, interpretado con la intensidad que caracteriza a Shannon, y lo muestra a él también atrapado en el discurso hegemónico que lo predispone a formar una familia que no ama, perseguir “positividad” y éxito que no lo satisfacen, y marcar constantemente su superioridad como hombre blanco sobre todos aquellos que lo rodean.
Sally Hawkins también ofrece una gran actuación, presentándose como una heroína de un gran corazón que expresa todo con la cara en su falta de lenguaje. Octavia Spencer es un buen comic relief como la charlatana Zelda, logrando una nominación a actriz de reparto. En lo personal, creo que la actriz simplemente repite el papel que la hizo famosa en The Help, apoyándose fuerte en el estereotipo de la mucama negra confianzuda, que no ofende tanto como molesta.
En los aspectos técnicos, The Shape of Water goza de la factura impecable a la que nos tiene acostumbrados el mexicano. La cinematografía de Dan Laustsen resalta el exhaustivo diseño de producción que realizo el departamento de arte. Asimismo, la mezcla de sonido resalta y le da dramatismo a la historia con la ayuda de la banda sonora de Alexandre Desplat.
Del Toro logra una narrativa ajustada justamente porque confía en las imágenes que construye y la capacidad del espectador de procesarlas. Evitando cargar la narrativa con exposición innecesaria.Finalmente, el cuento sigue su curso y llega a un desenlace que no hubiese sido difícil imaginar desde el comienzo. Pero en este caso, el peso de la película no esta puesto en la historia, sino en como esta es contada.
Sin embargo, el clasicismo de The Shape of Water también puede interpretarse como una debilidad del mismo. Igual que el hype creado a su alrededor, gracias a la buena recepción crítica en Estados Unidos y los premios que ya viene ganando. En este sentido, todo aquello de la película que me genera recelo como la familiaridad de la estructura del cuento de hadas, el amor declarado al glamour Hollywood de los años cincuenta, y el canto un tanto onanista a la “magia del cine” son todos elementos probados a la hora de endulzar a los miembros de la Academia.
Lo que es decir, no se extrañen si The Shape of Water se lleva la estatuilla en el marzo próximo.