Una Especie de Familia es un thriller superficial que nos deja con sabor a poco.
Malena, la doctora (Bárbara Lennie) viaja 800 km hasta Misiones para visitar a Marcela (Yanina Ávila), que está a punto de dar a luz. Ella le reclama que no es la primera vez que la abandona, pero Malena insiste que esta vez no va a dejarla. Eventualmente Marcela entra en trabajo de parto, y da a luz, pero no es a ella a quien llama madre, sino a la doctora.
Con esta premisa comienza Una Especie de Familia, el quinto film del argentino Diego Lerman, que se estrena este jueves en nuestro país. Además de Lennie y Ávila, está protagonizado por Daniel Araoz y Claudio Tolcachir, y aunque varios sitios lo califiquen como una Road Movie, Una Especie de Familia no puede tener otra etiqueta (por más coloquial que suene) que la de un dramón. Uno que aún cuando logra crear una tensión constante, al final sólo nos deja con todo lo malo por lo que pasan los personajes.
Lerman definió su film como un thriller social, una defición bastante discutible que de entrada marca el problema principal de la película: que se queda a mitad de camino en tomar una posición crítica sobre lo que plantea. Si en su film anterior Refugiado (que recomiendo bastante) el contexto y la transformación de la protagonista exponían el problema de la violencia de género, en Una Especie de Familia lo social acá es (por lo menos durante la mayor parte del tiempo) una excusa para generar la tensión del film, encarnada en la experiencia de Malena. Y ese es tal vez el otro problema del film, que se centra en el personaje menos creíble de la historia. Porque aunque su lucha interna entre el deber y el querer ser está lograda (después de todo esta es la premisa de film), Malena no es más que otro personaje unidimensional que tiene que pasarlo mal para que la historia siga adelante.
A pesar de esto, Una Especie de Familia cumple como “thriller”, por lo menos como simulacro de gente que la pasa mal. Y esto es porque el resto de la película se basa justamente en un verosímil muy bien cuidado. La historia es creíble, a pesar de ella misma y esto se nota desde las locaciones, pasando por el resto de los protagonistas, los no actores (en el film debutan muchos actores y habitantes locales) y por el que tal vez sea el punto más alto del film: Marcela, el personaje de Yanila Ávila que también debuta en un largometraje. Porque cuando se le da protagonismo a Marcela, justamente cuando el film se da un tiempo (por más pequeño que sea) para explorar el personaje más interesante de la historia, es cuando se muestra el verdadero potencial que este “thriller social” pudo haber tenido.