Mezclando el espíritu clase B con las megaproducciones de Netflix, Zack Snyder vuelve al género que lo vio nacer con Army of the Dead.
Hablar acerca de Zack Snyder durante los últimos tiempos nunca queda exento de polémica. Desde su incursión en DC Comics, el cineasta ha quedado en el medio de una lucha entre fanáticos de su obra – con una disputa incluso que terminó con el lanzamiento de su corte de Justice League de 4 horas – y quienes no pueden ni mirar nada de lo que realizó en este universo, desde Watchmen, pasando por Man of Steel hasta Batman V Superman.
Sin embargo, es previo a su incursión en la franquicia donde el actor comenzó a tener una gran consideración, tanto entre la prensa especializada como en público. Muchos comenzaron a conocerlo gracias a 300, pero su debut como director fue en 2004, con Dawn of the Dead, remake de la obra creada por la leyenda George A. Romero. Una película que hoy en día es un clásico dentro del género zombie y con la que Snyder empezó a relucir todo su potencial.
17 años después, Zack regresa al género que lo vio nacer con Army of the Dead, una producción que en los papeles tiene el sello, la violencia y el gore de producciones clase B, pero cuenta con la parafernalia y la inyección monetaria que ofrece ser una producción original de Netflix.
Army of the Dead propone una aventura trepidante en una ciudad de Las Vegas arrasada por una epidemia zombie, donde los tiros, las hordas de no muertos y los litros de sangre están a la orden del día. Snyder pone sobre la mesa los ingredientes clásicos de este tipo de producciones y le inyecta toda su impronta, un estilo impactante para recrear las escenas de mayor vértigo, pero se desdibuja cuando quiere abrirse de esta ecuación.
No voy a mentir. La forma en la que se cimentan las bases de la historia, con los créditos iniciales de la película, me entusiasmaron por demás. Vértigo, acción, explosiones y directo al hueso; Army of the Dead cuenta de forma coreográfica y sintética el contexto de la película: un traslado militar se sale de control en el desierto de Nevada y el cargamento top secret que transportaban termina liberándose. Un “zombie” imparable que en pocos segundos despacha a todos los soldados y perfila su rumbo hacía un mundo de luces y sonidos que le llama la atención, Las Vegas.
La ciudad rápidamente se ve sobrepasada por hordas de zombie y tras un período de tiempo – que no se especifica – el Gobierno norteamericano logra contener la epidemia, sellando la ciudad con una especie de fortificación casera a base de containers. Algo sumamente bizarro pero que, dentro de las leyes que ofrece el género, podemos tomarlo como moneda corriente.
En este contexto, a Scott Ward (Dave Bautista), una leyenda dentro de las tropas que ayudaron a decenas de personas a escapar de Las Vegas, le llega una oferta imposible de resistir (por parte de un Hiroyuki Sanada siempre impecable): robar de la bóveda de un casino de Las Vegas 200 millones de dólares. Los 2 grandes problemas de esta misión suicida van de la mano. Por un lado, el peligro mismo que implica infiltrarse en una ciudad completamente arrasada, y la segunda capa de complejidad es el tiempo, ya que en 32 horas el Gobierno arrasará la ciudad con una bomba atómica para eliminar la amenaza de raíz.
Obviamente, estos dilemas no son ningún impedimento para que Ward reúna un equipo igual de ambicioso para que lo ayude a cumplir su cometido. Estas pequeñas piezas que construyen la incursión a Las Vegas suman una inmersión bastante característica del propio Snyder. Fusionar 2 conceptos tan distintos como el robo a la bóveda de un casino con hordas de zombies logra mantenernos en vilo durante gran parte del primer arco.
Sin embargo, cuando el grupo de protagonistas da sus primeros pasos en la devastada ciudad, toda esa ecuación queda supeditada por una sucesión de escenas planas, sin ambición y solo sustentadas por las grandes dosis de acción que ofrece la película a lo largo de sus 2:20 hs que dura.
Y la duración es algo a considerar. Sin una narrativa lo suficientemente sólida, se nota el enorme estiramiento que tienen muchas de sus escenas. También queda en evidencia que en esta ocasión Snyder tuvo un control más notorio en la edición de la película, con extensas tomas que cada tanto se trastocan con slow-motion y armas escupiendo balas sin cesar. Lo más curioso es que con su extensa duración (más de lo habitual dentro del género), hay muchas escenas y situaciones que se resuelven “porque sí” e incluso algunas sin que nosotros las presenciemos, funcionan de forma invisible en pos de unir los pedazos del guion.
Mientras más se acerca a ostentar tintes dramáticos, Army of the Dead pierde fuerza y brillo. Nada de lo que plantea bajo estas aristas tiene el suficiente peso como para resultar atractivo; y esa intención de resultar pretenciosa queda tapada cuando las escenas de acción toman protagonismo.
La película cuenta con una buena cantidad de personajes, algunos más desarrollados que otros y ya desde el vamos nos damos cuenta que muchos de ellos son introducidos con la merca excusa que de carne de cañón para las hordas de zombies que no dudarán en utilizarlo como almuerzo. El que mayor desarrollo tiene, justamente, es el que más falencia muestra. Justamente habló de Dave Bautista y no estoy criticando su forma de actuar, sino la incredulidad con la que construyen su personalidad, que es completamente hábil para enfrentar a decenas de zombies pero no para darse cuenta de cosas evidentes.
El principal problema con el guion de Army of the Dead es su predictibilidad. Quizás suene pretencioso pedir giros de tuerca originales, pero una vez que atravesamos el ecuador de la película y las cartas están echadas, podemos anticipar cada una de las situaciones que suceden en la trama. Y no es porque la película sea una máquina de cliches (que lo es por momentos), sino que las acciones de los personajes, los planos y las situaciones de contexto dan pistas muy evidentes de lo que va a suceder: desde muertes, traiciones y sorpresas.
Los momentos más lúcidos de Army of the Dead son cuando abandona cualquier tipo de concepto dramático que intenta instalar a la fuerza en la trama y se dedica a ser una función tan explosiva como vertical. Acá hay una notable ejecución de planos (algunos completamente excesivos), escenas de acción intensas y decenas de tiros para todos los zombies que se crucen en el camino.
Los efectos y todo el contexto que implica la producción mantiene el sello que ofrece las producciones de Netflix, y sobre esto Snyder se apoya para mostrar toda su espectacularidad. Tanto en CGI como maquillaje, pero también la ambientación que propone la locación principal; los lujos y excesos que denotan Las Vegas se ven invadidas por un desierto que arrasó con todo, al mismo tiempo que los zombies hicieron de las calles y edificios su hogar.
Army of the Dead es, en resumen, una correcta película de zombies. Si vas en búsqueda de una producción pochoclera, con buenos efectos y una atractiva ambientación, te va a dar todo lo que estás necesitando. Zack Snyder cumple cuando juega dentro de las reglas tradicionales del género y aplica los conceptos básicos de la fórmula. Cuando intenta abrir la cancha y traer diferentes elementos, no solo se sienten forzados sino que rompen con la dinámica que se va construyendo a lo largo de la trama.
Lejos está de quedar en el podio de las películas de zombies pero también mira con distancia al fondo de la tabla. Cumple, educativamente hablando hace lo justo y necesario para aprobar, pero no tiene pocas cosas destacable para terminar resaltando. Eso sí, refuerzo que los primeros minutos introductorios del film son una hermosa venta de algo que no se termina sosteniendo durante el resto de las dos horas siguentes.