El Último Maestro del Aire está de regreso. Finalmente Netflix estrenó Avatar: The Last Airbender, y es definitivamente la adaptación que los fans merecían.
Tuvieron que pasar 16 años, una pésima película live-action y un estupendo spin-off protagonizado por Korra para volver a encontrarnos con Aang, nuestro adorable Maestro del Aire. Valió la pena la espera.
Tras haber sido anunciada en septiembre de 2018 por parte de Netflix, la adaptación de una de las operas primas de Nickelodeon sufrió retrasos y golpes duros. Golpes que ponían en duda su calidad, como la partida de la dupla creativa Bryan Konietzko y Michael Dante DiMartino, responsables de la serie original, y quienes se fueron aduciendo “diferencias creativas“, algo que para quienes solemos cubrir estos lanzamientos significa “no nos cabe ni medio por donde está yendo la cosa“.
Todo parecía oscuridad, comparable con lo que deben haber sentido las naciones del agua, tierra y aire cuando Sozin atacó por primera vez. Sin embargo, tal y como Aang nos demostró tantas veces, la esperanza es lo último que se pierde, y luego de concluir la primera temporada del show, esta vez el Avatar volvió para poner el mundo (de los live-action) otra vez bajo balance.
Cambiar y adaptarse, como un maestro agua
Los 8 capítulos de la primera temporada de Avatar: The Last Airbender son el equivalente a los eventos de Book One: Water, la primera temporada de la serie animada que debutó en 2005. Aquí se presentan a nuestros jóvenes protagonistas: el último Maestro Aire y actual encarnación del Avatar, Aang (Gordon Cormier), Katara (Kiawentiio), una joven que busca aprender el aguacontrol para llevar adelante el espíritu de su tribu, Sokka, (Ian Ousley), hermano de Katara y último guerrero de la aldea del Polo Sur y Zuko (Dallas Liu), el antagonista y heredero al trono de la Nación del Fuego.
Adaptar Avatar: The Last Airbender era una tarea complicada. La serie, que fue un éxito rotundo en su momento (Metacritic: 9.4 | IMDB: 9.3), es mucho más que una epopeya heroica, La Leyenda de Aang es uno de esos productos donde el foco está puesto en el camino, el desarrollo de los personajes y la evolución de los mismos. Realmente fue un suceso que marcó una época y, por suerte para todos, Netflix hace un muy buen trabajo con este show.
Ya desde el vamos, la gran N se toma ciertas licencias narrativas, algo que veremos varias veces a lo largo de la primera temporada, pero que por lo general son en cuanto a estructurar eventos o agrupar sucesos. El comienzo, el cual se da en la época que Aang desaparece (100 años antes del presente de la serie), es algo que vemos más adelante en el show original, pero que Netflix optó por mostrar al comienzo para contextualizar quién es nuestro protagonista, que sucede dentro de él y porque actúa como actúa. Así vamos a ver varios de esos “ajustes”, tal vez incluso secuencias que eran parte de distintos sub-arcos narrativos y que ahora convergen en una sola subtrama.
Por lo general, esos ajustes están bastante bien manejados y no dejan muchos cabos sueltos, sin embargo hay uno puntual relacionado a la visita de Aang al Templo del Avatar Roku en la Nación del Fuego que parece bastante desordenado. No solo se usa de forma muy vaga y subestima la primer incursión del Team Avatar en tierras enemigas, sino que también desacomoda un momento clave de la historia, momento que en el show original setea las expectativas y objetivos para las subsiguientes temporadas y que en este show queda flotando como un cliffhanger al final del último episodio.
El tener un producto tan pero tan popular produce inevitablemente prejuicios a la adaptación: ¿será fiel al material original? ¿van a respetar la esencia de los personajes? ¿cómo van a recrear los duelos? Con respecto al primer punto, hay que partir de la base de que esto es una adaptación, no una copia 1-a-1 y está perfecto. Ser fiel al material original es mucho más que seguir la historia de la mano, es respetar el corazón de la serie y eso es algo que el show hace en todo y cada momento, rindiéndole un constante homenaje, incluso peca de dar cosas por sabidas a los fans: un ejemplo claro es cuando Aang y Bumi pasean por carros en Omashu, la serie no da contexto alguno y esa escena solo tendrá gran valor para quienes vengan del material original.
En cuanto a la esencia de los personajes hay un 90% de plenos totales en adaptaciones, aunque el 10% que puede dejar dudas va a ser bastante polémico. El trinomio de héroes es un 10 total, no solo por la personalidad y naturaleza reflejada de Katara, Sokka y Aang, sino por que constante sinergia entre ellos refleja lo que siempre fueron el uno para el otro: una familia compuesta. Por su parte, Zuko, el príncipe exiliado, se roba los flashes con una actuación bestial convirtiéndose en quién mejor trae a la vida no solo a su personaje en cuanto actitud e interpretación, sino también cuando cuenta sin contar todo lo que sufre y siente, sus motivaciones y anhelos, así como también el duelo que le genera estar tan en contra de las políticas de su padre cuando quiere ser su admirador número uno.
Por desgracia no podemos decir lo mismo de dos exponentes de la Nación del Fuego. En primer lugar tenemos al Tío Iroh, personaje querido en la serie si los hay, no está mal, su personaje no falla para quienes consuman la serie, sin embargo presenta una faceta muchísimo más atravesada por el duelo y la culpa, que una filosófica y carismática tal como era su versión animada. En segundo puesto tenemos a la penúltima encarnación del Avatar: Roku, personaje solemne si los hay, serio y estoico, se nos presenta acá como un anciano jocoso y bromista, completamente ajeno al personaje que conocimos y que rompe con todo lo que se sabe de una de las pocas iteraciones del Avatar vista en la serie.
Por último hay momento en los cuales se siente que todo lo que sucede se da a una velocidad más alta de lo que debería. Si bien los productores del show comentaron antes del estreno que el camino sería un poco más lineal porque no era viable hacer una temporada más larga para abarcar todos los desvíos que toma Aang en su camino al Polo Norte, queda la sensación de que por apresurar estas secuencias se pierde un poco la curva de progreso de los personajes y las cosas se dan un tanto apuradas, por ejemplo: la velocidad con la que Katara domina el waterbending, y pasa de ser un personaje que no puede generar suficiente como para levantar una taza de te a poder manejar las fuerzas de los océanos.
Prendiendo fuego la pantalla
Era muy fácil chocarla cuando hablamos del control de los elementos. Así como hay series que fallan horriblemente con sus efectos aplicados a habilidades mágicas o especiales, acá pasa todo lo contrario, La Leyenda de Aang combina un espectáculo visual a la hora del combate con secuencias perfectamente coreografiadas que dan como resultado 3 o 4 combates épicos que te dejan con la mandíbula por el suelo.
Y no solo tienen que ser peleas espectaculares con armadas y cientos de enemigos, no, un combate mano a mano entre dos Maestros Agua, o Aang enfrentándose a un pequeño pelotón de Maestros Fuego le sacan chispazos a la pantalla gracias a una excelente interpretación del espíritu que cada nación le pone a sus técnicas.
No son lo mismo los movimientos de un maestro tierra, duro y rígido que los de Katara, suaves como profesora de yoga, no da lo mismo ver la explosividad de Zuko y su control del fuego voraz que lo consume todo a su lado que el Kung Fu de Aang que busca enfocar su airecontrol en movimientos defensivos y de evasión. Cada poder, nada naturaleza tiene sus cualidades únicas y cada una de ellas está representada a la perfección.
Por suerte hay mucho más para disfrutar que espectaculares combates. Si algo ha caracterizado a la serie original fue la de presentarnos los escenarios más pintorescos, desde un pequeño poblado en el Polo Sur compuesto por cabañitas e iglúes a la metrópolis de Agna Qel’a y sus murallas heladas. De las aldeas del Reino de la Tierra tomadas por la Nación del Fuego a la imponente Omashu, una ciudad interconectada por túneles y monorrieles.
Sinn embargo, las dos grandes vedettes son el templo de los Nómades del Aire, hogar de Aang, que pasamos a ver desde su esplendor hasta su ruina y un imponente Reino del Fuego, con el castillo de su Señor del Fuego, Ozai en el centro de todas las flamas. Todos estos escenarios, variados entre sí, están llenos de vida por si mismos y terminan por ofrecer una adaptación impresionante a los lugares que alguna vez conocimos y que ahora vemos digitalizados frente a nuestros ojos.
Conclusión
Tardó. No fueron los 100 años que Aang estuvo congelado, pero tardó… y valió la pena. Netflix da en la tecla con todo en esta adaptación del clásico animado de Nick. Personajes, combates y lugares, pero sobre todo lo mejor que hace es respetar el corazón de la serie.
Tomándose varias licencias, algunas muy bien justificadas y otras que dejan un poco que desear, Avatar: The Last Airbender logra mayormente transportarnos a un mundo agobiado por una guerra ancestral dominado por la desesperanza que logra, gracias a un chiquillo de 12 años, recobrar un poco de la luz que supo bañar a las tres naciones atacadas.
Avatar: The Last Airbender no solo es la serie que los fans necesitaban, sino también la que merecían y si pudiéramos entrar en modo Avatar solo quisiéramos poder conectar con las encarnaciones pasadas para saber cuando va a llegar la segunda temporada.