20 minutos, un rato de distracción y una sonrisa dibujada. The Office fue el salvavidas en medio del encierro de la cuarentena.
La cuarentena y el aislamiento quedó atrás desde hace algunas semanas. En todo ese tiempo atravesé diferentes emociones, como una montaña rusa que parecía no tener fin. Somos animales de costumbres, y uno se termina acostumbrando al encierro, a salir para comprar lo que necesitamos y de vez en cuando salir y estirar las piernas un poco.
Actualmente hay una flexibilidad total de actividades y mientras no haya un rebrote fuerte de casos de Covid-19 todo indica que el DISPO se mantendrá hasta comienzos de 2021, pero durante todos estos meses procesé un montón de sensaciones: angustia, incertidumbre, encierro, ansiedad, entre otros.
Sin embargo, entre tantas complejidades propias de un contexto extraordinario, hubo un salvavidas que apareció como motor para atravesar algunos días complicados: The Office. Una sitcom que ya había visto hace algunos años pero con una leveza que trajo como consecuencia no valorar el potencial que tiene la serie.
Aprovechando que me suscribí a Amazon Prime Video y la serie está en el catálogo, me digné a darle una segunda oportunidad y la conquista fue inmediata; con los primeros episodios en marcha, The Office se volvió en ese compañero ideal de todas las noches. 20 minutos, a veces 40 e incluso una hora. Todos los días utilizaba como excusa ver a Michael Scott y el resto de la banda de Dunder Mifflin para abstraerme por un rato de todos los problemas que se venían acumulando desde que comenzó la cuarentena, el 20 de marzo.
Todos hemos atravesado los diferentes estadíos de la cuarentena de diversas maneras; en mi caso me tocó pasar los primeros 2 meses completamente solo hasta que, gracias a las nuevas reglamentaciones, pude volver a mi hija. Y el transcurso de todo este ciclo lo viví con numerosos altibajos, sembrado por la incertidumbre que no solo era emocional sino también económica, factor que impactó en el grueso de la sociedad
Este cocktail de sensaciones fue modificándose dependiendo de las circunstancias y los animos, pero The Office siempre estaba. No importa la situación, siempre me reservaba una parte del día para sumergirme en esa burbuja y que por un rato todo esté bien; o al menos sin surfear esa ola de inseguridades sobre el futuro.
Salir de la zona de confort fue otra de las imposiciones con los que me encontré en este 2020 y más allá de los desafíos personales que tuve que atravesar, también fue una época para probar y descubrir cosas nuevas, a interiorizarme en temas y cosas que quizás en otro contexto no había abordado. En cierta manera, tocar fondo fue inevitable, pero también fue la oportunidad para descubrir y redescubrir otras cosas.
Así como yo encontré un escape con The Office, estoy seguro de que todos los que atravesaron una situación, en mayor o menor medida, similar a la mía encontraron algo que les sirvió de escape: un videojuego, los libros, el cine, las ficciones televisivas, entre otras. Y como dije más arriba, somos enteramente. Uno no le da el valor suficiente a este tipo de cosas pero los cable a tierra aparecen de la forma menos pensada a veces. Ojalá no tengamos que volver a pasar por este tipo de encierros tan prolongados (aunque si la situación epidemiológica lo necesita se tornará algo inevitable), pero es bueno contar con este tipo de burbujas, estos salvavidas que tienen las formas más insospechadas.