Llega a los cines el biopic del escritor de El Señor de los Anillos, que es igual conmovedor y genérico, pero que resultará atractivo para cualquiera que le interese su obra.
John Ronald Reuel Tolkien. Tenemos la suerte de leer todas sus grandiosas obras, mientras que también podemos disfrutar de las más que dignas adaptaciones cinematográficas, al menos en lo que a la saga de El Señor de los Anillos se refiere. Ahora es el turno de conocer un poco más sobre su vida, sobre su inspiración, en este biopic que llega a los cines de la mano del director Dome Karukoski (Heart of a Lion).
La película nos invita a hacer un recorrido por la vida de Tolkien (Nicholas Hoult) antes de la publicación de sus más reconocidas obras, haciendo un repaso de su niñez, su adolescencia y de sus primeros años como adulto haciendo foco en los diferentes hechos -entre la amistad, el amor y la Primera Guerra Mundial- que marcaron sus días y que de algún modo fueron los disparadores de las obras que lo convirtieron en el “padre” de la literatura moderna de fantasía.
J.R.R. Tolkien, el escritor de El Señor de los Anillos. Así muchos lo conocen. Pero Tolkien fue mucho más que eso y este biopic ha llegado para demostrarlo, para contar aquello que no todo el mundo conoce de uno de los autores más influyentes en la literatura de fantasía. En este sentido hace bien en comenzar por el principio, por su niñez, marcada por la pérdida de sus padres y la posterior adopción por parte de una mujer británica. Estos primeros compases del film nos permiten comprender de que forma se nos contarán las cosas: mayormente a la ligera, pasando por los puntos más importantes de su vida pero sin detenerse demasiado en los detalles.
Así transcurre la primera parte de esta historia, con grandes saltos que nos llevan de un momento a otro y que de vez en cuando nos permiten entender qué pasa por la cabeza del autor. Sin embargo, este atropellado ritmo se detiene con la llegada de quienes fueron sus grandes amigos: Rob Gilson, Geoffrey Smith y Cristopher Wiseman. Aunque algunos de los diálogos que enriquecen sus escenas pueden ser bastante genéricos, la química entre estos personajes da las primeras pinceladas de color a la obra y nos permite ahondar un poco más en la parte artística de Ronald, en sus primeros pasos dentro del mundo literario. Es ese el momento en que logramos conectar por primera vez con él y cuando la cosa empieza a funcionar.
Uno de los principales valores de este relato es su veracidad, su sinceridad, su tono desenfadado y a la vez dramático. Esto nos permite comprender lo difíciles que fueron los días más oscuros de Tolkien, pero siempre de forma un tanto liviana, quizás más de lo que pueda gustar a los fanáticos. Además, por motivos que no terminamos de comprender, el director ha decidido omitir detalles que fueron determinantes en su formación mientras que no puede evitar hacer un repaso por todas las convenciones de los biopic literarios. Al mismo tiempo, a la hora de contar los hechos que sirvieron como inspiración para sus obras los presenta como momentos demasiado “casuales” para la verdadera importancia que acabaron teniendo.
Independientemente de esto, la película es atrapante y plantea un recorrido tan entretenido como conmovedor por la vida del célebre escritor. La atracción se genera en gran parte gracias a una gran interpretación por parte de Nicholas Hoult, que no cae en la sobreactuación para dar vida a un personaje que prefiere sobresalir por sus palabras que por sus actos. Lily Collins está muy bien como Edith Mary Bratt, mientras que Anthony Boyle, Tom Glyn-Carney y Patrick Gibson hacen su aporte para que la entrañable relación entre los cuatro fundadores de la T.C., B.S. atraviese la pantalla y se meta en el corazón de los espectadores.
Concluyendo, Tolkien es un retrato simpático, desenfadado y sensible de la juventud del considerado padre de la literatura moderna de fantasía. Aunque seguramente sea irresistible para los fanáticos que no reparen en detalles, también resultará demasiado liviana y lavada para aquellos espectadores más exigentes que esperaban un relato más profundo.
Es que aunque la película se esfuerza por conmover -a veces incluso lo logra-, en ese camino no puede evitar caer en los estereotipos de los biopic literarios mientras convierte los hechos que inspiraron al novelista en momentos simplemente casuales, que no hacen justicia a lo épicos que fueron los resultados obtenidos. Por suerte, Hoult, Boyle, Collins, Glyn Carney y Gibson consiguen dar suficiente vida a los personajes como para que este barco que tiene como destino la Tierra Media se mantenga a flote e incluso pueda llegar a ser memorable por algunos momentos realmente inspirados e inspiradores.