Continuando la seguidilla de series que adaptan o están basadas en clásicos cinematográficos (Hannibal, Bates Motel, Twelve Monkeys) el año pasado le tocó el turno a una de las obras cumbres de mediados de los noventa: Fargo.
Una placa muy similar a la que iniciaba el relato del film de los hermanos Coen, inaugura el primer episodio advirtiendo falsamente que lo que está por verse aconteció realmente y por respeto a los sobrevivientes, los nombres de los involucrados fueron modificados. Es así como de entrada se deja establecido los parámetros reales y dramáticos de los que está compuesto el relato. Los Coen, conocidos por su extravagante humor negro, utilizaban el contexto de la historia como envoltorio de una de sus mayores bromas. Si uno se pone a cavar la nieve de esa Minnesotta helada donde transcurre el relato, verá que el film no está rodeado únicamente de un clima desolador y solemne, sino también de un humor irónico y caricaturesco.
La miniserie de diez episodios creada por Noah Hawley (The Unusuals, Bones) tiene nada y todo que ver con el film de 1996. Los Coen, siguiendo con el patrón de ironía que inauguraba a su obra, dieron su aprobación para el proyecto televisivo dejando en claro que querían figurar únicamente como productores ejecutivos más allá de que ellos no están para nada involucrados en el proyecto, ni del lado monetario ni artísticamente. Sin embargo, Hawley demuestra con respeto ser un gran conocedor, no solo del film adaptado, sino de toda la obra cinematográfica de los hermanos y permite que su miniserie respire mucho aire Coen, desde el desierto nevado de Minnesotta hasta la inclusión de personajes como el patético Lester Nygaard (Martin Freeman encarnando a alguien muy similar al Jerry Lundegaard de William H. Macy) o el extraño asesino interpretado por Billy Bob Thornton con un inquietante dejo al Anton Chigurh de No Country for All Men (2007).
La historia está centrada en estos dos personajes (y la mujer policía detrás de ellos) y pareciera por momentos apuntar a hechos específicos del film original como el accidente de auto, el hombre frustrado o un dúo de criminales muy particular. La diferencia es que cada uno de sus puntos tiene sus variantes que al ir desarrollándose se aleja cada vez más hasta no tener nada que ver con la historia de un arreglo de secuestro. A medida que avanza la temporada se hallará un punto de conexión determinante entre la obra de Hawley y el material original, que funciona más como un guiño y que engloba a todos los personajes en el mismo universo Coeniano. Un punto que nos recuerda de dónde proviene esta nueva Fargo y que a la vez nos demuestra que puede existir en este mundo independientemente del film original.
Los momentos humorísticos y la ironía son gran parte del relato pero ocupando por momentos un espacio más pequeño (una de las ventajas de desarrollar una historia a lo largo de diez horas), llevándolo por una cercanía mucho mayor a un drama y centrada en contar la oscura transformación de un hombre (factor heredero de Breaking Bad) y el cambio en Molly (Allison Tolman), la oficial a cargo de la investigación, ante los actos que sobrepasan su entendimiento. Está claro que el creador y el grupo de guionistas quisieron tomar ese mismo universo creado hace dieciocho años y hacerlo en parte suyo sin arruinar o meterse con la obra previa.
De todas formas, al igual que el film, esta nueva Fargo mancha los caminos de nieve con mucha sangre y hunde a los personajes en ella dificultándoles demasiado el poder escapar. Un camino enmarcado por la ficción de una placa inicial que nos sitúa en una comedia negra, disfrazada de drama y que junto al suspenso la vuelven la mayor broma de la historia (de la T.V., claro). Un trabajo que promete, cumple y que insta a seguir bien de cerca lo que sea contado en su segunda temporada, una nueva historia pero situada en los setenta, próxima a estrenar.
Por Nicolás Ponisio