Game of Thrones marcó un antes y un después dentro de la cultura pop. Cómo la fantasía medieval se convirtió en un fenómeno cultural.
Un 17 de abril de 2011 HBO emitía “Winter is coming”, el episodio piloto de Game of Thrones, serie basada en Canción de Hielo y Fuego, la obra literaria escrita por el ese entonces no tan conocido George R. R. Martin. La primera temporada tuvo a Sean Bean como pilar publicitario y lo 10 capítulos iniciales tuvieron una buena recepción de la crítica pero todavía no se habían catapultado dentro del mainstream televisivo.
Una historia de fantasía poco común para el prime time televisivo. Dragones y Caminantes Blancos se entrelazan con un relato político enmarcado por la guerra, las ambiciones de poder y la codicia por un Trono de Hierro que tiene como objetivo principal la dominación de los 7 reinos de Westeros.
David Benioff y DB Weiss fueron los showrunners y principales escritores de la serie. Una dupla que estuvo en el pedestal de los fanáticos – y que eso le abrió las puertas para negociar otros ambiciosos proyectos – para luego terminar en el centro de la tormenta tras su polémica última temporada
Las 2 temporadas que siguieron fueron fundamentales para la consolidación de la serie: el boca en boca, las redes sociales y el mayor presupuesto que le inyectaba HBO año tras año. En el ecuador de su temporada 3 Game of Thrones ya se había transformado en un fenómeno mundial que no paró de crecer, cautivando a una audiencia compuesta por los fanáticos del género como para aquellos que nunca se habían sentado a ver una fantasía medieval. El show duplicó su cifras de rating y mundialmente comenzó a transformarse en un fenómeno social.
Estas 3 primeras temporadas nos dejaron un claro mensaje: no te encariñes con ningún personaje. El prode de protagonistas, héroes y villanos fue mutando con el paso de los episodios y más de una vez tuvimos que juntar la mandíbula del piso tras una sangrienta muerte o un giro inesperado – the Lannisters send their regards -.
La cuarta temporada fue la consolidación de las redes sociales como el enorme esparcimiento de la serie. Mientras se emitían los episodios, las redes sociales eran completamente monotemáticos, y fue la primera serie que nos obligó a alejarnos de Twitter y Facebook si no habíamos visto el episodio durante su estreno mundial.
A partir de la sexta temporada, las redes sociales y foros fueron un pilar fundamental para la elaboración de cientos de teorías sobre el futuro de la serie y todo esto estaba articulado por un solo denominador común: hasta el día de la fecha, George R. R. Martin todavía no finalizó la obra literaria, con 2 libros todavía en el tintero y que no tienen una fecha de lanzamiento confirmada. Entonces todo lo que sucedió a partir del arranque de esta temporada tuvo una supervisión del escritor pero los showrunners abrieron la cancha, manteniendo únicamente algunos puntos centrales de lo que Martin tiene planeado para el destino de algunos personajes pero tomándose mucho más libertades creativas.
Si para terminar de entender la magnitud de Game of Thrones se necesitaba de un momento puntual, externo a un hecho de un episodio per se, fue durante el anuncio de la fecha de estreno de su séptima temporada. Tras un prolongado retraso – debido a que el invierno había llegado finalmente a la serie -, HBO nos tuvo varias horas mirando cómo se derretía un bloque de hielo, que tenía el día y el mes del regreso del show.
A partir de la séptima temporada, las cosas comenzaron a complicarse. La ficción había perdido cualquier norte referencial de los libros y los showrunners decidieron tomar la peor decisión de todas, reducir la cantidad de episodios de las 2 últimas temporadas y acelerar notablemente los sucesos de la trama. Ahora, lo que podía tardar tranquilamente en 4 o 5 episodios pasaba en cuestión de minutos. La amplia geografía de Westeros y alrededores se reducía a transiciones de escenas, con una celeridad para desarrollar una narrativa que se caracterizó por cocinarse a fuego (no valyrio) lento.
La última temporada fue un quiebre rotundo en nuestros corazones. Cada uno puede tener opiniones diferentes sobre el desenlace de los protagonistas de la historia, eso no lo podemos poner en discusión porque no se puede contentar a todo el mundo, pero todo el mundo estuvo de acuerdo que cómo se manejaron esos 6 episodios finales fueron una sombra de lo que fue el show. Un desarrollo de la trama que, si en la séptima se sentía apurada, acá directamente fue con los dos pies en el acelerador. Personajes que cambiaron su actitud en cuestión de escenas, decisiones inentendibles y resoluciones con gusto a poco. Sin embargo, esta última temporada nos regaló uno de los episodios de guerra más impresionantes de una ficción televisiva, casi al nivel de emoción que nos ofreció la Batalla de los Bastardos, durante el cierre de la temporada 6.
Sin embargo, más allá de esta desazón que puede dejar el cierre de la serie, el final no arruina todo el viaje transitado. Game of Thrones es uno de los hitos más trascendentes de la televisión moderna. Va a pasar mucho tiempo para tener a millones de personas en todo el mundo pendientes a cómo continúa una historia. GoT logró reunir a los fanáticos de las historias medievales y fantasiosas con aquellos reacios que nunca se acercaron al género.
Política, lucha de poderes, una narrativa que nunca se planteó entre buenos y malos sino en un gris que iba a variando dependiendo las acciones de cada personaje, una calidad inconmensurable para sorprendernos episodio a episodio y, principalmente, un nivel de diálogos realmente alucinante. Game of Thrones tuvo grande batallas y combates, pero muchas de las escenas que más nos marcaron estuvieron predominadas por imponentes diálogos y giros dramáticos rotundos.
Cuando recordemos Game of Thrones, va a quedar siempre ese sabor amargo por su desenlace, pero una vez que tragamos esa sensación y nos sentamos en el sillón para hacer el rewatch número 30, el amor por la serie se mantiene intacto.