Josh Trank nos muestra los fatídicos últimos meses de la vida de Al Capone, en una película que se mantiene a flote gracias a la actuación de Tom Hardy.
La historia sobre la producción de Capone funciona como un paralelismo ideal para describir la carrera de Josh Trank. Cuando se anunció este film (en su momento bautizado Fonzo) hace 4 años, las expectativas por ver a Tom Hardy interpretar a uno de los capos mafiosos más conocidos de los Estados Unidos durante comienzos del siglo XX eran enormes, pero que quedó absolutamente en el limbo para luego tener un discreto lanzamiento vía streaming (aunque hay chances de un reestreno en cines para finales de 2020).
Con la carrera de Josh Trank, el camino de ascenso y falta de expectativas es cuanto menos llamativamente parecido. Debuto a los 28 años con Chronicles en 2012, captando la atención de los críticos, consumidores de cine y otros colegas dentro de la industria. 3 años después, su estrepitosa caída con el reboot de Fantastic Four, enmarcada por un rodaje caótico y enormes diferencias creativas con Fox, que metieron mano a más no poder y limitó la versión que ostentaba realizar Trank. Y ahora es el turno de Capone, un film que si no fuese por la llamativa caracterización de Tom Hardy y sin la publicidad suficiente, hubiese pasado por alto.
Capone ofrece una perspectiva muy diferente a las otras versiones cinematográficas que se hicieron sobre el personaje (probablemente la interpretación de Robert De Niro en Los Intocables o Rod Steiger en Al Capone, el film de 1959, son las más conocidas), relatando sus últimos meses de vida, recluido en su mansión ubicada en Florida después de salir de la cárcel a causa de una Neurosífilis que le terminó provocando, entre otros padecimientos, demencia.
Trank no busca volver a retratar los años de impunidad con los que se manejó Al Capone durante la década del ’20, sino remarcar el ocaso de quien supo ser en su momento uno de los criminales más despiadados no solo de Chicago sino también de los Estados Unidos.
“Capone” es un descenso a la decadencia, un abismo a la locura sin retorno, donde podemos apreciar en los primeros minutos de la película al ex capo mafia recién salido de la cárcel con claros malestares físicos, incontinencia renal explicita y una lucidez que poco a poco lo empieza a abandonar. La demencia y la mirada puesta a un pasado que ya no existe son los ejes centrales de este film, con los que el director intenta engañar al espectador constantemente con lo que es real y con lo que la mente de Alphonse imagina.
En este contexto, la película logra tocar otros temas que tienen un desarrollo poco profundizado pero que intentan darle contexto a los últimos meses con vida del personaje. Un hijo no reconocido, la supuesta fortuna escondida del ex capo mafia antes de caer preso por evasión de impuestos, la persecución de los Federales que observan en todo momento las actividades del protagonista y el acompañamiento de una familia que mezcla devoción, admiración y al mismo tiempo la esperanza de recibir alguna herencia sorpresa de último momento. Todo esto mientras la salud de Capone se empieza a deteriorar progresivamente y una la mansión lujosa que cada vez es más difícil de mantener por la situación económica de la familia.
Lo mejor que tiene la película son, en cierta manera, las ilusiones de Al Capone. La paranoia constante, el sentimiento de traición latente, el sentirse observado constantemente y sus virajes mentales hacia sus años de glosría, respeto y miedo infundado que ya no son tangibes y solo están representandos por la devoción de su esposa y el acompañamiento de su hijo.
Pero la realidad es que, Capone no termina siendo una historia atractiva ni muchos entretenida en gran parte de su duración. Son una sucesión de hechos y momentos deslucidos que por momentos pierden hasta conexión. Se sienten como escenas descolocadas e incluso como si se tratara de un rompecabezas mal armado. Hay un desperdicio absoluto de todo el elenco secundario que rodea a Tom Hardy. Actores de la talla de Matt Dillon, Kyle MacLachlan y Linda Cardellini quedan desdibujados porque la trama no les da un peso suficiente y decide centrarse exclusivamente en enfatizar la decrepitación y la lucidez del protagonista.
Decidí guardar para los últimos párrafos la actuación de Tom Hardy, quizás el principal imán que tiene la película y es de hecho su valor más rescatable. Por algunos tramos su faceta se vuelve hasta caricaturezca, esbozando gruñidos y balbuceos de forma exagerada, pero logra tener una interpretación acorde a lo que plantea la película y su actuación termina salvando grandes tramos dónde la película se sumerge en escenas interminables y flashbacks que no logran aportar algo claro a la trama.
Esta versión de Al Capone infunde un respeto inquebrantable por su historia pero sin el miedo que alguna vez supo transmitir. Controlado por su esposa, y sin la falta de autoridad para imponer sus deseos, el director no logra darle sustento a la trama y los mejores momentos llegar al último tercio de la película, cuando el personaje abandona casi por completo la lucidez y nos intenta llevar por tormentosos recuerdos que golpean su mente atrofiada.
¿Capone es un completo desastre? No. La película tiene buenas ideas, actuaciones acordes pero una pésima ejecución de las decisiones. Trank prefiere abordar la demencia y la senilidad del protagonistas con escenas excesivamente largas y flashbacks con poco sustento. Hardy logra mantener a flote el desarrollo de la historia en varios pasajes, pero es otro accionar fallido de este director, que en esta ocasión no le puede echar la culpa a las diferencias creativas.