Sumá más robots, resta un Guillermo del Toro y el resultado es Pacific Rim: Uprising, ¿Gigante o monstruo?
Ver Pacific Rim: Uprising es un poco como ver el futuro. No porque crea que llegue a vivir una época donde robots de ochenta metros defiendan a la humanidad de una invasión de monstruos ultradimensionales. Sino porque con la predicción de un mercado cinematográfico chino más grande que el norteamericano a punto de hacerse realidad, y una taquilla internacional que cada vez pesa más en las decisiones de Hollywood, los grandes tanques se parecerán cada vez a films como este.
Para empezar, tenemos un elenco multicultural encabezado por el británico John Boyega, Finn de la nueva trilogía de Star Wars, esta vez en la piel del piloto hijo de Idris Elba llamado Jake Pentecost. Completan los protagónicos Scott Eastwood como el yanki carilindo Nate, Cailee Spaeny como la chica adolescente genio con nombre étnico Amara Namani, Adria Arjona como la mecánica latina e interés romántico sin dialogos Jules Reyes, Jing Tian como la dueña de una corporación tecnológica china Liwen Shao, y los actores de la primera parte Rinko Kikuchi, Charlie Day y Burn Gorman.
Segundo, buena parte de la película se desarrolla en China y su zona de influencia, y los diálogos están con frecuencia en mandarín. Esto se debe en parte a que la película es proyecto de Legendary, productora hollywoodense comprada por capitales chinos. Otra razón por la cual los mercados internacionales son tan importantes para Pacific Rim es que antes los pésimos números norteamericanos fue la recaudación en Asia, Latinoamérica y Europa que hizo posible esta secuela. Esta es una película de Hollywood, pero producida para que la vean los chinos y el resto del mundo.
En relación a otros experimentos similares (pienso en el fiasco de Día de la Independencia 2), Pacific Rim: Uprising sale bastante bien parada. Su mayor fortaleza reside en reconocer plenamente lo que es, es decir, una película clase B sobre la inverosímil lucha entre robots y monstruos gigantes por el destino del planeta. A partir de esa certeza el director Steve S. Knight (Daredevil de Netflix), en su primer trabajo para la pantalla grande, y los guionistas Emily Carmichael, Kira Snyder y T.S. Nowlin construyen una historia llena de clichés pero bien balanceada que siempre se mueve hacia adelante y con hora y tres cuartos de metraje, no se extiende innecesariamente.
La trama retoma el mundo creado por Del Toro diez años luego de la Batalla de la Grieta, en que Idris Elba se sacrifica para salvar al mundo. Ahora, sin ninguna señal de Kaijus, la mayoría de las ciudades se han reconstruido y la construcción de los robots gigantes conocidos como Jaegers ha sido privatizada.
El conflicto central de la película tiene por un lado a los pilotos interpretados por Boyega, Eastwood y sus jóvenes reclutas. Si creen que es casualidad que el grupito de cadetes (Karan Brar, Wesley Wong,Ivanna Sakhno, Mackenyu, Shyrley Rodriguez, Levi Meaden, Lily Ji, y Rahart Adams) provienen todos de mercados cinematográficos emergentes como China, Rusia e India, están equivocados.
En la vereda de enfrente está la científica y magnate Liwen Shao, quien propone reemplazar a los humanos dentro de los robots por un sistema de dirección a distancia similar a un drone. Eventualmente, como debe ser, las diferencias deberán ser dejadas de lado cuando una traición haga posible que un nuevo portal dimensional sea abierto en la Tierra.
Es moneda corriente en Internet que cada vez que se menciona Pacific Rim en un foro aparezcan indignados que con solo haber visto un par de capítulos de algún anime se sienten autorizados para denunciar la película como una copia de Evangelion.
A ellos debo informar que la secuela no hace nada para remediar esas “influencias”, sino que las redobla sin vergüenza. El giro de la trama involucra un ejercito de Jaergers blancos producidos en masa con un sistema de piloto automático que se vuelve independiente y los posee para producir el Tercer Impacto. Ah no, perdón. Los posee para volver a abrir la grieta interdimensional.
Por suerte el equipo de guionistas también tomo prestadas otras cosas del desarrollo de las series de anime, en el buen ritmo del desarrollo de la historia y un planteo visual y claro de los conflictos. Una vez que el Jaeger mercenario Obsidian Fury ataca la cumbre en Sidney, las piñas no paran de llegar intercalando revelaciones y peleas hasta que se termina la película.
Un departamento donde el guión es definitivamente menos exitoso es en el humor. Ni siquiera el considerable carisma de Boyega o Day logra vender si quiera uno de los chistes, cuyos rematen hacen eco vacío en la sala de cine.
El diseño de la acción también esta felizmente influenciado por la animación japonesa. Aunque los tres Kaijus que se fusionan en uno más grande y el ataque volador del Jaeger que desciende en caída libre desde la estratosfera recuerda más a Mazinger Z que a Evangelion. La secuela también aporta bienvenida diversidad en las batallas, saliendo de las metrópolis y llevando el combate a la estepa siberiana y el Monte Fuji.
Al final del día, todos estos ingredientes son los justos y necesarios para hacer una película sin sorpresas pero entretenida, que podría tranquilamente vivir eternamente en los anales del cine de televisión abierta de sábado por la tarde. A esto aspira Pacific Rim: Uprising, y lo consigue con módico éxito. Una última escena poscrédito adelanta por donde podría venir la cosa si se completa la trilogía. El destino de este mundo queda en mano de los consumidores chinos.