En la última década jugar con el tiempo se ha vuelto un recurso bastante utilizado por la industria del cine. Ya sea viajando a través de él, deteniéndolo o quizá más arriesgadamente invirtiendo el proceso biológico de envejecimiento. La cuestión, ahora, es hasta qué punto se puede usar esto en una película sin que parezca más de lo mismo. Entonces llega El secreto de Adaline. Que no, no nos va a dejar boquiabiertos pensando. No es una propuesta tan jugada. Pero deja un sabor dulce, y algunos giros pueden hasta hacer lugar a algún aplauso.
Comienza la película y nos encontramos en la vida de Adaline Bowman (Blake Lively), una joven de 29 años, que tras sufrir un accidente de auto, un rayo le cae encima y la condena a tener esa edad para siempre. Genial, ¿no? El sueño de todos. No mas cremas anti age mujeres. Pero es ahí donde entra el toque especial del film. La bella y soltera protagonista no nos muestra el lado bueno de no envejecer, sino, en su mayoría, todo lo contrario. Con amores que van y vienen, una hija que se vuelve cada vez más vieja y una obligación de mudarse cada cierto tiempo, las ocho décadas vividas para Adaline son bastante pesadas.
Hasta que un día llega Ellis (Michiel Huisman) y la vida fría y ordenada de la señorita Bowman se ve alterada. Se conocen, se gustan y demás cositas que pasan en las películas románticas. Y es ahí, en ese momento, cuando los minutos pasan y creemos que estamos cayendo en otro caso de empalagoso del cine romántico hollywoodense cuando El secreto de Adaline saca su As bajo la manga. Que obviamente no voy a decirles acá cual es, pero es el sutil giro que hace que el film salga de su línea y capte de lleno nuestro interés hasta el final.
La película no desborda nada. Seguramente no será recordada durante décadas por ningún aspecto. Pero relata una historia que seguro hace pasar un buen momento. Acompañada además de una actuación de Blake Lively, que ha sido juzgada como “inexpresiva”, pero que en realidad acompaña el tinte sentimental que maneja la película. Junto a ella, además, una reveladora y más que aceptable interpretación de Michiel Huisman (quizás lo recuerden como el nuevo noviecito de Daenerys en GoT) que puede llegar a abrirle nuevas puertas, y un más que impecable Harrison Ford que, ante tanta “cara nueva”, aparece con un plus y convence de que todo es real.
Con Lee Toland Krieger como director, que decide no jugársela al límite, aunque mantiene un equilibrio atractivo y un guión que sigue la corriente pero que a la vez maneja casi a la perfección las sutiles tensiones de la película, El secreto de Adaline es una obra que merece ser vista. No terminaremos fascinados, pero si, más que satisfechos.