Netflix apuesta fuerte con Altered Carbon, una superproducción de ciencia ficción en la que el gigante del streaming no reparó en gastos.
Lo primero que salta a la vista en Altered Carbon, la nueva serie de Netflix protagonizada por Joel Kinnaman, Martha Higareda y James Purefoy, es el calibre de la producción. La futurista y desigual Bay City, la San Francisco del año 2384, es puesta en pantalla en todo su esplendor y decadencia. Desde las abarrotadas callejuelas empapadas en neón a la torre sobre las nubes donde residen los acaudalados Meths, la atención prestada al diseño de producción y la realización es sorprendente. La brecha entre cine y televisión se sigue cerrando a paso acelerado, y la plataforma de streaming está más que feliz de contribuir a acortar la distancia.
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Mas el detalle con que es esculpido el mundo distópico de Altered Carbon no termina en lo visual. Cortesía del material original, la novela del mismo nombre escrita por Richard K. Morgan, desde el primer episodio se nos sumerge en un futuro exuberante con personajes, eventos, folklore y un ethos poco original pero completo. Sumergiéndose en el pesimismo de la ciencia ficción cyberpunk de la Morgan toma prestado sin vergüenza, el misterio que debe resolver Takeshi Kovacs transcurre en una Tierra profundamente desigual donde el 1% disfruta en palacios sobres las nubes y accede a la vida eterna, mientras el resto languidece en la superficie esperando se presas de los inmorales apetitos de los Meths o de su propia miseria.
En el siglo XXIV los humanos han perfeccionado la técnica de condensar la mente en discos conocidos como stacks (pilas), facilitando la transferencia de la conciencia a otros cuerpos llamados sleeves (fundas) e incluso el backup satelital del que solo disfrutan los más pudientes. De esta forma es que nuestro protagonista, un ex miembro de una fuerza rebelde conocida como los Enviados, es despertado tras 250 años de su condena criminal por capricho del acaudalado Laurens Bancroft (James Purefoy), quien desea que resuelva el caso de su asesinato.
Lo mejor de Altered Carbon es lo habitado y vivido que aparece el futuro. El sistema transmisión de mentes y las leyes que lo rigen, la colonización del espacio exterior, los diferentes usos de clones, androides e inteligencias artificiales. Cada rincón de la serie parece estar ocupado por un personaje que tiene una historia y una razón para estar allí.
Esto es especialmente cierto para el originalmente asiático Kovacs, quien es inserto en el muy anglosajón y poco expresivo cuerpo de Joel Kinnaman desde donde comandará el esfuerzo por resolver el misterio de Bancroft. Contará con la ayuda no requerida de la detective Ortega (Martha Higareda), quien tiene sus propios cabos sueltos con el caso.
Si bien lamentablemente el mundo actual continúa prestando relevancia a las metáforas del cyberpunk, con sus representaciones de desigualdad extrema y alienación tecnológica, también es cierto que en tiempos de Black Mirror una mirada tan pálida y misantrópica puede pecar de poco original o repetitiva. También podría molestar a los espectadores los repetidos actos de violencia gráfica puestos en pantalla, en particular hacia personajes femeninos.
En este frente ambas posiciones son válidas. Por un lado, hay que marcar con énfasis que estos actos cobran sentido en la crítica que plantea a la serie contra el abuso de los poderosos contra los desposeídos, especialmente las mujeres. Trescientos cincuenta años no alcanzaron para que triunfe el #Niunamenos y los resultados están a la vista, reflejando con una lupa lo peor que se vive hoy en la actualidad. Por otro lado, hacia el final de los diez capítulos uno vio tantas violaciones que cuesta enumerarlas todas, y no puede culparse a quien no tenga el estómago para verlo.
El modelo de Altered Carbon es claramente Game of Thrones y las producciones de HBO, es decir, una superproducción de género fantástico con mucha violencia y sexo que apunta a un público adulto. Tan es así que el primer episodio es dirigido por el británico Miguel Sapochnik, responsable de la recordada batalla de Hardhome librada en Westeros.
En cuanto al desarrollo de la historia de Altered Carbon en sí, se podría decir no esta a la altura de la producción. El misterio se va desenvolviendo en un ritmo desigual, y con el paso de los capítulos depende cada vez más de giros de la trama que parecen escritos más pensando en agarrar al espectador desprevenido (de nuevo la influencia de GOT) que en madurar a los personajes y sus conflictos de manera orgánica.
En particular la revelación del villano real en la segunda mitad de la temporada se siente un giro injustificado, y recuerda los problemas de desarrollo que aquejan a la mayoría de las series de Marvel en Netflix. La distancia realmente sale a relucir cuando uno piensa que la plataforma de streaming plantea a Altered Carbon como alternativa a series de ciencia ficción como Westworld, que desde el punto de vista del guión no tiene comparación.
Si bien la serie se beneficia como la mayoría de las producciones originales de la N de verla en uno o dos sentadas, para restarle peso a los saltos argumentales, la rigidez de los personajes termina con aburrir y disminuir el impacto de los momentos dramáticos. Entre los actores se destaca Higareda que causa una buena primera impresión como la cabezadura oficial Ortega. Kinnaman es bastante duro, algo que los agentes de casting tienen en cuenta pues lo continúan poniendo en roles de robots, militares, y en este caso, un militar en un cuerpo clonado endurecido por un pasado traumático.
Purefoy me resulta como siempre insoportable, pero la sensación va bien con el papel desagradable que interpreta. Menos funcional a la trama es la dificultad que presenta sentir empatía con el aliado Vernon Elliot (Ato Essandoh), cuya historia familiar termina al centro de la crimen por resolver.
La acción no falla, siendo un punto alto la pelea en un deposito de clones en el episodio 8, pero el dialogo expositivo y decisiones poco claras de los personajes resulta en que de a momentos uno sienta estar viendo una cinemática de un videojuego. Lo que puede ser un elogio o una crítica, dependiendo de quien esté mirando la serie.
Altered Carbon es en definitiva una buena serie de ciencia ficción, que logra con mayor efectividad entregar el asombro y los sobresaltos que la profundidad literaria y filosófica característicos del género. Quizá el peor enemigo de la producción allá sido el calendario, siendo lanzada escasos meses luego que Denis Villenueve diera cátedra de cyberpunk con Blade Runner 2049. Una película que logra retener el pesimismo y el tono detectivesco noir de la original, sin por ello sacrificar la humanidad de sus (robóticos) protagonistas.
Pero podría haber revancha, ya que la novela que funciona como base de la serie es el primer libro en una trilogía completado por Broken Angels y Woken Furies. Si los números son los deseados, Netflix tiene mucho material para seguir sumergiéndonos en el pesadillesco futuro de Kovacs y compañía.