Mientras todos nos imaginábamos una resolución tan entramada como su historia, el final de Dark tuvo la solidez necesaria para dar un cierre a la altura.
Poco más de 2 años y medio después de su debut en Netflix, Dark ha cerrado su historia. Una historia que no escatimó ni un poco en viajes temporales, mundos paralelos, incestos involuntarios, parricidios, fratricidios y una incertidumbre constante de no saber con qué nueva sorpresa iban a salir cada uno de estos particulares personajes.
La primera temporada terminó con Jonas viajando accidentalmente al año 2052 luego de tocar la brecha que se abre en el búnker. Esto nos mostró un futuro consumido por el apocalipsis, que tuvo su epicentro en Winden pero repercutió en todo el planeta.
Si la adhesión de más lineas temporales y viajeros no era suficiente, el cierre de la segunda temporada sumó una carta importante al desarrollo de la trama: la existencia de un mundo paralelo, una realidad alternativa en el que Jonas Kahnwald nunca había nacido, pero que de todas maneras también sucumbía ante el apocalípsis.
Durante gran parte de la tercera temporada, el epicentro de la trama estuvo guiada por la lucha en desventaja que llevaron las versiones jóvenes de Jonas y Martha (cada uno correspondiente a su mundo) no solo ante un tiempo que ya tenía las cartas echadas, sino que también luchaban contra los deseos de Adán y Eva, sus versiones ancianas, consumidas por el odio, el rencor y el deseo olvidado de querer reestablecer todo.
Promediando la mitad de la última temporada, los conceptos temporales de la serie y la existencia de los 2 universos quedaron claros: ambos mundos convivían entre sí, en un loop eterno del que no había forma aparente de librarse, pero que cada bando tenía un propósito diferente. Mientras Eva buscaba mantener el ciclo de forma infinita, Adán entendía que la vía posible era romper el ciclo para destruir todo.
Dark siempre jugó con mostrarnos lo mínimo e indispensable, coqueteando con verdades a medias y revelaciones de la boca de algunos personajes, que llevaron el hilo conductor de la historia. Claudia, las 2 versiones adultas de Jonas, Eva y Noah fueron los principales faros argumentales de toda la trama, abriendo cada vez más el panorama.
Cerca del final, Jonas y Martha descubren, por confesión de sus versiones más grandes, que el nudo que mantiene atado ambos mundos es ni más ni menos que el hijo de ellos, quien tiene descendencia con Agnes Nielsen (acá aparece Tronte), desencadenando todo el árbol genealógico que no obedece las leyes de la física, con hermanos que son abuelos, hijas que son madres de su propia madre y todo tipo de diversos enredos.
Cuando Adán captura a la versión de Martha embarazada, todo los indicios apuntaban a que el final de Dark mantendría ese nivel de complejidad tan característico de la serie, que nos obligó a no perder ningún detalle a través de sus 26 episodios. Pero cuando el fin de la humanidad no llegó y aparece Claudia cuál jugadora maestra a revelar la verdad, tanto para Adán como para nosotros, la sencillez de su resolución se abrió camino.
Lejos de esta lucha eterna entre Adán y Eva, la oscuridad y la luz, todo fue originado por un deseo puro de H.G. Tannhaus en el “mundo original”, el lugar dónde la realidad terminó bifurcándose en estas 2 realidades que vimos durante toda la serie. La perdida de sus seres queridos impulsó a este inocente pero inteligente relojero (que tiene el coqueteo con el tiempo arraigado a las venas) a construir una máquina del tiempo que le permita volver al pasado. Obviamente, esto salió decididamente mal y dio origen a todos los males que conocimos.
Una vez terminada toda la explicación de Claudia y Adán le encomienda esa misión a Jonas, la trama desata todos sus nudos para volver a una ciencia ficción más chata, una aventura “contra el tiempo” más cerca de la orilla de Back to the Future, y en donde las complejidades sobre ciclos eternos quedaron a un lado, con un final de Dark mucho más arraigado a lo convencional.
Es un cierre que puede pecar de simple para algunos que esperaban algo tan rebuscado como todo lo que nos ofrecieron los showrunners Baran Bo Odar y Jantje Friese, pero el final de Dark apostó por una resolución clara, con mucha altura y lo más importante: ofreció todas las respuestas necesarias a las diferentes interrogantes que quedaron sembradas para estos últimos 8 episodios de la temporada 3.
Otro de los puntos que quiero destacar sobre este final de Dark (que, esto corre por mi cuenta, estamos ante una de las mejores series de ciencia ficción de los últimos tiempos), es que ninguna de las decenas y decenas de teorías que se barajaron antes del estreno de la tercera temporada se habían ni siquiera acercado a esta resolución. Nadie se imaginaba que H. G. Tannhaus, que parecía un peón más en este ajedrez del tiempo, iba a ser la llave para solucionar este hermoso quilombo.
Dejar a un lado los cierres abiertos (podemos teorizar sobre el hijo que tendrá Hannah con Wöller, pero creo que va más por el lado de ese deja vu que tenía la personaje) para concluir de forma consistente eleva a la serie, potenciándola como una de las mejores producciones originales que tiene Netflix en su catálogo hasta el momento.