Cursed to Golf desafía al jugador de escapar del mundo de los muertos un hoyo a la vez; mezclando el golf con elementos rogue-like y plataformeros.
Los rogue-like lograron cosechar una popularidad enorme durante los últimos años, por eso es muy habitual observar ver cómo las desarrolladoras se las ingenian para ofrecer propuestas originales sin perder esa pizca procedural y de repetición de ciclos, dos aristas fundamentales dentro de este “sub género”.
Si hace algunos días les contaba la frescura que ofrece Cult of the Lamb, ahora con Cursed to Golf hay una suerte de redoble de apuesta, con la combinación del deporte de los palos y los hoyos junto a terrenos procedurales y elementos plataformeros.
Cursed to Golf es una propuesta desafiante con una curva de dificultad exigente, pero que ofrece todos los elementos para pasar un buen rato.
El campeón del inframundo
La historia de Cursed to Golf nos pone en la piel de un campeón del deporte, que atraviesa un gran momento durante un torneo cuando de repente un rayo lo impacta y muere. Lejos de ser su final, el alma del deportista comienza a descender por el inframundo para conocer a “El Escocés”, un guardián del infierno que nos cuenta la premisa principal de esta aventura: jugar al golf para escapar de ese lugar; aunque como nos daremos rápidamente cuenta, no estamos ante un golf convencional.
Para llegar al final de este purgatorio, tenemos que recorrer una serie de campos que se generan de forma procedural, manejando todo tipo de verticalidades, trampas y atajos; y de yapa también tendremos en el medio enfrentamientos con algunas eminencias del golf que pululan el averno. En este punto, el elemento rogue-like emerge en su máxima expresión, ya que los mapas se generan de forma procedural y no podremos memorizar la potencia de los disparos o los caminos que conviene tomar.
Un punto clave dentro de su propuesta es lo sencillo de sus mecánicas y lo poco que hay que saber de golf para jugar. Contamos con 3 palos diferentes – Drive, Iron y Wedge – que los utilizamos según la distancia, ángulo y superficie en la que está la pelotita y listo, ya con eso tenemos el abc para surfear los diferentes escenarios, que tiene algunas reglas especiales, algunas que nos benefician y otras que son contraproducentes.
La estrategia de Cursed to Golf parte desde la cantidad de tiros que tenemos disponibles por nivel. Lejos de ser ilimitado, al comienzo de cada hoyo tenemos a disposición 5 tiros, y si llegamos a 0 eso significa que volvemos a foja cero y tenemos que hacer todos los escenarios nuevamente – se van habilitando ciertos checkpoints en puntos clave -. Estos disparos se pueden ir recargando en el terreno si rompemos unas estatuas durante el camino o si utilizamos cartas especiales, otro de los adicionales de esta aventura.
Las cartas pueden ser nuestro diferencial al momento de ganar o perder y al único que utilizar correctamente el palo, cada carta elegida en su momento preciso se transforma en esa ventaja extra para triunfar. Algunas cartas agregan disparos al contador, otras funcionan como “bola de práctica” – y probar alguna estrategia sin bajar el contador de disparos -, reiniciar el último golpe, frenar la pelota en el aire, cambiar la dirección hacia donde se dirige, y así podemos contar con un lindo mazo que funciona como ayuda adicional durante este viaje infernal.
Si perdemos, además de reiniciar el viaje, también nos sacan todas las cartas que obtenemos, pero contamos con la posibilidad de guardar las que queramos antes de avanzar hacia un nuevo nivel en algunas tiendas que encontramos durante el viaje; y acá el factor estratégico vuelve a ser determinante, porque también podemos comprar “mazos” que vienen con cartas aleatorias.
Combinando estos elementos, Cursed to Golf navega por una propuesta desafiante que tiene dos caras. Hacia un lado, el juego sabe cómo inyectar frescura a cada uno de sus escenarios, porque el diseño de niveles está muy bien logrado; desde lo diferente de cada entorno hasta cómo están emplazadas las superficies y trampas: hay un desafío constante de lograr ese “tiro mágico” que se meta en ese lugar que parece imposible; o lograr una serie de rebotes que beneficie la llegada hacia el hoyo.
La otra cara de la moneda no está en el qué, sino en el cómo. Los rogue-like tienen que ser ágiles y precisos en su ejecución, porque vamos a repetir una y otra vez las mismas mecánicas y metodologías; y en este aspecto Cursed to Golf tiene una lentitud enorme para avanzar en cada nivel; largos recorridos y transiciones que no se pueden skipear, a lo mucho se puede avanzar rápido en algunas instantes. Este letargo viene acompañado de una dificultad realmente exigente, ya que acá no tenemos forma de regular la dificultad: un tiro mal lanzado puede determinar el éxito o fracaso de cada nivel. De yapa, la cámara es otro de los enemigos a vencer: tenemos una “vista de águila” que deja ver de forma libre todo el nivel, pero cuando estamos midiendo un disparo la libertad es muy limitada, y a veces realmente no sabemos dónde estará impactando la pelotita.
Conclusión
Cursed to Golf es un lindo experimento que, con todas sus complejidades técnicas, es una aventura que engancha a fanáticos y ajenos de ambos mundos: golf y rogue-like. La diversidad de cartas es un factor y el diseño de niveles es un plus para romper con las mesetas que aparecen de tanto en tanto, y su apremiada dificultad es una invitación a la paciencia pero al disfrute cuando terminamos ese hoyo que a priori parecía imposible.
Al final de este viaje, las sensaciones son ambiguas: todo el atractivo que el juego siembra durante sus primeras horas termina con una cosecha agridulce, ya que la combinación de estilos funciona muy bien y se ejecuta de forma sencilla, pero son sus propias limitaciones técnicas y de accesibilidad las que terminan siendo contraproducentes para terminar en un resultado más redondo.