iBoy, de Adam Randall, nos presenta un peculiar superhéroe, en una temática totalmente nueva.
“Los restos de un teléfono celular se incrustan en el cerebro de un adolescente, que ahora tiene el poder de controlar dispositivos eléctricos para obtener venganza.”
La premisa de este film original de Netflix basado en una novela juvenil de Kevin Brooks, llama la atención y suena a película bizarra o del estilo Kick-Ass. Sin embargo, el tono es muy similar al del cine independiente.
La cinta nos presenta a Tom (Bill Milner), un adolescente introvertido de los suburbios de Londres, amigo de Danny (Jordan Bolger), quien le administra un smartphone (al parecer, robado), en reemplazo del viejo aparato que posee. Más adelante conocemos a Lucy (Maisie Williams), amiga de Tom, de la cual él está enamorado y todo el mundo lo sabe.
Cita mediante, Tom se compromete a ir a lo de su amiga a darle clases particulares, pero al llegar, se encuentra con el hogar (y ella) violado. Tom intenta huir, pero una bala se lo impide. Ahí despierta hospitalizado y se le explica que partes de su celular quedaron albergadas en su cerebro. A partir de ese momento, Tom comienza a notar poderes referidos a los aparatos electrónicos.
Tom inicia una búsqueda de venganza por su amiga. Lejos de lo esperado de una película de superhéroes, la acción es mínima y la mayoría de las veces, en contra del protagonista. Tom posee un poder pasivo, que precisa de cálculo, paciencia y perseverancia. El protagonista trabaja desde las sombras, desenmascarando a los victimarios de su amiga y sus motivaciones.
No es casualidad que la primer interacción que tiene el espectador con el protagonista sea la de verlo jugando Plants vs. Zombies en la oscuridad de su cuarto ya que la trama avanza al estilo de un videojuego de “miniboss” a “miniboss” hasta llegar al “final boss”.
Podemos encontrar varios elementos de un clásico personaje superheroico como que Tom es un huérfano que vive con su abuela, o el trasfondo social al que apunta la película, ya que este vive en un condominio a menos de una cuadra de los edificios empresariales de la ciudad.
El film es crudo en su roce con la realidad, siendo lo único de ficción, el superpoder de Tom, ya que las consecuencias que sufren él y su entorno son de una magnitud extremadamente realista.
iBoy nos presenta un lado totalmente oscuro del primer mundo, lejos de las películas románticas o de fantasía, con una adolescencia que rememora al “No Future” que predicaba el punk, pero de manera resignada en vez de la rebeldía del primer movimiento. Con la droga y el narcotráfico presente y adolescentes desesperados por hacerse un nombre en el mundo y que descreen de la educación.
La trama avanza lenta pero segura, sin complicarse más de lo necesario. Se nota que el director quiere explotar más el contexto social que el género superheroico, y este último es más una excusa para presentar al primero que el centro de la historia. Tom es un chico real que aprende de sus poderes sobre la marcha, con sus aciertos y sus errores. Tom es un joven bueno en un entorno que lleva a los jóvenes a tomar malas decisiones. iBoy es una mirada cruda de los barrios bajos del primer mundo